Cinco voces de España
Este
año, la FIL de Guadalajara tiene a España como país
invitado. El poderío editorial peninsular desplegará todas
sus velas y nos dará el informe completo de lo que pasa en las letras
ibéricas. Nosotros queremos unir nuestra voz a la empresa difusora,
recordando a dos poetas muertos (vivos a su manera) y a tres que, para
nuestra fortuna, todavía andan por esas calles y siguen escribiendo.
Pepe Hierro está enfermo, pero, como en otras ocasiones, va a salir
del atolladero y va a seguir cantando, cazando libélulas, anotando
nombres en su agenda y pintando cardos españoles.
Dos poemas
Luis Rosales
Autobiografía
Cuando estoy junto a ti sé que no eres un
sueño
y puedo recordar algunos gestos tuyos, pues los
gestos son más estables
que los rasgos.
Así recuerdo por ejemplo
la descarnada prontitud de tus manos que siempre
dicen la verdad,
la manera de pintarte los ojos puntuándolos,
la sombra de tu cuerpo que se ha ido haciendo tan
pequeña que ya no
puede acompañarte,
y el gesto de perdón,
ese sobreseimiento que aparece en tus labios y empieza
a hacerlos sonreír
en ese instante en que basta callar para acabar
con todo.
Pero, escúchalo bien,
lo que prefiero, sobre todas las cosas,
es ese empiece,
esa espontaneidad que es lo mejor que tienes y hace
que vivas lastimándote.
He podido observar que hay un momento en que la
noche se pone de tu parte,
y yo no sé si te das cuenta
de que estando contigo suelo quedarme lelo,
suelo quedarme entimismado,
y esa única respuesta a tus palabras acaso
es la bondad que ha llegado
a mi vida un poco tarde,
como al cortarse un tronco surge la desnudez de
la madera,
sus capas temporales demuestran en la veta su unidad,
y ves su reciedumbre reducida a un olor,
un olor que se entrega hasta desvanecerse, pues
en ello consiste su programa vital,
por lo que tú mas quieras no lo olvides.
Es fácil comprender que un olor es igual que
un recuerdo,
algo deja en nosotros,
y ahora dime: ¿cuánto puede durar
un olor en el aire?
Sus horas, sus minutos, sus segundos no pueden calcularse,
pero su duración es
evidente;
un olor en el aire dura toda su vida.
Y esto me viene a recordar
que esta es la situación vital en que se
encuentran los amantes,
por lo que tú más quieras no lo olvides.
Pero no te preocupes,
no la cambio por nada,
para volver a darte la vida que me queda
me basta preguntar quién sería yo
si no te hubiera conocido.
Gerardo
Diego
El ciprés de Silos
Mástil de soledad, prodigio isleño;
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi, señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.
Un velero naufraga
y canta y canta y canta mi pañuelo
Se va alejando el mar
A veces se inclina un poco a la derecha
Pero siempre son nuevos sus versos de romance
mar exangüe de tantos mástiles y flechas
Los peces laboriosos
trenzando y destrenzando estelas
Está ya viejo el mar
Ya no puede cantar
y los navíos que cruzan
se deshojan de malestar
El color es ya aroma
y la música brisa
El último naufragio hoy a las seis
Mi flauta y la luna
hacen la espuma
José
Hierro
De agenda
Cosa también de cazadores de libélulas:
nos dejan en los dedos un grumillo de muerte,
un residuo viscoso, una turbiedad amarilla.
A veces se realiza el milagro:
el cazador cobra su pieza intacta y viva.
Comienza entonces la tarea primorosa del entomólogo:
le clava un alfiler para que muera poco a poco
a fin de que conserve intacta su belleza,
su perfección, su apariencia de vida
(porque de eso se trata).
Es cosa de entomólogos, es cosa de poetas,
maquilladores y embalsamadores de cadáveres.
Don Antonio Machado
tacha
en su agenda
un número de teléfono
Las hojas de tu agenda tienen más tachaduras
que números y nombres.
Ya quedan menos a los que llamar;
apenas quedan números y nombres que te hablen
o que te escuchen: 2-6-8-1-4-5-6.
Haz todo lo que puedas para que se disuelva en tu
memoria:
destrúyelo, trastruécalo:
8-2-6-4-1-5-4,
rómpele el ritmo que le correspondía:
4-5-2-6-1-8-4,
ya no lo necesitas,
no necesitas esos números, esos nombres o
sombras.
2-6-8-1-4-5-6:
"¿Está Leonor?"
Y suponiendo que alguien te responda,
será otra voz la que responderá.
Baraja el número, confúndelo, desordénalo.
Así: 1-4-2-5-6-8.
"¿Está Guiomar?"
Baraja números y nombres, barájalos,
sobre todo los nombres:
"¿Está Guionor?" "¿Está
Leomar?"
Silencio.
Olvida, tacha, borra, desvanece
esos nombres y números
no intentes modelar la niebla,
resígnate a que el viento la disperse.
¡Colinas plateadas !
Francisco Brines
A Toni Puchol
O acaso era de hielo aquella música:
inertes los sonidos, para que cada uno de nosotros
los hiciese movibles, los llenase de espíritu.
Por cada uno de los hombres
la música cantaba diferente: con alegría
estéril
en la mujer que me miraba, con cansada tristeza
en unos yertos labios, y en el muchacho solitario
con profunda nostalgia de vejez;
la música cantaba diferente, sin que nadie
supiera
cómo sonaba junta, con qué intenso
dolor.
En aquel cuarto oscuro nada correspondía a
la verdad del hombre:
la emoción estridente del músico era
falsa,
torpe el engaño de los otros.
La verdad es humilde y es sencilla.
La soledad, al compartirla con otras soledades,
hace más viva la impotencia,
y empuja al hombre entonces a regiones heroicas
con sólo el sentimiento.
Después cae un cansancio sobre el alma
por esta lucha inútil, se resiente
tanta falsa virtud, la mentida pureza;
y cuando la trompeta, desmayada, se extingue en
el silencio,
sólo quedan visibles, descubiertos al fin,
los más ocultos,
los más tenaces vicios:
se reconocen las miradas, y puede haber piedad,
y hasta sentir alguno un tibio amor.
La trompeta de fuego,
muda sobre una mesa, la vemos amarilla,
y está vieja y rayada.
Juan Luis Panero