DOMINGO 26 DE NOVIEMBRE DE 2000
La mafia policiaca, detrás del motín en Tepito
ƑFalló el operativo? ƑLa "zona
franca" impuso sus reglas pese al gigantesco despliegue policiaco?
Detrás del motín de Tepito hay una historia
profunda: la del entronizamiento de una vigorosa economía
criminal ligada de raíz a las mafias policiacas
Alberto NAJAR
El destello de cientos de torretas ilumina de rojo las fachadas descascaradas y los esqueletos metálicos de los puestos semifijos.
Decenas de mujeres y jóvenes se asoman a los zagüanes para ver pasar el contingente de patrullas de la Policía Judicial del Distrito Federal (PJDF). Otros se encierran en las viviendas, los niños con los zapatos puestos por si había que salir huyendo.
Tepito al anochecer del 16 de noviembre. Un
operativo que se inició esa madrugada y que duró
11 horas desencadenó la furia de cientos de personas, que
apedrearon y dispararon contra una partida de policías
judiciales y medio agrupamiento del Cuerpo de Granaderos.
A la refriega siguió el saqueo de tres camiones, y asaltos a quien se atravesó en el camino. El desorden duró la tarde entera.
Y después, a las 9 de la noche, 500 patrullas, mil 500 policías, decenas de reporteros, peinaron Tepito. Apenas nueve detenidos, entre ellos tres teporochos, fue el saldo de la incursión.
* * *
La jefa de gobierno Rosario Robles respondió a las críticas. "No nos manchamos las manos de sangre", dijo, ante el reclamo por no recurrir al uso de la fuerza para controlar la situación.
Y el procurador Samuel del Villar completó: "El operativo fue exitoso; de haber utilizado otra táctica hubiera habido muchos muertos".
Fallida o no, lo cierto es que la incursión de ese jueves puso en claro las dificultades para gobernar en un territorio que se rige por sus propias leyes, acostumbrados sus habitantes a retar a las autoridades a mirarse en el espejo antes de atreverse a poner orden en sus calles.
Y también, de paso, descubrió la punta de una compleja red de complicidades entre las bandas de delincuentes y elementos policiacos que, reconoce el fiscal de Supervisión y Coordinación de Averiguaciones Previas de la Procuraduría capitalina, Fernando Castro, llega a altos funcionarios "de ambos fueros" (federal y local), y que son la clave de la impunidad con que opera el crimen organizado de Tepito.
* * *
El del jueves 16 no fue un operativo más.
De hecho, la historia empieza el mes pasado, cuando se denuncia el robo de unos aparatos electrónicos que fueron escondidos en las vecindades de Díaz de León 40 y 46 A, las mismas que, al ser cateadas, dieron pie al motín de Tepito.
Esta investigación no se asignó al área de robos de la Procuraduría, sino a la fiscalía de Fernando Castro, el mismo que atiende el caso Stanley.
La razón del cambio, explica el funcionario, es la red de intereses que existen entre agentes judiciales y las bandas de criminales de Tepito. "Presumimos que hay corrupción en la Procuraduría en Cuauhtémoc -dice-. Si les dejamos el asunto a los judiciales de esa área no encuentran ni un cacahuate".
Gracias a este contubernio, cada semana decenas de camiones con mercancía robada o de contrabando entran al barrio, y se solapa, además, la venta de armas y drogas.
Pero los responsables no están sólo en la Procuraduría capitalina. "Sabemos que están involucrados elementos de la Policía Judicial del Distrito Federal, de la Procuraduría General de la República (PGR), de la Policía Federal Preventiva y otros muy poderosos -denuncia el fiscal-. Pero nos hemos visto muy entorpecidos en las investigaciones; pedimos apoyo de la PGR y no nos lo brindan, les hablamos a la PFP y nomás envían unas listas de aparatos".
Peor aún, añade, cuando la
Procuraduría capitalina ha consignado a la PGR detenidos por
posesión de droga o venta de mercancía de contrabando,
"casi siempre los dejan libres".
Así, con el enemigo en casa, para el operativo del jueves 16 se tomaron precauciones extremas: esta vez, la investigación previa estuvo a cargo de agentes del Ministerio Público y no de policías judiciales, los cuales se enteraron del cateo cuando estaban frente a las vecindades de Tepito.
Tampoco se informó un dato a los agentes asignados a la zona, ni a los funcionarios de la delegación Cuauhtémoc, ni mucho menos se solicitó apoyo de la Secretaría de Seguridad Pública. Todo, asegura el fiscal Castro, con el objeto de garantizar el éxito de la operación.
Pero algo falló. Y se desató el escándalo.
*Las barbas del vecino
El pitazo sonó a las 9 de la noche del lunes 13.
A esa hora, cuenta un vendedor tepiteño, se recibió una llamada telefónica en su casa. "Vente en chinga con tu primo a las bodegas, porque va a haber operativo", fue la orden.
No fue el único convocado, dice, pues al llegar al sitio ya había otros 10 cargando cajas en camionetas.
En menos de una hora los departamentos que se utilizan como almacenes quedaron casi vacíos.
ƑDónde estaban esas bodegas? "No sé -dice el tepiteño-. Sólo te puedo decir que no eran las que catearon".
La versión coincide con la ruta del operativo.
Al mediodía de ese lunes, en el juzgado 2 del fuero común se obsequió una orden para catear las vecindades de Díaz de León, que se entregó esa misma tarde en las oficinas del fiscal Castro.
Un par de horas después, los teléfonos de Tepito empezaron a sonar.
"Hubo filtración. Todavía no sabemos de dónde, pero ya tenemos una pista".
De acuerdo con el funcionario, la fuga de información pudo ocurrir en el juzgado donde se libró la orden de cateo, en el área de procesos de la Procuraduría (responsable de tramitar estos permisos), o bien, en los agentes encargados de entregar los documentos. "Son expertos en ver qué traen los sobres", dice.
Empero, la transmisión de datos tuvo una falla. "Andaban en los domicilios equivocados -dice Castro-. Creían que íbamos a ir a la Casa Blanca o a la vecindad que le dicen Ciudad Gótica".
Paradójicamente, este error es una de las causas del motín: en el barrio la versión es que ya se había acordado el decomiso de unas cuantas cajas con aparatos eléctricos y algunas botellas de licor adulterado, pero en dos bodegas de la calle Jesús Carranza.
Así, cuando los judiciales llegaron a las vecindades de Díaz de León y empezaron a sacar las 20 toneladas de mercancía que estaban almacenadas, los ánimos se desbordaron.
Primero, un sujeto que se ostentó como asesor de campaña de Vicente Fox, Tomás Barrera Solares, empezó a agitar a los curiosos para evitar que salieran los camiones.
Después, misteriosamente la calle fue bloqueada con un auto Jetta de procedencia extranjera -en cuya cajuela se encontraron balas, playeras de la PGR y una credencial de la Policía Judicial Federal-, del que no se proporcionaron más datos.
Y en seguida, mientras los agentes que efectuaban el operativo trataban de retirar el bloqueo, llegaron decenas de jóvenes con palos, piedras, tubos y algunas pistolas que se unieron a las protestas.
Los adolescentes, cuentan en Tepito, venían de la colonia Morelos, sobre todo de la Casa Blanca, una de las vecindades más peligrosas del barrio porque es centro de distribución de droga, almacén de mercancía robada y búnker para los traficantes de armas. Allí, la policía sólo ha podido entrar una vez en los últimos dos años, y apenas pudieron quedarse 20 minutos.
Con la llegada de estos chavos -algunos de los cuales, dicen en Tepito, ayudaron a vaciar las bodegas señaladas en el pitazo del lunes- empezaron a caer las primeras piedras y se escucharon los balazos iniciales.
Lo que ocurrió después se supo en cadena nacional.
*El mero valedor
Al superintendente Miguel Angel de la Torre, jefe del Grupo Alamo, le gusta presumir que éste es el único cuerpo policiaco que puede entrar a Tepito sin que resulte agredido.
Y eso es posible, añade, "porque no estamos en la nómina de ninguna pandilla, no pasamos cada semana a cobrar como otros. Por eso nos respetan".
Para el Jefe Alamo (así le gusta que le llamen) la reacción de los tepiteños el jueves 16 se debe a que se sintieron traicionados, pues ya habían pagado protección para evitar los decomisos.
"Es algo que disgusta, que les pongan doble cara. Ellos dicen que no se vale pagarte en la mañana y que por la tarde te presentes a llevarte la mercancía".
Y como el Grupo Alamo no recurre a esta práctica, afirma, "podemos entrar de pie y salir a pie. Nunca hemos tenido que huir corriendo".
Del otro lado de la policía, la historia es distinta.
En la esquina de Díaz de León y Eje 1 Norte -a unos metros de donde fue el cateo- opera desde hace varios años una base mixta de judiciales federales y capitalinos, cuya misión es evitar el ingreso al barrio de mercancía robada o de contrabando.
Por parte de la PJDF el responsable es el comandante José Luis Romero, asignado hace casi una década a la zona y responsable desde hace cinco años de todas las actividades de vigilancia que la corporación tiene en Tepito.
El día del operativo el comandante Romero, junto con tres agentes capitalinos y cinco federales, fue interrogado en la Fiscalía de Averiguaciones Previas para explicar la razón por la cual no investigaron la procedencia de los aparatos decomisados.
Los agentes y el comandante respondieron que ni siquiera sabían que hubiera bodegas en la zona. Horas después salieron libres, pero su actuación genera sospechas.
"Los informes del comandante Romero no son congruentes con las actividades que hay en Tepito", explica el fiscal Castro.
"Revisamos los últimos años y vimos que ha puesto a disposición a raterillos, que ha consignado detenidos por lesiones o cosas menores. Pero nada de los tráileres que entran con mercancía robada, nada del contrabando, ni de las bodegas, ni de la droga o los laberintos subterráneos donde se guarda".
Y es que el comandante Romero parece no darse cuenta de la vida a su alrededor. Cuando en el interrogatorio le preguntaron sobre sus actividades en Tepito dijo que había formado un grupo de inteligencia e investigación en la vía pública, integrado casualmente por los mismos agentes que fueron detenidos en el operativo, esto es, Carlos Vicente Mancilla Linares, Bernardo García Jacinto y Salvador Muñoz Graciano.
"Le pregunté que habían hecho y dijo que 'inteligencia'; le pedí que hablara de resultados y dijo que eran pocos pero que estaban avanzando. Le dije que si no sabía que en Tepito se vende fayuca y dijo que no", lamenta Castro.
El colmo fue cuando le preguntaron a quién rendía informes en la Judicial capitalina. "Dijo que al comandante Mario Coronado Villanueva, que era el director de supervisión de la zona centro. Tiene años que se jubiló".
Por eso es que José Luis Romero es uno de los sospechosos de encubrir actividades ilícitas en Tepito. Y no es el único.
-ƑCómo es posible que se le permitiera trabajar tantos años sin resultados, y sobre todo sin rendir cuentas?
-A alguien le rinde informes, obviamente que de los mandos, porque en esto se van subiendo escalones. Y vamos a ir a fondo, caiga quien caiga, ya sea un director de área o el jefe de la Judicial.
-ƑLos escalones llegan hasta allá?
-No lo puedo asegurar, pero tampoco lo descarto. Si lo hiciera sería darle abrigo a los directivos de la Judicial, y no es así, yo siempre pongo todo en tela de duda. Si está involucrado un comandante como Romero basta con subir el escalón, ver con quién se reporta y seguramente será hasta la cabeza.
Como quiera que sea, mientras se deslindan responsabilidades, en el barrio bravo algunos tepiteños identifican al director de la Judicial capitalina, Marco Báez, como pocos le llaman en la corporación.
Le dicen El Jefazo.
*Cuando la carne ya no está buena
Estampas tepiteñas:
Los camiones con mercancía robada o de contrabando entran al barrio todos los martes a partir de la 1 de la mañana. La ruta favorita es el Eje 2 Canal del Norte, Circunvalación, Avenida del Trabajo y directo a las bodegas.
La tarifa del año pasado de la Policía Fiscal para permitir el paso de esta mercancía fue de 50 pesos por diablito, o 20 mil por cada tráiler. Con el escándalo del jueves 16 se prevé un aumento en el costo de la mordida.
El día del operativo, cuando cientos de jóvenes desvalijaban camiones y camionetas, en la Casa Blanca se sellaron seis de las siete puertas que tiene con puntas de acero afiladas y alambre de púas. El acceso libre fue custodiado por adolescentes armados que impidieron la entrada a extraños; sólo a quienes llegaban con cajas del saqueo se les franqueó el paso.
Existe una cuasi perfecta división del trabajo que permite coincidir, en un solo territorio, a la venta de drogas (el distribuidor principal es el Cártel de Juárez); el robo de transportes y distribución de mercancía robada (los grupos son varios: Los Morelianos, la bandas de El Chaleco y de El Huevo); el contrabando (los capos son extranjeros: El Chino y El Japonés), con la venta de estas y otras mercancías ilegales (huevos de tortuga, pornografía, animales en peligro de extinción), actividad regulada por 40 líderes de comerciantes, casi todos priístas.
Y en medio de todo, están los tepiteños que reniegan de su mala fama e insisten en que también hay gente trabajadora.
"De aquí han salido boxeadores, escritores, periodistas, pintores. Tenemos una expresión cultural propia y se han filmado películas en el barrio -dice Mario Ahuatl, de la Coordinadora de Comerciantes del Frente del Pueblo-. También encuentras muchas cosas derechas que son más baratas que en otras partes; por eso Tepito es el regulador del comercio en la ciudad".
Y Raquel Olivares Ramírez, del Consejo de Comerciantes de Tepito, concluye: "Vender aquí no es fácil, hay que meterse sus buenas chingas y encima aguantar policías y operativos. Nomás porque mis carnes ya no están buenas, si no juro que mejor me paraba a trabajar debajo de un farol".