DOMINGO 26 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť José Antonio Rojas Nieto Ť
Hacia un nuevo punto de partida
Dice el nuevo secretario de Energía que lo difícil toma un día y lo imposible más tiempo. No sería mal prepararse para un buen día de discusión y reorientar el debate de su reforma eléctrica. Hay cuatro asuntos de especial trascendencia:1) situación actual del abasto; 2) evolución esperada de la demanda; 3) volumen de recursos para satisfacerla; 4) capacidad financiera de las empresas públicas para reunir esos recursos. Son cuatro aspectos delicados e importantes; debieran ser incluidos en la nueva agenda de discusión que parece sugerir el recién nombrado secretario de Energía, punto de partida para establecer los caminos a seguir en esta industria con el fin de garantizar su robustez.
Pero antes, una sugerencia: que el punto de partida de la discusión la proporcionen los técnicos. Que los técnicos expliquen con detalle, tanto al nuevo gobierno como al renovado Congreso, la situación. Sería un error partir de nuevo de la explicación de políticos y dirigentes empresariales, porque no sólo hay aspectos técnicos que no han comprendido ni explicado bien, sino porque los han manipulado. Un ejemplo. Es una práctica común establecer tarifas interrumpibles; con aceptación previa y pago a los usuarios de por medio, se asegura que en ciertos momentos algunos se desconecten -por decirlo así- para que se dispongan de mayor margen de maniobra en casos en que, efectivamente, se experimentan restricciones de capacidad de generación o de transmisión. Presentar esto como debilidad extrema o señal inequívoca de falla es faltar a la verdad y manipular una característica técnica de todo sistema eléctrico. Decir bien las cosas no obliga a ocultar las restricciones, cuando las haya. Algo similar sucede con el valor del margen de reserva para la operación del sistema que, como muchos indicadores, se calcula en valores promedios, no instantáneos, por más que estos también se registren y se analicen. Así, cuando se habla de la necesidad de disponer de 6 por ciento de capacidad de reserva operativa, se señala un valor promedio, lo que no excluye que haya instantes, minutos, hasta horas en las que, por la elevación de la demanda, ese porcentaje disminuya. Bueno... todo este lío técnico para decir, simple y llanamente, que no se vale manipular la información técnica, ni asustar o amenazar a la sociedad, a pesar de que, efectivamente, siempre deba ser advertida con claridad y oportunidad sobre restricciones y riesgos, cuando sea el caso.
En este mismo marco de claridad y transparencia deben ser re-tratados y re-analizados los otros aspectos esenciales. El ritmo de crecimiento de la demanda siempre depende -una vez más, que no se nos olvide- del ritmo de crecimiento de la economía, del ritmo de crecimiento de la población y de su capacidad adquisitiva; del número de viviendas que requieren el servicio; de las nuevas localidades que se integran al suministro y, sin duda también, del cambio técnico y del nivel del precio del fluido eléctrico. Es una mentira decir que la demanda crecerá a 9 por ciento, porque la economía crece a 7. Si se logra que, efectivamente, la economía crezca 7 por ciento en promedio durante los próximos 10 años, y continúa el impresionante ritmo de desarrollo de las industrias altamente intensivas en consumo de electricidad, y crece la población con la tendencia que se observa hoy, y se incorporan nuevas poblaciones y nuevas viviendas al suministro en los ritmos recientes, y los autoproductores de electricidad cumplen con sus programas de instalación de plantas y, finalmente, los precios de la electricidad evolucionan con los costos, y los subsidios no disminuyen, si todo eso sucede, el consumo nacional de electricidad crecerá prácticamente a la par del ritmo de la economía y el ritmo de crecimiento de las ventas de las empresa públicas de manera similar. Esto se deduce de los documentos oficiales del sector eléctrico. No otra cosa.
También en un marco de clarificación y de búsqueda de transparencia para fortalecer una discusión esencial para una determinación nacional también esencial, hay que re-hacer las cuentas del dinero necesario para garantizar la expansión del sistema eléctrico nacional, sobre todo en su parte pública. Y terminar con una correcta, clara e igualmente transparente evaluación y una nítida proyección de la capacidad financiera de las empresas públicas para señalar, de nuevo con honestidad y sin manipulación - valga la insistencia-, su mayor o menor solvencia. Por díficil que parezca, todo esto se puede hacer pronto y bien, muy bien. Y, entonces sí, que la sociedad decida.