DOMINGO 26 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Carlos Montemayor Ť
El sector eléctrico /II y última
El año pasado, Sergio Olhovich me invitó a preparar con él un argumento cinematográfico sobre la expropiación petrolera de 1938. Repasé una parte de la abundante bibliografía sobre el tema y revisé día con día la prensa mexicana, de enero a noviembre de 1938. Me sorprendieron varias cosas. Por ejemplo, el apoyo de las principales centrales y federaciones obreras del mundo; la resistencia amañada de las empresas petroleras a acatar los fallos de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje y de la Suprema Corte de Justicia; la organización obrera y el talento de los ingenieros y obreros mexicanos para echar a andar la industria petrolera de México a pesar del boicot internacional que los privaba de refacciones y equipo tecnológico. Es imposible no pensar en los contrastes que México está viviendo hoy con el desmantelamiento del sector eléctrico y con el también, al parecer inminente, desmantelamiento de la industria petrolera.
Haré algunos señalamientos, ya sugeridos en el artículo anterior, a propósito del oportuno análisis de la Restructuración del sector eléctrico en México. Una propuesta institucional, que aparecerá en pocos días. Primero, que las industrias petroleras trabajaron en nuestro país con los más bajos costos posibles. En Estados Unidos, a las mismas empresas, les costaba cinco veces más caro producir un barril de petróleo que en México. Pero esa reducción de los costos no producía beneficios para México, sólo para las empresas. Por ejemplo, además de la desigualdad notable entre los sueldos pagados a obreros estadunidenses y a mexicanos, los productos del petróleo se vendían a México entre 170 y 350 por ciento más caros que a otros países y, por supuesto, los más bajos precios eran para las filiales internacionales de las mismas empresas.
Una importante porción de los funcionarios públicos actuales acierta al pensar que con la privatización se reducirían los costos de producción en los sectores eléctrico y petroquímico, pero mienten al afirmar que esta reducción de costos beneficiaría al consumidor y al país. No ha ocurrido así en ningún sitio del mundo donde se haya privatizado recientemente la industria eléctrica. No sucedía así tampoco en el caso de las empresas petroleras extranjeras en el México de 1938.
Otro aspecto sugerente fue el nulo mantenimiento a las instalaciones de la industria petrolera hace 60 años. En el artículo anterior mencioné que, previendo una intervención del Estado, las empresas intencionalmente abandonaron el mantenimiento de las refinerías. De esta manera bajaban también los costos de producción y aseguraban una dependencia mayor de México a los recursos tecnológicos del mercado internacional. El nulo mantenimiento de las plantas tenía que disuadir al país de tomar las instalaciones mediante una expropiación.
La noche del 18 de marzo, en Ciudad Madero, los obreros revisaban una planta desintegradora térmica, la Dobbs, cuyos calentadores estaban ya carbonizados. Los obreros recogieron, entre los desperdicios de materiales, pedazos de refacciones que arreglaron con soldadura; así lograron que funcionara la planta. En las semanas siguientes crearon una oficina llamada salvamento de materiales, con el fin de reparar aquellos desechados anteriormente y diseñar en madera los repuestos que resultaran inconseguibles. Sin este talento de los ingenieros y los obreros mexicanos, sin su aportación técnica, la decisión del presidente Cárdenas habría tenido sólo un valor retórico. La expropiación petrolera fue un proceso social, no un capricho administrativo.
Lo curioso es que ahora, 60 años después, como decíamos, el propio gobierno mexicano está abandonando el mantenimiento de las industrias eléctricas y petroleras para privatizarlas. En el pasado, las compañías petroleras de 1938 abandonaron el mantenimiento para asegurar su control privado; en el presente, el gobierno también deja el mantenimiento para asegurar de nuevo el control privado de los bienes nacionales.
El proceso social de la expropiación petrolera se acentuó por el apoyo espontáneo de todos los mexicanos para pagar la enorme deuda que significaba indemnizar a las compañías expropiadas. Este punto resulta el más ilustrativo. Sesenta años después, ahora, Ƒcuántos mexicanos estuvieron dispuestos a aportar sus recursos a la cruzada gubernamental del rescate bancario o carretero? ƑCómo entender que hace 60 años los mexicanos aportaban su sueldo para expropiar el petróleo y ahora se impuso al país una carga contra la voluntad ciudadana?
Grave error del gobierno actual y, posiblemente del entrante es, repito, creer que la expropiación del petróleo y de la industria eléctrica no son procesos sociales profundos, sino medidas administrativas de gobiernos fugaces. Grave error dar marcha atrás a la historia del país, dar la espalda a los ingenieros mexicanos, a los trabajadores mexicanos, a los ciudadanos mexicanos, a la nación.