DOMINGO 26 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Néstor de Buen Ť
šAdiós, señor presidente! šHola, Ernesto!
Conocí a Ernesto Zedillo en una memorable comida del Grupo San Angel en casa de Elba Esther Gordillo. Tuvimos oportunidad de charlar ampliamente: nos separaba sólo el casi silencioso y cordial Jesús Reyes Heroles y se produjo una corriente de mutua simpatía. El tuteo fue inmediato y hacía prever una relación cordial en un futuro que era bastante evidente a esas alturas. Ese mismo día Vicente Fox y yo salimos juntos de la casa de Elba en busca de nuestros automóviles, platicando sabrosamente.
Por supuesto que la relación posterior con Ernesto Zedillo no fue de la misma naturaleza. Un primer encuentro en Los Pinos, de esos tumultuosos en que los ocupantes de la primera fila tienen la oportunidad de recibir el saludo presidencial, fue relativamente satisfactorio y alguno posterior bastante menos. La crítica periodística no favorece las amistades. En el invierno pasado, allá en la SEP, una mañana muy fría sólo un "hola, abogado", que si contesté -no me acuerdo- debe haber sido con algo así como "Ƒqué tal?", salvo que le haya dicho, que no lo creo: "šqué pinche frío"!
Hace tres o cuatro meses a mi hijo mayor Néstor y a sus dos socios, Jaime Grau y Germán Guevara, se les otorgó el Premio Nacional de Ecología por un producto impresionante que tienen patentado y que es, ciertamente, una maravilla: un concreto permeable de alta resistencia. Y le dije a Néstor, que tiene bastante caradura y gran simpatía, que si tenía la oportunidad de saludar al Presidente en la ceremonia en Cozumel le dijera de parte mía que estaba deseando que se le acabara la chamba para volver a ser amigos. Néstor se lo dijo tal cual y el Presidente, con una grata sonrisa, me envió por su conducto un cordial saludo. La escena, que vi en la televisión, fue muy expresiva.
Nos volvimos a encontrar con motivo del banquete que el Presidente ofreció hace unos días a la reina de España en el maravilloso alcázar de Chapultepec, hoy de moda por razones evidentes. Tuve oportunidad de saludarlo y fue, de nuevo, la cordialidad original. Me dio mucho gusto recuperar a un amigo.
Quizá por ello mismo, pero no sólo por ello, me ha molestado profundamente y me ha dolido la actitud de los priístas que culpan de su fracaso electoral al Presidente de la República. Me parece que es una de las reacciones más injustas. Porque en un momento de la vida de México, tan difícil en tantas cosas, en que nos hemos encontrado con la democracia, el resultado de una larga lucha, frontal y valerosa iniciada por Cuauhtémoc Cárdenas y su grupo que ha culminado el pasado 2 de julio, lo menos que se puede reconocer es que Ernesto Zedillo la hizo posible.
Algunos de sus compañeros de partido no se lo perdonan porque sólo funcionan sin democracia. Y de la adulación han pasado a la falta de respeto. Ahora amenazan con no asistir a la toma de posesión de Fox y en el fondo veo en ello más un desaire al actual Presidente de la República que un desquite por los resultados de Jalisco. Me gustaron, por ello mismo, las declaraciones de José Antonio González Fernández, secretario de Salud, quien dijo que no se someterá a la disciplina de su partido porque quiere estar presente en el último saludo a Ernesto Zedillo como Presidente de la República. Y supongo que también como una mínima cortesía al nuevo titular del Poder Ejecutivo.
Estoy convencido, sin perjuicio de muchas y profundas discrepancias con su actuación, que Ernesto Zedillo ha cumplido con lo que él consideró su deber y que buscó la mejor solución, tal vez la menos mala, para un país que recibió en crisis que se hizo patente en los llamados "errores de diciembre", sobre los que hay que volver para encontrarles las verdaderas tripas que, por cierto, no están tan ocultas. No comparto su evidente ideología neoliberal, pero respeto profundamente su derecho a considerar que ese es el mejor camino para México. Ni tampoco estoy de acuerdo, por mencionar otro tema candente, con el rechazo a los acuerdos de San Andrés. Habría más ejemplos.
Ahora, el encuentro con una vida de la que supongo nunca disfrutó antes de ser importante funcionario público: no dudo que haya tenido sus apurillos económicos de esos que pasamos todos, no será fácil. Lo más probable es que sea blanco propicio de los desahogos de algunos priístas por un fracaso electoral que sólo se puede imputar al propio PRI. Por ello, le deseo a Ernesto Zedillo que, pasado algún tiempo, siga el ejemplo excelente de Miguel de la Madrid y se consiga chamba. Que se entretenga y haga cosas positivas.
Pero la separación del poder absoluto, que es como nosotros concebimos el poder presidencial, debe ser extremadamente difícil. Tenemos ejemplos de sobra. Por ello, creo que el presidente Zedillo, cuando ya sólo sea el doctor Ernesto Zedillo, tendrá que dedicar un buen tiempo al buceo en el mar y en la historia. Y después, a trabajar. Quedará muy recuperado.