COLGAR EL UNIFORME DE EMPRESARIOS
La
presentación del segundo bloque de colaboradores de primer nivel
del equipo de gobierno de Vicente Fox confirma, en cierto grado, la buena
voluntad del presidente electo por dejar atrás la imagen del gabinete
tradicional y presidenciable, e intentar ofrecer una nueva opción
de visión de país y de la función pública.
El nombramiento de los nuevos funcionarios causa sorpresa
porque su perfil difiere al del tradicional representante de la clase política
mexicana. En su mayoría empresarios, académicos, activistas
sociales y algunos militantes de Acción Nacional, los integrantes
del gabinete foxista tendrán que enfrentarse, más que a las
expectativas, a los múltiples problemas sociales y económicos
que afectan al pueblo mexicano. Y tendrán que hacerlo desde la lógica
--sumamente compleja-- de la administración pública, que
es en todos los sentidos diferente al ejercicio de la alta gerencia y la
administración de empresas. En principio --y como cuestión
de fondo--, debe quedar claro que las organizaciones empresariales se rigen
bajo las normas del mercado y los resultados se miden en niveles de productividad.
Ante esta lógica, los integrantes de extracción empresarial
del nuevo gabinete tendrán que colgar el uniforme de altos directivos
de la iniciativa privada y deberán asumirse como servidores públicos.
A partir del 1° de diciembre, los resultados de su trabajo dejarán
de ser calificados por el mercado de valores. Ahora deberán responder
con hechos a las demandas de la población, tendrán que negociar
con todos los sectores, duros y blandos, y habrán que demostrar,
en concreto, que tienen vocación y capacidad de servicio.
Del segundo bloque --de Desarrollo Humano-- de colaboradores
presentado ayer por Vicente Fox, llama la atención, en primer lugar,
el nombramiento de Xóchitl Gálvez Ruiz al frente de la Oficina
para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Quizá no está
en duda su capacidad de liderazgo, pero nada hay en su currículum
que nos hable de su experiencia para enfrentar con éxito, sobre
todo para los afectados, la complejidad y dramatismo de la problemática
indígena, a menos que se le conciba como un reto filantrópico,
lo que sería, por decir lo menos, desafortunado.
Asimismo, extraña que en este bloque no esté
contemplado el titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
(Conaculta), cuando la cultura es un elemento indisociable del desarrollo
social y humano de toda nación, pues incluso el disfrute de la cultura
está considerado como uno de los estándares de calidad de
vida, según Naciones Unidas.
Destaca también la creación de siete nuevos
organismos de gobierno que atenderán asuntos específicos,
como el desarrollo social, cuando seguirá en funciones la Secretaría
de Desarrollo Social. Se hicieron los nombramientos de los comisionados
para estos asuntos, pero no se explicó cómo se van a coordinar
con las dependencias relacionadas. Existe la posibilidad de que, en contra
de la supuesta intención de Fox --manifestada a lo largo de su campaña--
de terminar con el burocratismo, la creación de estos organismos
lleve a la duplicidad de funciones entre las dependencias y a mayores niveles
de burocracia. Es necesario que se definan claramente las funciones y objetivos
de cada dependencia, así como su interrelación operativa.
En una primera lectura, la composición del próximo
gobierno, con excepción hasta ahora de tres o cuatro nombres, se
asemeja más a un consejo de administración, con sus altas
gerencias y operadores de área, que a un Poder Ejecutivo formal.
De operar como tal, bien cabe resaltar que México no puede ni debe
ser conducido como una empresa, como una organización que lucha
por subsistir ante la feroz competencia, que oculta información
que considera confidencial, que justifica el despido de trabajadores por
mantener finanzas sanas, que ve en los sindicatos a su peor enemigo, que
habla de "responsabilidad social" sólo cuando le conviene. Hacemos
votos por que la analogía sea sólo una primera lectura...
ojalá.
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