SABADO 25 DE NOVIEMBRE DE 2000

Ť LA MUESTRA

Secretos de familia

Para los cinéfilos entusiasmados con las propuestas del movimiento danés Dogma, con su recurso a un cine que rompe las reglas tradicionales de narración y producción fílmicas, para imponer otras de mayor libertad formal, Secretos de familia/Mifune/Dogma III, de Soren-Kragh-Jacobsen, será una decepción, al menos parcialmente. No sólo se recurre aquí a una narración convencional, a una filiación genérica (la comedia satírica), sino que también se utilizan arquetipos de la farsa campirana.

Kresten (Anders Berthelsen), un hombre recién casado, descubre por azar una prosperidad económica y la obligación de hacerse cargo de un hermano mayor con facultades mentales muy perturbadas. El tránsito de Copenhague a un pueblo perdido y la contratación ahí como empleada doméstica de Liva (Iben Hjelje), ex prostituta y ex drogadicta que le transformará la existencia y de paso su muy precaria estabilidad conyugal. Muy poco en común, pues, con las preocupaciones temáticas y formales de las anteriores cintas de Dogma (Los idiotas, de Lars von Trier, padre y teórico del movimiento; Festen, la celebración, de Thomas Vintberg), y sobre todo con el pesimismo y tono muy negro de aquellas cintas.

De hecho los espectadores ríen mucho con esta tercera entrega de Dogma, con las peripecias de su trama y con lo que resulta ser una comedia de enredos bastante previsible, poblada de personajes pintorescos, de inmediato atractivos. Las escenas eróticas son deliberadamente burdas y jocosas, con gritos estentóreos y un protagonista sometido bajo el vigor sexual femenino. El retrato de Rud (Jesper Asholt), el hermano con discapacidad mental, es estupendo. La continua alusión a héroes de cine y de tiras cómicas que tanto lo fascinan es buen recurso humorístico, sobre todo al evocar al legendario actor Toshiro Mifune, verdadera obsesión del joven y única figura capaz de calmarlo en sus arranques de furia.

El tema central de la cinta es la mentira y las complicaciones que puede acarrear la multiplicación de simulaciones. El espacio elegido para hacer estallar la crisis de confianza conyugal es la provincia, y paulatinamente los personajes descubren hasta qué punto es necesario el fingimiento para lograr un mínimo equilibrio en la comunicación y en la expresión afectiva. No muy distinta es la propuesta fársica del director francés Francois Ozon en Sitcom (Comedia de familia) ni muy aventurado señalar que justamente el interés en la propuesta de Dogma radica en su capacidad de operar, a partir de recursos técnicos y económicos muy limitados, transformaciones radicales de los géneros abordados. En el caso de Secretos de familia es muy perceptible la frescura de la dirección, su libertad para transformar situaciones cómicas anodinas en propuestas visuales provocadoras y atractivas.

Los diálogos de Anders Thomas Jensen, siempre ágiles, hacen referencias lúdicas al vodevil y a la cultura popular, en tanto el director exhibe gran libertad formal sin respetar devotamente los dictados del anarquismo formal de Dogma. Cuando los personajes terminan su juego de ocultamientos y revelaciones, Jacobsen propone un espacio rural transformado, una suerte de utopía en la que finalmente un personaje trastornado como Rud instaura una nueva lógica de entendimiento afectivo. El campo aparece así, sorpresivamente, como territorio purificador, sitio privilegiado de los ritos de maduración de una prostituta, un loco, y un joven sin muchos asideros existenciales. Mifune, un juego interminable, fábula sobre la fortuna y sobre desventuras siempre reversibles. Una inesperada nota de humor, de candidez y ternura, en el oscuro territorio de Dogma.

Ť Carlos Bonfil Ť