VIERNES 24 DE NOVIEMBRE DE 2000

Ť LA MUESTRA

Su Alteza Serenísima

En el monólogo con que inicia Su Alteza Serenísima, dice Dolores Tosta, esposa de Santa Anna, quien fue once veces presidente de México: ''Sus errores fueron los de un militar honrado, pero equivocado". Y añade: ''Como no fue un héroe trágico en la desgracia, se le califica de traidor". La cinta más reciente de Felipe Cazals propone una representación de las últimas 72 horas en la vida del dictador. Dividida en tres jornadas que a su vez semejan los tres actos de un drama (Complacencias y cotejos; Gallo tiñoso no tiene partido; Gallo muerto gana a gallo herido), Su Alteza... opone continuamente dos voces, la de un Santa Anna en decadencia, esperpéntico y maldecido por el pueblo, y la de su esposa, que compra entre la ''chusma" algunas adhesiones fingidas a fin de crearle a su marido, ''Napoleón del Oeste", la ilusión de un desenlace si no glorioso, al menos sí un poco digno. Y como la honra es, en palabras de Dolores, siempre superior a los sueños del nacionalismo, el personaje central cobrará, de modo un tanto forzado, dimensiones trágicas, con un pueblo menesteroso y mezquino -entre corte de los milagros de Víctor Hugo y última cena de Buñuel (Viridiana)-, y con el sello de la fatalidad a la vuelta de cada escena.

Entre los aciertos de la cinta destaca, primero, la formidable caracterización de Alejandro Parodi, quien rechaza los recursos fáciles del patetismo, la autoconmiseración y la grandilocuencia, para ofrecer la imagen de un ser extraviado y desvalido, dueño aún de cierta petulancia patriarcal y de un gusto por las expresiones pintorescas (šY que vivan los gallos cenizos de Manga de Clavo!). Un personaje ambiguo y complejo, un hombre derrotado con ganas de brillar frente a un espejo magnificador. Cazals sugiere en esta figura del autoengaño una característica del político mexicano, presente desde el siglo XIX hasta la fecha: ''Santa Anna es trágico porque él es y se cree la patria, y a los demás les conviene que sea y se crea la patria" (La Jornada, 22/11/00). ƑBufonería trágica o heroica? La cinta plantea sólo interrogantes. El espectador debe extraer sus propias conclusiones, si el ritmo de la cinta, o la falta de información inicial para quienes desconocen buena parte de la historia, les facilita la tarea o les deja energía suficiente para hacerlo. Y es aquí donde surge el problema central del filme. En su regreso al cine, luego de la experiencia infortunada de Kino (1991), Cazals propone un interesante ejercicio de revisión histórica (de ningún modo una rehabilitación del personaje), y sin embargo su lenguaje visual, su apuesta teatralizada y operística, no es de gran ayuda para mantener vivo el interés del espectador. Contrariamente a Parodi, quien domina toda la cinta con su destreza histriónica, al resto de los actores (Ana Bertha Espín, Pedro Armendáriz, Blanca Guerra, José Carlos Ruiz, todos ellos notables), los constriñe la rigidez del guión, la afectación de los diálogos, y el acartonamiento de una escenografía de telenovela histórica. Es Santa Anna en un Museo de Cera, con figurantes grotescos (la plebe, emblema de la degradación), y planteamientos históricos deshilvanados. La cinta parte del supuesto de que el público conoce los pormenores de los sucesos relatados, con lo que se salta despreocupadamente de un inicio de explicación a una conclusión no siempre clara o sustentada. La explicación que debiera abrir la cinta, la concluye, y resulta además insuficiente. El propósito de la cinta no es didáctico, pero existen requerimientos mínimos de agilidad narrativa y atractivo visual que no satisface.

Es una lástima que el proyecto inicial de Cazals de una miniserie de cinco programas de tv sobre Santa Anna no haya cuajado. Era el espacio ideal para desarrollar cabalmente la historia, y en materia del estilo de filmar, el medio más apropiado.

Ť Carlos Bonfil Ť