El rezago educativo
Ť Reto principal para la nueva administración
Ť Cada sexenio ha crecido el número de mexicanos que no concluye su educación básica
ŤExisten 36 millones de rezagados, más de la mitad de la población de jóvenes y adultos
Según fechas anunciadas por el presidente electo Vicente Fox, la publicación de este comunicado coincidirá con la designación del próximo titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP). El nuevo secretario heredará de la administración saliente un cúmulo de problemas y retos, algunos de los cuales hemos resaltado en nuestros últimos comunicados. De ellos sobresale, por su magnitud e implicaciones, el "rezago educativo", término que señala al conjunto de mexicanos mayores de 14 años que no han terminado los nueve grados de educación básica constitucionalmente obligatoria.
En esta ocasión, Observatorio presenta a sus lectores las principales dimensiones que comprende este problema y enfatiza las razones por las cuales debe tener prioridad en el proyecto educativo del próximo sexenio.
Jóvenes y adultos que no han concluido su educación básica
Lo que más debe preocupar es que los cuatro últimos gobiernos de la República han trasmitido a sus sucesores una carga más pesada que la recibida. En efecto, en 1976 el rezago estaba constituido por 16.9 millones de mexicanos mayores de 14 años que no habían terminado su educación primaria; en 1988, la cifra ascendía a 19 millones, y en 1994, a 21.5 millones. El número de rezagados en 2000 oscila, según la fuente, entre 33 y 36 millones de jóvenes y adultos, cifra que incluye a los analfabetas y a los mayores de 14 años que no concluyeron los niveles de primaria y secundaria. Aunque el desproporcionado incremento en la tendencia obedece principalmente a la obligatoriedad de la secundaria, los datos reflejan que el fenómeno se ha comportado como una "bola de nieve". De seguir las actuales tendencias, al final del sexenio 2000-2006 el rezago superaría la cifra de 37 millones de personas.
Para analizar el problema, debe reconocerse, en primer lugar, que el rezago no se distribuye aleatoriamente entre todos los estratos de nuestra sociedad ni es ajeno a la desigualdad de género, sino que afecta en mayor medida a las mujeres y se concentra en las poblaciones más marginadas. Es un problema de naturaleza ética y política que indica que la nación no ha cumplido con el deber de asegurar un nivel mínimo de igualdad de oportunidades educativas a todos sus integrantes.
Otra dimensión significativa del rezago educativo es su relación con la productividad del país y su posibilidad de competir en los mercados internacionales, ya que afecta la preparación para el trabajo que ha alcanzado nuestra población económicamente activa (PEA). 21 millones de mexicanos que desarrollan actividades económicas, los cuales representan 55 por ciento de la PEA, no han concluido los nueve grados que integran la educación básica desde 1993, y el 21.5 por ciento de dicha población no ha logrado cursar siquiera los cuatro grados de escolaridad necesarios para adquirir lo que se conoce como "alfabetización funcional" (datos de la Encuesta Nacional de Educación, Capacitación y Empleo, STPS, 1997).
Desigualdades regionales
Una tercera dimensión del rezago es geográfica. Así como los adultos que no han concluido su educación básica se concentran en los estratos sociales más débiles de la sociedad, el desarrollo del sistema escolar también ha sido más lento en las regiones económicamente más atrasadas del país. En efecto, se estima que la demanda potencial de enseñanza secundaria, constituida por adolescentes entre 12 y 14 años, está satisfecha en 87.4 por ciento dentro de las regiones más desarrolladas del país y sólo en 71.9 por ciento en las más atrasadas. Estos datos confirman que México tampoco ha asegurado las mismas oportunidades educativas a los ciudadanos que residen en las diferentes regiones integrantes de su propio territorio.
Otro aspecto de las desigualdades educativas regionales se sitúa en el plano internacional. México, como es sabido, fue el primer país de América Latina que suscribió tratados de libre comercio con Norteamérica y con la Unión Europea. Se podría suponer, en consecuencia, que esta decisión se apoyaba en que la preparación de nuestra fuerza de trabajo y la calidad de nuestra educación sobresalían entre los países de la zona latinoamericana.
No es así: desafortunadamente nuestro sistema escolar está atrasado en relación con los de otros países. Entre otros indicadores del rezago educativo, incluyendo los grados escolares, que sí fueron cursados por quienes después desertaron, hay que ponderar la distancia existente entre el desarrollo educativo de nuestro país y el de otros de nivel socioeconómico relativamente semejante al de México.
Contamos con los resultados de un estudio publicado hace dos años por la UNESCO (Primer Estudio Internacional Comparativo sobre Lenguaje, Matemática y Factores Asociados en Tercero y Cuarto Grados, UNESCO-OREALC, 1998) de los cuales se infiere que nuestro sistema escolar está produciendo resultados insatisfactorios y que, además, funciona en forma ineficiente, ya que el país invierte relativamente más dinero en la educación, pero obtiene resultados mediocres: de acuerdo con su Indice de Desarrollo Humano y con su producto interno por habitante (PIB), México ocupa el cuarto lugar entre los once países que participaron en ese estudio. Además, de acuerdo con el porcentaje del presupuesto nacional destinado a educación, nuestro país ocupa el primer sitio; sin embargo, ocupó el noveno lugar por los resultados de las pruebas de aprovechamiento aplicadas en el tercer grado de primaria, y el séptimo en relación con las pruebas de matemáticas aplicadas en el mismo grado.
El rezago por extraedad
No se dispone, desafortunadamente, de información precisa sobre la correspondencia entre las edades de los estudiantes y los grados que cursan, ya que la SEP no publica esta información. Sin embargo, es posible obtener una medida aproximada del fenómeno conocido como "extraedad" (estudiantes que exceden la edad típica del grado que cursan) por el hecho de que la matrícula de primaria es mayor que la población que constituye su demanda potencial (número de niños de seis a once años). Si se acepta este supuesto, se puede afirmar que uno de cada 12 alumnos que cursa la primaria en las regiones más desarrolladas del país, yuno de cada seis en las zonas más pobres, están fuera de la edad escolar regular. Este indicador también refleja que las desigualdades educativas están inversamente relacionadas con los niveles de desarrollo socioeconómico de las diferentes regiones.
Existe también una relación entre el tamaño de la comunidad y la inasistencia a la escuela. Por ejemplo, en comunidades pequeñas de 2 mil 500 habitantes, la proporción de la población entre 15 y 19 años que no asiste a la escuela es de 87.4 por ciento, mientras que en lugares de 15 mil y más habitantes, la proporción es de sólo 45.1 por ciento.
Reflexiones
Desde hace mucho tiempo se ha señalado que para abatir el rezago educativo es necesario instrumentar estrategias encaminadas a alcanzar dos objetivos complementarios entre sí: por un lado, es necesario "cerrar la llave" de la fuente que ha venido alimentando al número de adultos que no termina su educación básica; por otro, "secar el estanque" que se ha formado por la acumulación de los rezagados.
Para alcanzar el primer objetivo, como el acceso a la educación primaria ya está al alcance de todos los niños del país, es necesario dirigir las acciones a abatir la deserción.
Es muy alta la probabilidad de que los estudiantes que abandonan prematuramente la educación básica sean quienes incurrieron en situaciones de atraso escolar (reflejadas en bajos niveles de aprovechamiento y en problemas de extraedad). Si bien es cierto que estas situaciones están causalmente relacionadas con diversos factores sociales, culturales y económicos, tales como los costos de oportunidad de la escolaridad y las deficiencias educativas de las familias pobres, también dependen de la calidad de la educación que se ofrece. Por tal razón, la deserción no puede ser evitada mediante la aplicación de políticas de carácter general, sino que exige impulsar un conjunto de políticas y de programas enfocados al mejoramiento de la calidad de la educación que se imparte, especialmente en las escuelas de las localidades rurales y en las zonas urbanas marginadas del país.
En relación con el segundo objetivo, para que la educación de los adultos sea eficiente y eficaz, es indispensable vincularla con acciones que aseguren su relevancia y pertinencia, por su vinculación, por ejemplo, con programas de capacitación para el trabajo que, además, proporcionen a los adultos los elementos necesarios para utilizarla eficazmente. Nos referimos a la organización de empresas productivas, al otorgamiento de créditos, al acceso a asesorías financieras, industriales, comerciales, etcétera. Será conveniente además focalizar los programas hacia grupos específicos (por género, edad, medio en el que se vive o requerimientos laborales) con el fin de hacerlos más atractivos. Desde luego, también es necesario operar con eficiencia y agilidad un sistema de acreditación de conocimientos y competencias adquiridas en medios distintos del escolar.
Debe mencionarse asimismo la importancia de introducir a los adolescentes al uso de las tecnologías informáticas, hoy indispensables, y de reforzar la aplicación de los conocimientos que van adquiriendo (por ejemplo, promover que los recién alfabetizados ejerciten la lectura y escritura). Es de desear que la nueva administración federal, que ha anunciado una amplia acción de educación permanente, instrumente un conjunto de políticas adecuadamente articuladas entre sí, que recuperen lo mejor de las experiencias desarrolladas hasta el momento, al mismo tiempo que renueven con brío el objetivo de abatir, de veras, el actual rezago educativo de los mexicanos.
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