VIERNES 24 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Angel Guerra Cabrera Ť
Chávez y el populismo latinoamericano
El Acuerdo de Caracas, mediante el cual Venezuela suministrará petróleo a países centroamericanos y caribeños en condiciones muy favorables, habla de una actitud generosa e independiente del gobierno de Hugo Chávez. A contrapelo del libre comercio y el aprovechamiento egoísta de las asime-trías, que busca recolonizar a los países periféricos y balcanizarlos, este instrumento rescata los principios bolivarianos de hermandad y solidaridad latinoamericanas, que las elites del capitalismo globalizado y sus agentes locales pensaban haber sepultado para siempre.
La inclusión de Cuba en el acuerdo, además de justa, marca también un importante precedente político al concretar Venezuela un saludable acto de soberanía y autodeterminación. Más allá de los indudables beneficios económicos para la isla antillana, la actitud de Caracas entraña un enorme valor moral en estos tiempos en que estaba pareciendo una regla la aquiescensia dócil de los gobiernos ante los designios del norte.
Pero no se trata sólo del suministro unilateral de petróleo a Cuba, sino de un amplio convenio de colaboración entre ésta y el país andino que permitirá a los venezolanos recibir como contrapartida, además de divisas líquidas, servicios de salud, asesoría deportiva y pedagógica, productos farmacéuticos de vanguardia y tecnología para la producción de azúcar, todos ellos muy necesarios en una nación que está empeñada en generalizar la justicia social y desarrollar la soberanía alimentaria.
Mucho más importante que los embarques de crudo será para Cuba la transferencia de tecnología para la prospección y extracción del hidrocarburo, en vista de que la isla marcha sostenidamente hacia la autosuficiencia en la producción de petróleo y gas natural.
Cuba se compromete, además, a enviar gratuitamente médicos y personal paramédico a apartadas regiones venezolanas donde no llega la medicina privada, ni tampoco la pública por ahora. Conviene recordar que centenares de médicos de la isla brindan este servicio en los mismos términos en la propia Venezuela y en otros países. Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala pueden dar fe de ello, como también varios estados africanos y Haití, que en breve recibirá 600 médicos más.
El Acuerdo de Caracas pone de relieve la voluntad venezolana de impulsar la cooperación e integración de América Latina y el Caribe fuera del circuito imperial, que ha venido propugnando Chávez. Esta ya había sido sustanciada por su apoyo a la aspiración brasileña de fortalecer el Mercado Común del Sur y su rechazo categórico al injerencista Plan Colombia.
En un contexto extrarregional, el liderazgo de Chávez fue decisivo, con el apoyo de México y Arabia Saudita, en la reactivación de la OPEP y el alza de los deprimidos precios del petróleo, aunque el ex paracaidista sostendría una visión integral del restablecimiento del protagonismo internacional de los países subdesarrollados. Así, el Acuerdo de Caracas parecería encaminado también a buscar una concertación con países subdesarrollados no petroleros, cuyo respaldo necesita la OPEP para evitar ser orillada y dividida de nuevo por el club de los ricos. El ejemplo de este acuerdo podría estimular a México a ampliar el Pacto de San José (por lo pronto ya Vicente Fox ha asegurado estar de acuerdo con incluir en éste a Cuba). Pero el gesto venezolano se antojaría aún más abarcador en sus fines y buscaría que el ejemplo de los dos grandes productores latinoamericanos de hidrocarburos fuera seguido por sus pares del Medio Oriente respecto a los países africanos y asiáticos.
La coyuntura no puede ser más propicia cuando la OPEP ha recuperado mucha de la influencia internacional que perdió y los países subdesarrollados no petroleros podrían apoyar la actuación de ésta a cambio de un trato preferencial a sus compras de crudo y a una eventual concertación en la defensa de los vapu-leados precios de sus materias primas.
La orientación --tercermundista se habría dicho en otros tiempos-- seguida por el gobierno de Chávez trae el recuerdo de los tiempos de gloria del ahora denostado populismo latinoamericano. Fue entonces cuando siguiendo la pauta del México cardenista se nacionalizó el petróleo brasileño y argentino, y más tarde peruano, ecuatoriano y venezolano, o tiempo después se hizo aprobar en Naciones Unidas la hoy olvidada, pero vigente, Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados.
En la construcción de un nuevo proyecto con arraigo en nuestras tradiciones, la izquierda latinoamericana deberá, entre otras fuentes, rescatar la valiosa reserva de experiencias democráticas, antimperialistas y de justicia social legadas por el populismo más avanzado en nuestra región. A juzgar por sus actos, eso es lo que estaría intentando el presidente Hugo Chávez.