JUEVES 23 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Jean Meyer Ť
Colombia con o sin plan
En el próximo enero, Panamá, Brasil, Ecuador, Perú y Venezuela, todos países limítrofes de Colombia, se reunirán para prevenir los previsibles efectos negativos del Plan Colombia; concebido por Washington y apoyado por la Unión Europea. Dicho plan debería combatir el narcotráfico en Colombia para desligarlo de las guerrillas, supuestamente de izquierda, FARC y ELN. No sé si de los paramilitares.
No cabe duda que el cultivo directo o indirecto y la fiscalización cobrada a los narcos son una fuente increíble de dinero para los violentos de todos colores y para mucha gente más. Las guerrillas ya protestaron contra un plan que entraría en vigor la semana próxima y que denunciaron como una intervención militar del imperialismo yanqui.
Clinton puede jurar: "No tenemos ningún objetivo militar. No creemos que su conflicto tenga una solución militar. Nuestro objetivo es a favor de la paz y contra la droga", nadie lo cree. Los fantasmas de Vietnam y de El Salvador andan sueltos en los plantíos de coca y por eso los vecinos de Colombia se preocupan: una patada en un avispero, eso es para ellos el mentado plan, cuyo primer efecto será la exportación del conflicto a sus países con llegada masiva de campesinos refugiados, revueltos con guerrilleros y perseguidos por fuerzas colombianas (Ƒ"asesoradas" por "consejeros" estadunidenses?) exasperadas por la existencia de santuarios del otro lado de la frontera. Además, supongamos que tenga éxito el plan, Ƒse quedarán los narcos sin pastura? Claro que no. Plantarían en seguida -no sería una novedad en Ecuador y Perú- en las naciones vecinas. Panamá ya tiene refugiados en su territorio y las guerrillas intervienen tan abiertamente que un obispo católico que denunciaba sus exacciones ha tenido que retirarse para no perder la vida.
Colombia, Estados Unidos y Europa van a gastar 7 mil 500 millones de dólares para que soldados colombianos, entrenados por los estadunidenses, protejan a la policía mientras aquélla fumiga los plantíos. El dinero se gastaría además en un plan de sustitución de cultivos para los campesinos: pan y palo. Suena bonito pero el solo anuncio del plan ha provocado una batalla de primera magnitud entre todos los "violentos" en presencia.
Dejemos a un lado el problema de saber si la mejor lucha contra la droga (y su consumo en los Yunaites) es la que opera a la fuente; a un lado también el enorme e inminente problema de la internacionalización de la violencia colombiana y quedemonos con el drama que viven los colombianos.
El 16 de noviembre El País publicó un gran reportaje desde Putumayo, al sur de Colombia. Me quedo con ese testimonio: "Nosotros los de abajo queremos saber a qué leyes nos acogemos. Nos están matando, ultrajando. Así vengan gringos, paramilitares, guerrilla, gobierno, dictadura, queremos un solo patrón". En esa región las cifras hablan de 50 mil hectáreas de coca, 350 mil habitantes, mil 500 FARC, 600 paramilitares y mil "gobierno", entre soldados y policías. Los "violentos" pugnan por el control de la cocaína y los "pacíficos", como siempre, son las víctimas atrapadas entre dos, tres, quién sabe cuántos fuegos. Ese botón de muestra nos recuerda que Colombia vive una tragedia mayúscula: el número de personas desplazadas acerca ya a los 2 millones y Casandra tiene razón cuando predice que esa cifra seguirá creciendo.
Los colombianos de las ciudades descubren hoy el problema; hasta hace unos años la opinión nacional se había acostumbrado a vivir en una situación de "ni guerra, ni paz" que no afectaba a la mayoría de la población; reaccionaba en función de asesinatos espectaculares, de atentados terroristas, de la acción de las pandillas juveniles urbanas, de los sicarios; no se daba cuenta del cambio profundo de la violencia, del crecimiento de las guerrillas y contraguerrillas, de la expansión continua del cultivo de la droga.
Ahora sí, con la expansión paralela de los diversos "violentos", con las derrotas espectaculares sufridas por el ejército, con el mismo Plan Colombia, los colombianos se dan cuenta que la tragedia ha tomado otra dimensión. ƑY nosotros?, Ƒy nuestros gobiernos? Ya nadie puede negar la gravedad de la "cuestión colombiana".