JUEVES 23 DE NOVIEMBRE DE 2000

 

Ť Octavio Rodríguez Araujo Ť

A 90 años

Este país, desde la Revolución Mexicana, se construyó en el marco del intervencionismo estatal. Este sirvió tanto para favorecer el desarrollo de las burguesías industrial, comercial y agraria como para dar, a cuentagotas, algo de la justicia social que se demandaba en el país contra el régimen de privilegios de la dictadura. La idea prevaleciente durante décadas, con diversos apoyos teóricos, a veces muy bien estructurados, fue que la población mexicana tendría, en general, un mejor nivel de vida si el país se desarrollaba. Se hablaba de desarrollo nacional, y se distinguía éste del mero crecimiento económico, que no necesariamente se traduce en la distribución de la riqueza.

En los tiempos del gobierno de López Portillo se puso énfasis en el agotamiento de la Revolución Mexicana, en que ésta ya había cumplido su ciclo y, sobre todo, en que habrían de terminarse los subsidios al capital y terminar con lo que se calificó como "economía ficción". Era el gobierno de transición entre el populismo estatista y el neoliberalismo que habría de inaugurar, bajo la consigna del cambio estructural, el gobierno siguiente. El interés por el desarrollo nacional fue suplantado por el interés de incorporar el país a la lógica de la globalización, y atender las desigualdades sociales no más con políticas de Estado sino mediante el asistencialismo selectivo determinado por el presidente de la República. El resultado fue un incremento exagerado de las desigualdades sociales y económicas y, por lo mismo, mayor concentración de la riqueza en pocas manos y su complemento lógico: mayor pobreza.

El desarrollo nacional fue archivado; se insistió en que el crecimiento económico sería la condición para producir la riqueza necesaria para que después, un después que nunca ha llegado, pudiera repartirse a la población. El mismo Zedillo reconoció hace unos años que esta generación tendría que sacrificarse porque el bienestar para las familias, que prometiera en su campaña electoral, no podría alcanzarse antes de 20 años.

Según los últimos gobernantes, el abandono de la economía ficción, supuestamente basada en los subsidios y en la regulación de la economía (intervencionismo estatal), permitiría, por lógica, entrar en la era de la economía real y verdadera, es decir, sujeta a la oferta y a la demanda, y determinada por los "misteriosos" mercados que dominan la economía mundial el día de hoy, y desde hace rato. El resultado de estas políticas ha sido el beneficio de unos cuantos empresarios, megaempresarios para que mejor se entienda, y la pérdida paulatina de nuestra soberanía, que era la base para pensar en el desarrollo nacional, el mismo que permitió a los países desde hace tiempo desarrollados mantenerse en los primeros niveles de la economía mundial. ƑSe hubieran desarrollado los países desarrollados sin políticas de desarrollo nacional y luego de la expansión mundial de sus economías, gracias al intervencionismo estatal, incluso para proteger a sus capitales en el exterior? Por supuesto que no. La globalización económica que vivimos ahora es consecuencia y necesidad a la vez de los grandes capitales protegidos por los gobiernos de sus países en una nueva división mundial del trabajo, que no sólo han impuesto esos capitales sino los países que les sirven de sede y que controlan tanto al Banco Mundial como al Fondo Monetario Internacional (me refiero a los países del Grupo de los Siete), para que se haga su voluntad en el resto del mundo.

A 90 años de la Revolución Mexicana, que en realidad fue varias revoluciones en las que perdieron los más progresistas, el intervencionismo estatal se convirtió en intervencionismo gubernamental para favorecer a los amigos del presidente o del gobernador. Y la justicia social, basada en la idea del desarrollo nacional, se convirtió en el reparto de migajas a quienes nada tienen y en el cobro progresivo de todos los servicios a quienes se supone que pueden pagarlos (incluyendo la educación superior), ahora o en abonos. Lo único que podríamos reconocer de la vieja revolución, con la excepción de Tabasco y Jalisco recientemente, es el sufragio efectivo y, desde luego, la no reelección. Todo lo demás, que fue pensado para el desarrollo de la nación, es decir la justicia social y un mejor nivel de vida para todos los mexicanos, fue olvidado por los priístas y nunca aceptado por quienes se quedaron con el PAN, que pronto habrán de gobernarnos. Triste futuro el nuestro.