JUEVES 23 DE NOVIEMBRE DE 2000

 

Ť Soledad Loaeza Ť

Cada oveja con su pareja

La llamada "reconciliación" entre Vicente Fox y el Partido Acción Nacional seguramente ha roto muchos corazones entre quienes sin haber sido jamás panistas ni foxistas se han subido a las alas de la democracia con la esperanza de aterrizar en el poder. Sin embargo, es muy buena noticia para quienes creemos que el autoritarismo mexicano era en esencia un asunto de presidencialismos desbordados e individuos dizque carismáticos, porque contribuye a disipar los temores de que se repita en México la triste experiencia de Fujimori en Perú y de Chávez en Venezuela, donde la personalización del poder y la supuesta relación directa entre el líder y el pueblo, una vez más fue el camino directo a la antidemocracia. Una experiencia que se repitió una y otra vez en México durante el siglo XX. Sus protagonistas más conspicuos fueron Lázaro Cárdenas y Luis Echeverría.

Cuando Vicente Fox anuncia que el PAN es su partido y que jugará un papel importante en el próximo gobierno, está reconociendo la importancia que tienen las instituciones para gobernar, porque son un apoyo para la acción política, pero también sientan los límites de su alcance. El PRI siempre fue lo primero, pero nunca hizo lo segundo.

Después de muchos meses, el presidente electo ha aceptado que lo llevó al poder un partido, el PAN. Bueno, dos, si contamos al Partido Verde Ecologista de México (PVEM). (En justicia habrá que hacerlo, porque fue el único otro partido de oposición que atendió sin demasiados remilgos la invitación a formar una coalición electoral, y si en relación con Acción Nacional el presidente electo Fox fue ingrato en las primeras semanas después de la elección, ni qué decir del justo olvido en el que dejó al PVEM. De recordarlo, no habría quedado tan desconcertado cuando en Londres, John Prescott, ministro para el medio ambiente y el transporte, le dio la bienvenida con un: "me da mucho gusto saludar al primer presidente verde de América Latina".) Todo sugiere que la rehuida identificación con Acción Nacional le fue impuesta a Vicente Fox por la negativa de distinguidos perredistas a integrarse a su gobierno, así como por las elecciones de Jalisco que, si bien no le dieron el triunfo al PRI, fueron prueba de que es una fuerza política real, aunque disminuida. Ambos acontecimientos pusieron al descubierto las fronteras del mandato del nuevo presidente, tal y como fueron dictadas por los votantes, y dieron al traste con el intento de ampliar ese mandato mediante la integración de un "gabinete plural", que tenía el defecto de concebir la pluralidad meramente como diversidad de celebridades, sin que fuera en ello un programa prestablecido derivado de negociaciones y compromisos entre fuerzas políticas distintas que están dispuestas a gobernar conjuntamente. El foxismo sufrió una derrota que, de manera inevitable, fortaleció al panismo.

La fórmula del "gabinete plural", que era la divisa de quienes han apoyado a Vicente Fox queriendo mantenerse fuera del alcance de Acción Nacional, convenía como defensa de la movilidad política, es decir, del paso de un partido a otro, en un movimiento que buscaba preservar todas las ventajas de estos traspasos sin pagar ninguno de sus costos. El nuevo gobierno será panista, pese a que muchos de sus integrantes no sean todavía miembros activos del PAN. Lo será porque el equilibrio de fuerzas políticas no da para más y se les impondrá gradualmente. Todos ellos tendrán que reconocer que ese partido es el único apoyo con que cuentan con cierta seguridad, como ha quedado demostrado en los últimos días. En cambio, el apoyo multipartidista al que aspiraban, únicamente lo lograrán si trabajan, escuchan, convencen a los miembros y negocian con ellos sus propuestas políticas. Este programa de trabajo incluye desde luego al propio Acción Nacional, porque son de preverse diferencias importantes entre el partido y el gobierno, por ejemplo, en materia de política exterior. En este terreno los panistas tienen una tradición de crítica consistente hacia la diplomacia activa, que se remonta a 1939, y se manifestó durante los gobiernos de Echeverría y de López Portillo.

Como es natural, a cambio de apoyo, Acción Nacional espera que los secretarios propongan políticas afines con la visión y los intereses del partido, con base en el argumento de que tienen el respaldo de 43 por ciento de los mexicanos que le dio la victoria. El intercambio entre el gobierno y su partido tendrá un efecto muy importante de institucionalización de los comportamientos y asentará las identidades políticas, un proceso de definición que no ocurría en la nebulosa de los gobiernos priístas que, curiosamente, mucho tenían de frente amplio. Contrariamente a los temores que han expresado una y otra vez los líderes panistas, este proceso no sería una vuelta al pasado, a diferencia del presidencialismo desbordado que sí lo sería. Pero además tendrá la noble consecuencia de impulsar el mismo tipo de definiciones entre las otras fuerzas políticas, y así, cada oveja con su pareja, contribuirá a disipar la incertidumbre del cambio.