MIERCOLES 22 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Alejandro Nadal Ť
Gran venta de los cielos en La Haya
La conferencia de La Haya tiene por objeto convertir el Protocolo de Kioto en un régimen eficaz para detener el calentamiento climático. Sin embargo, las negociaciones amenazan con desembocar en una gigantesca venta de los derechos a contaminar la atmósfera.
El Protocolo de Kioto obliga a 39 países industrializados a reducir las emisiones de seis gases invernadero a un nivel 5 por ciento debajo del de 1990. Esta meta debe alcanzarse entre los años 2008-2012 y se pueden seguir dos vías para lograrlo.
La primera es la reducción de las emisiones que esas economías inyectan a la atmósfera cada año. La meta acordada en Kioto es muy débil (los científicos consideran indispensable una reducción de 60 por ciento debajo de las emisiones de 1990). Por eso recortar las emisiones es prioritario. La manera de lograrlo es con mejoras tecnológicas y un uso más eficiente de combustibles.
El Protocolo de Kioto incorpora una segunda posibilidad en los llamados mecanismos de flexibilidad para que los países industrializados cumplan sus metas sin un costo excesivo. Los detalles técnicos de esos mecanismos son el corazón de la negociación en La Haya. La negociación es delicada, porque demasiada laxitud permitiría a los países industrializados simular el cabal cumplimiento de sus obligaciones de Kioto sin reducir sus emisiones de gases invernadero. Demasiada rigidez puede convertir el protocolo en algo inaceptable, cerrando incluso la posibilidad de alcanzar sus modestas metas.
Para Estados Unidos y otros países (Australia, Canadá, Japón y Rusia), los mecanismos de flexibilidad deben generosos. La Unión Europea desea restringirlos para obligar a reducir de manera efectiva las emisiones. Los países subdesarrollados están de acuerdo con los europeos, aunque algunos prefieren mayor laxitud porque perciben beneficios en la forma de inversiones adicionales.
El primer mecanismo es un mercado internacional de cuotas de emisiones de gases invernadero. Los países que rebasen sus metas de reducción pueden vender la parte no utilizada de su cuota permitida. Aquéllos que no cumplan sus metas de reducciones pueden comprar en dicho mercado las cuotas permitidas no utilizadas. Se supone que este mercado crearía incentivos para los países más limpios y castigos a los más contaminadores.
La mercancía que se venderá en ese mercado es el derecho a contaminar. Países como Estados Unidos podrán mantener sus altísimos niveles de emisiones de gases invernadero y, al mismo tiempo, cumplir con las metas de Kioto, comprando cuotas transferibles de emisiones. De hecho, la administración Clinton firmó el protocolo porque sostiene que su país podría comprar las cuotas necesarias a buen precio y evitar pérdidas de competitividad o menor crecimiento de su economía. Buena parte de las cuotas que Estados Unidos compraría pertenecen a Rusia, porque el colapso de su industria le permite cumplir con la meta de Kioto y vender la parte de su cuota no utilizada.
Otro mecanismo permitiría contabilizar la absorción de bióxido de carbono (CO2), que naturalmente realizan los bosques, y deducir esa contribución del total de emisiones. Los países de grandes superficies boscosas, como Canadá y Estados Unidos, podrían cumplir sus metas de Kioto sin hacer esfuerzos para reducir sus emisiones.
La Unión Europea se opone y propone límites para el empleo de sumideros de CO2 en la contabilidad de emisiones "netas". Estados Unidos rechaza los límites y hasta propone contabilizar la contribución de pastizales y superficies cultivadas con sistemas de labranza mínima como sumideros. Según Estados Unidos, sus sumideros de CO2 le permitirán retirar de la atmósfera 300 millones de toneladas anuales en el 2010, cerca del doble de su meta de reducción de emisiones.
Para muchos científicos la contribución neta de los bosques es incierta. Existe además el riesgo de que se sustituyan bosques primarios por plantaciones de especies comerciales de rápido crecimiento (los árboles jóvenes absorben mayor cantidad de CO2). Esto se complica porque algunos países subdesarrollados ven en este mecanismo la oportunidad de obtener nuevas inversiones provenientes de los países industrializados. Hasta las organizaciones ambientalistas más importantes se encuentran divididas en este punto.
El calentamiento global ya es una realidad y seguramente va a empeorar. Si el Protocolo de Kioto tolera mecanismos demasiado flexibles, ese instrumento tendrá demasiados resquicios para que los países industrializados puedan eludir sus responsabilidades. El resultado final será la gran subasta de la atmósfera. Los países industrializados serán los únicos compradores, pero todos los habitantes del planeta sufrirán las consecuencias negativas del cambio climático.