MIERCOLES 22 DE NOVIEMBRE DE 2000

 

Ť Bernardo Bátiz Vázquez Ť

Los valores de la Revolución Mexicana

A noventa años de iniciado el movimiento conocido como Revolución Mexicana es pertinente hacer un repaso de los motivos que lanzaron a una parte muy importante del pueblo mexicano a una lucha cruenta y larga para cambiar el régimen en el que había vivido por uno nuevo, menos desigual y más justo.

Podríamos usar como guía para entender los motivos de la revolución, los diversos lemas que se han quedado como síntesis de ideas más amplias; tres muy fáciles de mencionar y recordar son: "Sufragio efectivo. No reelección", "Tierra y libertad" o "La tierra es de quien la trabaja", y "Municipio libre".

El primero fue la consigna propuesta por Francisco I. Madero en el Plan de San Luis y tiene un contenido eminentemente político. Nace de la exigencia al gobierno de Porfirio Díaz para que permita al pueblo elegir a sus gobernantes, esto es, para que se establezca en el país la democracia y que deje el gobierno de manipular los recursos públicos para conseguir la reelección en el gobierno del mismo personaje o del mismo partido, una y otra vez.

Los valores que este lema encierra pertenecen al ámbito de la política y la democracia; uno de ellos, el sufragio efectivo es, sin duda, un valor universal, se acepta en todas partes como algo indispensable en los países modernos. El otro, la no reelección, es un valor local y circunstancial que se funda en el hecho comprobado de que durante muchos años en el porfiriato, y luego durante otros más numerosos, en los regímenes llamados revolucionarios, quien estaba en el poder, persona o partido, podía seguir estándolo indefinidamente mediante el empleo de los recursos que el mismo poder le facilitaba.

Estos valores democráticos los estamos apenas estrenando; si bien en la ley éramos un país democrático, en la práctica la democracia era una meta a alcanzar, y si con el asesinato de Obregón se canceló una tentación de reelección, la ha habido indirecta a través de un partido oficial, que apenas está dejando de serlo.

Los lemas relativos a la tierra, que fueron la bandera de Emiliano Zapata, el jefe del Ejército Libertador del Sur, siguen siendo una meta lejana; si bien es cierto que se repartieron las grandes haciendas entre los campesinos pobres del agro mexicano, éstos nunca tuvieron acceso a un crédito oportuno ni a tecnología moderna y, salvo excepciones, el reparto ejidal fue un fracaso, que finalmente desembocó en la contrarreforma salinista al artículo 27 constitucional que abre las puertas nuevamente al latifundio.

Estos valores siguen vigentes, pero estamos todavía en deuda con ellos y, como suele decirse, son una asignatura pendiente. El municipio libre, principio propuesto por Venustiano Carranza y Luis Cabrera en 1915, ha tenido mejor suerte y ya está consagrado como principio en la Constitución, y la práctica en muchos municipios del país efectivamente es de libertad, participación de los ciudadanos en sus gobiernos y de la autonomía necesaria para el cumplimiento de sus funciones.

Sin un lema tan preciso como los anteriores, el de una mejor distribución de la riqueza, es decir, el de justicia social, que aún se usa en la papelería del PRI, se encuentra también incumplido.

La legislación laboral y, especialmente, las autoridades encargadas de aplicarla han fracasado en alcanzarla, aunque hay honrosas excepciones, pero los derechos de los trabajadores se encuentran arrinconados por los intereses del gran capital y de la globalización.

Como se ve, no podemos todavía liquidar la Revolución Mexicana; están pendientes de cumplir algunas de sus promesas, y si bien el partido que se adjudicó su titularidad ha sido desplazado en buena medida del poder público, los grandes ideales que movieron a campesinos, clases medias y obreros del México de 1910 a 1930, siguen siendo vigentes y es necesario que se dé continuidad al impulso inicial para alcanzarlos y que fue truncado por la burocratización y decadencia del PRI, entre otras causas.

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