LUNES 21 DE NOVIEMBRE DE 2000

Ť Fajardo Gutiérrez, pediatra del Centro Médico


No hay estrategias coordinadas para detección de cáncer infantil

Ť La enfermedad se diagnostica en etapas avanzadas, afirma

Ť La tasa anual de incidencia en México, de 136.6 casos por millón

Carolina Gómez Mena Ť Según un estudio realizado por la Coordinación de Investigación Médica del Centro Médico Nacional Siglo XXI del IMSS en el Distrito Federal y siete estados de la República, en México la tasa de incidencia de cáncer infantil es de 136.6 casos por millón de niños al año en promedio, de los cuales alrededor de 50 por ciento fallece durante el tratamiento y 15 por ciento durante la primera fase del procedimiento médico.

Actualmente la incidencia se ha estabilizado pese a que la tendencia hasta hace poco era notoriamente ascendente, ya que en los ochenta se daban 70 casos por millón de infantes; de 1992 a 1994 subió a 80, y de 96 hasta el año pasado fue de 136.6.

El alto nivel de mortalidad, además de dar indicios de la calidad de la atención médica, evidencia que el país carece de estrategias coordinadas a nivel gubernamental, estatal e institucional para la detección tem- prana de la enfermedad, consideró Arturo Fajardo Gutiérrez, jefe de la Unidad de Investigación Médica en Epidemiología Clínica del Hospital de Pediatría del CMN Siglo XXI.

En entrevista con La Jornada, el especialista manifestó que en el comparativo con Estados Unidos en cuanto a reducción de la mortalidad infantil por cáncer, México está rezagado, pues aunque en el vecino país la incidencia es levemente superior --139 por millón de niños de cero a 14 años-- su mortalidad es de sólo 30 por millón, es decir, muere poco más de 21 por ciento de los afectados, en tanto que el incremento de la propensión es de 1 por ciento al año.

Fajardo Gutiérrez manifestó que la principal razón por la cual no se abate la mortalidad en el país es que los pacientes son diagnosticados en etapas avanzadas de la enfermedad. Se sabe que entre 50 y 70 por ciento de los niños mexicanos con neoplasias sólidas son diagnosticados en etapas III y IV del mal, lo cual, pese a que se brinde el mejor tratamiento de quimio y radioterapia, influye decisivamente en un mal pronóstico de vida.

El conocimiento teórico señala que los factores de riesgo que posibilitan el desarrollo de cánceres infantiles son la exposición al tabaco, compuestos ambientales derivados del petróleo, tales como pesticidas, herbicidas e insecticidas, y tal vez vivir cerca de campos electromagnéticos, lo que indica que el cáncer en este rango de edad es prevenible.

El galeno refirió que en algunos países las neoplasias infantiles han llegado a ser la segunda causa de muerte en la población de uno a 15 años; tal es el caso de Estados Unidos, en donde sólo le anteceden los accidentes, mientras que en México en la población derechohabiente infantil del IMSS durante los noventa fue el primer lugar en menores de cinco a 14 años de edad, quinto en el rango de uno a cuatro años y décimo en bebés de menos de un año.

Manifestó que debido a que los cánceres en los niños son diferentes a los de los adultos, la clasificación de ellos se realiza con base en tipo histológico (clase de tejido afectado) y no topográfico (según el órgano en que se sitúa) como en el adulto.

Esto básicamente se debe a que en el niño 92 por ciento de las neoplasias son no epiteliales y sólo ocho por ciento lo son de esa índole, mientras que en los adultos llega a ser hasta de 90 por ciento en la modalidad epitelial.

Por lo anterior, en 1987 se estableció la Clasificación Internacional para Cáncer Infantil (CICI), en la que las neoplasias infantiles se agrupan en 12 grupos encabezados por leucemias, linfomas y tumores del Sistema Nervioso Central (SNC).

También existen tres tipos de patrones según la incidencia de las modalidades mencionadas: la europea, la africana y la latinoamericano.

En ésta última así, como en la europea, el primer lugar lo ocupan las leucemias, padecimiento en el que la médula ósea comienza a producir gran cantidad de glóbulos blancos, con lo que perjudica la elaboración de glóbulos rojos y plaquetas.

Le siguen los linfomas, cáncer en el que se desarrollan crecimientos celulares o tumores en los ganglios linfáticos, y en tercer lugar están los tumores en el SNC, los que crecen en la base del cerebro, por lo que el menor pierde el equilibrio y experimenta incremento de la presión endocraneana.

El tratamiento de las dos primeras modalidades durante aproximadamente dos años cuesta 180 mil dólares, y los resultados pueden ser alentadores si el mal del menor es detectado en etapas tempranas; de ahí la importancia de diagnosticar a tiempo, invertir más recursos en infraestructura médica y establecer un programa preventivo y de atención a nivel nacional, consideró Arturo Fajardo Gutiérrez.