MARTES 21 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Justicia, al fin: las hijas del general chileno
Cadena perpetua a Arancibia por el asesinato de Prats
Ť El crimen, uno de los primeros de la Operación Cóndor
Ť Perplejidad del ex agente al escuchar el fallo en Argentina
Stella Calloni, corresponsal, Buenos Aires, 20 de noviembre Ť "Al fin se hizo justicia, aunque faltan los autores intelectuales aquí, como el general Augusto Pinochet y otros, la opinión pública ya sabe lo que pasó", dijo a La Jornada María Angélica Prats al conocer la decisión de la justicia argentina de condenar a reclusión perpetua a Enrique Lautaro Arancibia Clavel, el ex agente pinochetista, considerado partícipe necesario del asesinato del general chileno Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert, ocurrido en esta capital el 30 de septiembre de 1974.
En una sala habilitada para el largo juicio oral que se desarrolló desde el pasado 9 de octubre, atestada de periodistas, las hijas de Prats, conteniendo su emoción, escucharon el primer fallo de la justicia argentina por un crimen cometido por la dictadura chilena aquí y que es considerado como uno de los primeros y claves de lo que luego se conocería como Operación Cóndor.
El condenado parecía no salir de su perplejidad después de escuchar el fallo donde se lo consideró partícipe necesario de una conspiración para matar que incluía asociación ilícita agravada por la presencia de militares de diversos rangos, la posesión de armas poderosas, el asesinato por medio de explosión (bomba) y por haber estado apoyados por un gobierno.
La familia de Prats esperó durante 26 años este momento. "Habíamos decidido que íbamos a buscar la justicia eternamente, pero a veces parecía algo inalcanzable", dijo María Angélica al narrar los obstáculos que fueron venciendo en tiempos aún de soledad y exilios. Ellas llegaron a todo el mundo, golpearon las puertas más asombrosas, como en Italia, donde pidieron datos a los hombres del grupo fascista italiano de Stéfano Delle Chiaie. Nunca dejaron de buscar los indicios más increíbles para ir armando el tramado de lo que luego fue un juicio que se desarrolló finalmente en Argentina.
"Es casi increíble. Estamos satisfechas de lo que está haciendo la justicia y sabemos que faltan los temibles autores intelectuales, como el general Pinochet, el general Manuel Contreras, Eduardo Iturriaga Newman y otros. Pero aquí está un hombre por cuyas manos pasó la vida y la muerte de muchos chilenos". Los nietos de Prats se turnaron para acompañar a estas mujeres estoicas, que además mostraron una gran dignidad y nunca atacaron a la familia del acusado, que también estuvo en el lugar.
Desde el pasado 9 de octubre revivieron día por día el calvario de sus padres, escucharon cómo se los había vigilado, seguido, perseguido, hasta las horas previas al crimen y el momento en que ambos murieron, cuando al volver de una cena, una bomba colocada en el automóvil estalló al activar los asesinos el control remoto.
Si se pudiera hablar de un personaje oscuro este es Enrique Lautaro Arancibia Clavel, ex agente de la Dirección Nacional de Inteligencia (Dina), la policía política pinochetista, quien debe cargar en su foja criminal muchos otros hechos que no han podido ser juzgados, ya que trabajó aquí durante años, espiando a sus compatriotas y colaborando con organizaciones paramilitares como la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) y la dictadura. También fue pieza clave de la Operación Cóndor, la llamada "internacional de la muerte" una coordinación de las dictaduras del Cono Sur para asesinar, secuestrar, desaparecer, torturar a disidentes políticos en uno u otro país, eliminando las fronteras.
La justicia mencionó varios de los nombres usados por el ex agente de la Dina, (Juan Felipe, Luis Felipe Alemparte y otros) quien enviaba sus informes a través de un télex de los servicios de informaciones del Estado argentino, utilizando también correos especiales de la cancillería chilena, la línea aérea Lan Chile, o Interpol, entre otros.
Al momento de su última detención (1996) era propietario de una empresa de mantenimiento de edificios en Buenos Aires. La semana pasada el representante de la familia Prats, así como el del Estado chileno y la fiscalía habían pedido la reclusión perpetua, y ya se veía el fracaso del intento de la defensa por sostener que Arancibia llegó a Argentina después del crimen. De nada le valió la obvia protección de Michael Towley, el agente estadunidense de la CIA y la Dina, que según se reveló intentó dejar fuera del grupo de asesinos a Arancibia Clavel, su amigo y compañero de andanzas.
Townley es mantenido como "testigo protegido" en su país, ya que podría implicar gravemente a varias instituciones estadunidenses. En 1978, en plena dictadura militar, cuando hubo la posibilidad de que Argentina y Chile se enfrentaran por un conflicto limítrofe, Arancibia fue detenido con otros agentes chilenos y para demostrar cuál era su verdadera misión confesó su cooperación en las operaciones conjuntas. Estos papeles encontrados más tarde en Chile, hicieron imposible al acusado negar su pertenencia a la Dina. Y así lo entendieron los jueces del Tribunal Oral Federal número 6 José Valentín Martínez Sobrino, María del Carmen Roqueta y Horacio Alberto Vaccare. Estos consideraron además como una asociación ilícita la conformación de un grupo con un objetivo claro, y esto es muy importante como antecedente para otros juicios abiertos contra la Operación Cóndor.
En el juicio se utilizaron los documentos que demostraban que la Dina y Arancibia especialmente estaban involucrados en secuestros de ciudadanos chilenos, y además usando documentación falsa y otros delitos graves. Según un testigo, Arancibia ayudó a facilitar el apagón en la cuadra del edificio donde estaban los Prtas y donde se retiró aquella noche la custodia militar. Entre los testimonios más importantes figuran lo actuado por el fiscal estadunidense Eugene Propper en el juicio contra los asesinos del ex canciller chileno Orlando Letelier, en Washington en 1976, entre otros que también conforman la base de la reconstrucción de la Operación Cóndor.
Uno de los más impresionantes testimonios directos durante el juicio fue el de Alfonso Morata Salmerón, virulento anticomunista quien no dio respiro a Arancibia. Pero como señalan las hijas, falta cerrar este juicio con los autores intelectuales y algunos materiales. Y también ha quedado en la sombra el "equipo argentino" sin el cuál el crimen habría sido casi imposible.