MARTES 21 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Alberto Aziz Nassif Ť
ƑEl PAN al poder?
La relación de Vicente Fox con el PAN no ha sido tersa ni fácil, y a partir del primero de diciembre será bastante complicada. La combinación muestra una mezcla extraña: el PAN se tardó 61 años en ganar la Presidencia, y ahora que lo hizo resultó que el próximo presidente no es un panista típico, sino un empresario pragmático de Guanajuato que empezó su vida política en 1988, gracias a una invitación de Manuel Clouthier. Fox será el primer Presidente de la República que emana de las filas de ese partido; el PAN tiene prácticamente toda su historia ubicado en la oposición política; tardó 50 años en que se le reconociera su primera gubernatura (Baja California en 1989). Después del 2 de julio, el candidato triunfador dijo que no gobernaría el PAN, sino Vicente Fox, pero el 18 de noviembre pasado, en la sesión del Consejo Nacional panista, hizo una rectificación y señaló: "vengo aquí a pedir, con humildad, el apoyo de todos y cada uno de ustedes, el apoyo de mi partido, con la convicción de que ganamos los dos o perdemos los dos" (La Jornada, 19/11/2000).
En pocos partidos el origen doctrinario y la militancia escalafonaria cuentan tanto como en Acción Nacional. Sin embargo, el blanquiazul ha experimentado en las últimas dos décadas, desde que empezó su rápida carrera de competencia electoral y de triunfos, una paradoja; los hombres y mujeres que han gobernado, los que ganan los votos, no han sido los panistas típicos que estuvieron picando piedra durante años y que incluso heredaron a sus hijos la militancia y el amor a la camiseta, sino nuevos liderazgos de reciente ingreso, más cercanos a Maquío que a los dos fundadores emblemáticos, Manuel Gómez Morín y Efraín González Luna. Un partido que se mueve en la oposición durante tanto tiempo y en un contexto político tan adverso, como fue el haber enfrentado a un priísmo hegemónico durante décadas, desarrolla una cultura política apegada a su doctrina, con una crítica general al gobierno, con hábitos de militancia unidos por una fuerte mística, y con una gran desconfianza a todo lo que sea gobierno. No se trataba de ganar el poder, sino de dar testimonio de derrotas electorales, pero con victorias morales. Ese panismo, cuyo debate interno era entre los grupos que querían participar y ganar posiciones y los abstencionistas, que no querían "hacerle el juego" al gobierno, quedó en el pasado; hoy el PAN ha llegado al poder, está rodeado de intereses y tiene mucho que repartir, es un nuevo partido gobernante.
Hace poco me comentó un amigo --mitad en broma y mitad en serio-- que la tarea de Fox sería muy difícil porque gobernaría con tres partidos de oposición. Cuando el presidente electo llegó a su partido hace cuatro días, se encontró a los consejeros nacionales del PAN que lo recibieron con frialdad; pero después del discurso se produjo la magia del acercamiento; para algunos observadores Fox se había echado a la bolsa a sus correligionarios; les habló con afecto, hizo las citas correctas y los incluyó en su gobierno, por lo menos de palabra. Lo cierto es que no hay muchos panistas en el equipo de transición; vamos a ver cuántos quedan en el gabinete. Por lo pronto, en las experiencias estatales no ha sido muy exitosa la relación entre los gobiernos panistas y su partido. El problema es complicado porque un gobierno necesita apoyo de su partido, y éste paga y se beneficia de los errores y aciertos del gobierno.
Uno de los espacios en donde la relación entre Fox y el PAN será un tema permanente de tensión en los próximos tres años es en el Congreso, porque él tratará de sacar adelante importantes reformas legislativas, pero Acción Nacional no firmará cheques en blanco al presidente. Si, además, le sumamos la cuenta de los votos, ya que el PAN no tiene mayoría y que las alianzas legislativas con el PRI y el PRD no se vislumbran sencillas, entonces el país puede estar frente a escenarios poco deseables como la polarización o la parálisis.
Presidente y partido inician una nueva etapa el próximo primero de diciembre. No hay recetas de cómo será esa relación, pero sí queda claro que el PAN no hubiera ganado la Presidencia sin alguien como Fox, que hizo una estructura paralela y cambió tiempos y ritmos, y que el presidente electo no hubiera llegado al poder sin ese partido que tiene 60 años en la lucha electoral. Entre ser un partido de Estado y seguir siendo uno de oposición hay muchas posibilidades, que Fox y el PAN tendrán que experimentar en los próximos años.