Ť El mar y sus monstruos deslumbran a peregrinos
Brisa marina y calor humano en el arribo de Xi'Nich a Veracruz
Ť Sorpresa entre porteños; los confunden con extras de Salma Hayek
Ť La marcha de Acteal llegará el 9 de diciembre al Distrito Federal
Ramón Vera Herrera, especial para La Jornada,Veracruz, Ver., 19 de noviembre Ť El viento soplaba nutrido de arena rizando las olas y haciendo cabecear al carguero Farland y al buque Antares, anclados en los muelles aledaños al faro del malecón de este puerto.
Envueltos en ese viento que hacía ondear sus banderolas y sus mantas, y después de un frugal desayuno en Boca del Río, los peregrinos procedentes de Acteal aparecieron entre la ligera bruma para júbilo de la gente que los esperaba en el obelisco del malecón. El horizonte estaba pleno de barcos y los recién llegados se abrazaban y aplaudían, mientras los reporteros y los fotógrafos captaban rostros que nunca habían visto esos monstruos metálicos sobre el agua, y que sumaban a la emoción del arribo la contemplación de las grúas, los remolcadores y las fortificaciones que cierran el puerto.
Habían dormido en Paso del Toro, a unos 26 kilómetros de distancia. Es el día 37 de la peregrinación que llegará a la ciudad de México el próximo 9 de diciembre para asistir a las fiestas de la Virgen de Guadalupe, el 12.
Fue Víctor Guzmán, uno de los voceros de Xi'Nich, el encargado de leer un breve mensaje a la prensa:
''Hemos caminado los estados de Chiapas y Oaxaca, y ahora nos encontramos en Veracruz. Así, hemos cruzado la cintura de la tierra y hemos alcanzado el horizonte del mar. Hoy ponemos respetuosos nuestros pies en este histórico lugar del puerto donde hace poco más de cinco siglos fuertes huracanes de otros mundos azotaron nuestras costas y arrancaron las palmeras de la paz: la sabiduría de los ancianos se volvió esclavitud; su conciencia se volvió vergüenza; su religión se convirtió en dolor. Se encarnaron el despojo y la injusticia. Se asentó la corrupción. La burla y el desprecio al indio se volvieron norma, ley, religión.
''Caminando nacemos, pero no llevamos tambores de guerra sino banderas de paz. Peregrinos somos, pero no llevamos sino un puño de tierra sagrada con sangre de mártires regada. Desplazados vivimos, pero no llevamos odios ni deseos de venganza, sino sólo plegarias de los pueblos que nos enviaron.
''Hermanos y hermanas: hoy, preocupados por la situación de violencia, amenazas e incertidumbre que se ha vuelto a despertar en el estado de Chiapas a raíz de los últimos acontecimientos en el municipio de Chenalhó; preocupados por la forma irresponsable con que ya desde hace tiempo autoridades federales y estatales han dejado crecer los conflictos y han propiciado activa o pasivamente la confusión, el temor y el sufrimiento de pueblos inocentes a causa de la violencia, mientras los responsables de ella se mantienen aún en la impunidad, dirigimos nuestros pasos a los pies del Tepeyac a pedirle a María de Guadalupe, nuestra madre del cerro, que nos alcance del Dios de nuestros padres la justicia que nos tiene prometida. Le pedimos que se cumpla su justicia. Que desaparezcan los grupos paramilitares. Que el Ejército federal se retire de las comunidades. Que se respeten y se cumplan los acuerdos de San Andrés. Que se reconozcan en la Constitución y en las leyes nuestra existencia, dignidad y derechos colectivos. Que llegue la paz a nuestras tierras. Que desaparezca toda forma de discriminación a nuestros pueblos''.
El viento seguía y se colaba por el micrófono. La voz de Víctor Guzmán era por momentos espíritu del aire. La gente, emocionada, lloraba y se volvía a abrazar. Fue el señor purépecha, Juan Chávez, como vocero de la Comisión de Seguimiento del Congreso Nacional Indígena, el encargado de hacer un saludo de bienvenida a la peregrinación:
''Saludamos sus exigencias, no sólo de ustedes sino de todos los pueblos indios mexicanos. Saludamos su caminar en la esperanza que también hace crecer nuestros corazones todos, para seguir luchando. Los saludamos en este día, el de la Revolución Mexicana, que con tanta muerte en precio propició nuestra lucha por la tierra y prometió justicias que fueron el germen de nuestra sostenida lucha por el reconocimiento de nuestros derechos como pueblos. Denunciamos los agravios de la paramilitarización y la injusta militarización, y exigimos hechos serios, no palabras, para erradicarlas. Denunciamos la fabricación de delitos de que han sido víctimas tantos presos políticos que han luchado por defender a sus pueblos, y también exigimos su inmediata liberación. Denunciamos el desprecio hacia el dolor de las comunidades desplazadas y exigimos condiciones para su retorno a una vida digna. Denunciamos la mentira oficial y seguiremos insistiendo en el cumplimiento de los acuerdos firmados en San Andrés y en las reformas constitucionales que demandan los pueblos indios formuladas por la Cocopa. Reafirmamos nuestra convicción de que no podrá existir una reforma institucional justa y digna sin antes aprobar la reforma constitucional mencionada, y mucho menos sin la participación de las instancias legítimas de nuestros pueblos''.
Al terminar, el contingente caminó por las calles del puerto rumbo a la plaza de armas en pleno día de fiesta. La gente, azorada, no entendía bien quiénes eran esos peregrinos que, envueltos en los estandartes de la guadalupana y con los símbolos de abejas y hormigas en sus mantas, traían tantos ojos brillantes y tantas sonrisas para repartir. Una porteña mulata, riéndose, dijo al verlos pasar: ''¿No será que los trajeron para la película esa de Salma Hayek que están haciendo?''
La peregrinación se aposentó en la plaza de armas y esperó sus alimentos en las bancas y canteros, paciente y serena. Hacia las 16:00 horas, los caracoles sonaron y en pocos segundos todo mundo estaba listo para celebrar misa, lo que ocurrió en la parroquia central del puerto.
Quienes, desprevenidos, asistieron a esa celebración deben haberse sorprendido con la solemnidad y respeto de una misa que comenzó con los rezos en tzotzil entreverados con arpa, violín y guitarra que tejieron durante 15 minutos un hipnótico continuo; por la ritualidad de los pases con plumas de quetzal con los que los oficiantes santificaron el altar mediante sutiles movimientos que preparaban la consagración; con la alegría de los asistentes al bailar con pasos minúsculos, mientras los bajos del arpa volvían a establecer el pulso del universo, después de la comunión. Luego, todas y todos se dieron la paz, con saludos de mano y abrazos que los hicieron desplazarse por todo el templo para verse a los ojos y reafirmar un compromiso real. Después, todos aplaudieron, a ellos mismos, a su caminar, al contento de estar juntos. Las paredes retumbaron con miles de ecos.
Permanecieron toda la tarde en el parque, ávidos de encuentros, y de la música y el baile que el municipio programa en las tarimas aledañas a los portales, todos los domingos. Hacia las 20 horas se retiraron al Convento de las Madres Reparadoras, en preparación de los últimos veinte días de viaje que les esperan. Nunca lo dudaron, pero ahora es una certeza: llegarán a la ciudad de México sabiendo que la vida es camino y que su peregrinación celebra la vida.