Louise
Bourgeois, Casa, 1986
La cualidad primordial de la instalación y el arte-objeto es la ambigüedad. Difícilmente podemos aventurar definiciones ni siquiera aproximaciones en torno a ellos. El poder de evocación que generan estas expresiones artísticas de incierta clasificación da lugar a toda suerte de lecturas e interpretaciones. De ahí su genialidad: despertar la curiosidad y el asombro. Propiciar la cavilación, avivar la imaginación... Obras concebidas para dialogar en forma dinámica con el público, las instalaciones cuando poseen calidad conceptual y estética consiguen atrapar al interlocutor en su red de interrogantes y posibilidades. El vínculo se establece solo: el espectador se enfrenta a la obra, la recorre literalmente, en ocasiones la puede tocar y oler, y cada uno saca sus propias conclusiones. Lo divertido de las instalaciones es que nos hacen sentir parte activa de una obra inacabada que se completa con nuestra interacción.
En una exhibición de instalaciones, la dificultad reside en establecer el diálogo entre las obras. Proliferan las exposiciones de este género en museos y galerías pero, en la mayoría de los casos, el diálogo se pierde en museografías caóticas. Este tipo de montajes no es tarea fácil; uno de los museos pioneros en la presentación de arte alternativo cuyos diseños museográficos siempre resultan espléndidos es el Carrillo Gil.
En este sentido, el curador Víctor Zamudio Taylor consigue armonizar un diálogo sutil y provocativo en la exposición "Espacios y desafíos" que se presenta en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey hasta el mes de enero. Esta es la tercera edición de una serie de exhibiciones organizadas en ese recinto, en colaboración con Casa Lamm, para presentar una parte del acervo de la colección de arte contemporáneo de la Fundación Cultural Televisa. Esta colección, una de las más ricas en México y en Latinoamérica, cuenta con un corpus considerable de instalaciones y arte-objeto de los artistas mexicanos e internacionales más renombrados, fotografía contemporánea y ejemplos notables de escultura minimal y arte povera, amén de pintura, dibujo y gráfica. En esta ocasión, el curador elaboró dos guiones independientes para presentar una exhibición de instalaciones, escultura y arte-objeto, y otra de fotografía. Nos ocuparemos aquí solamente de la primera.
La muestra está integrada por veintisiete obras de veintiséis artistas, de diversas procedencias y generaciones. ¿Cómo enlazarlos entre sí sin recurrir al esquema geográfico, temático o cronológico? Tomando en cuenta la calidad poética de las obras como hilo conductor, Zamudio eligió las piezas de mayor atractivo visual y jugó con destreza en la colocación de cada una para crear un dinamismo vital del espacio; esto facilita al espectador el acceso al complejo código de interpretación de la mayoría de los trabajos. Por su parte, la museografía es elegante y coherente y las instalaciones y esculturas lucen en todo su esplendor en el imponente espacio del museo.
La exposición da inicio con una "pseudo-instalación" de la autoría de Zamudio conformada por un conjunto de piezas de mobiliario de Frank Gehry. La decisión de abrir la muestra con esta "pseudo-instalación" es sagaz pues revela, de entrada, las posibilidades lúdicas del arte-objeto. Frank Gehry célebre por su magna obra arquitectónica, el Museo Guggenheim de Bilbao incursionó en los años sesenta en el diseño de muebles de cartón corrugado. Su estilo se adhiere al minimal con estructuras muy simples, estilizadas y elegantes. El mobiliario de Gehry, creado para un fin utilitario, se convierte en arte-objeto al ser colocado en el contexto de una "ambientación" en el museo.
Como resulta imposible abordar en este espacio cada una de las instalaciones, prefiero concentrarme en la segunda sala, la cual es una auténtica delicia. Presidida por la figura poderosa de Louise Bourgeois (Francia, 1911), esta sección está dedicada a la evocación del universo femenino. La escultura de Bourgeois, titulada Casa (1986), es una síntesis minimalista de las inquietudes que la han perseguido a lo largo de su vida: la representación de la mujer a partir de simples formas orgánicas que, en ocasiones, simbolizan senos o glúteos. Y sus tribulaciones son prácticamente las mismas que motivan los trabajos de Annette Messager (Francia, 1943), Rosana Palazyan (Brasil, 1963) y Paula Santiago (México, 1969). Cuatro mujeres de diferentes generaciones y nacionalidades cuya obra de resoluciones formales y técnicas muy distintas entre sí también gira en torno a los tópicos de la condición e imaginería femeninas. Estas piezas de impecable factura encierran secretos, enigmas y ambigüedades del universo de la mujer. Con diferentes lenguajes se refieren a la sexualidad en su dimensión erótico-poética. Inquieta la presencia invisible de la figura femenina, frágil y vigorosa, en sus facetas de mujer-esposa, mujer-madre, mujer-deseo. El diálogo entre estas obras propone la vinculación de las vivencias privadas con la experiencia colectiva. Con este sucinto ejemplo, el curador demuestra que las obras de arte no requieren de etiquetas ni clasificaciones para establecer entre sí relaciones profundas; el vínculo se establece a partir de la percepción del espectador. Por lo tanto, la lectura filosófica del guión curatorial de Zamudio Taylor nos remite a la fenomenología de la percepción de Merleau-Ponty, según la cual el cuerpo responde a ciertos elementos textura, temperatura, densidad como instrumentos perceptivos y cognoscitivos de una realidad no visible. La escultura no tradicional, la instalación y el arte-objeto de excelsa calidad, como los que integran esta muestra, aguzan los sentidos y estimulan la percepción.