CUMBRE OXIGENADA
En 1990, el presidente de derecha salvadoreño Alfredo
Cristiani intentó promover en la primera Cumbre Iberoamericana,
celebrada en Guadalajara, una moción contra Fidel Castro y a favor
de la democracia en Cuba. La iniciativa fue rechazada por todos los asistentes.
Diez años después, el hoy presidente de El Salvador, Francisco
Flores, también representante de la derecha del país centroamericano,
intenta erigirse en paladín de la democracia y congraciarse con
España a costa de Castro y el pueblo cubano.
Durante estos 10 años, la Cumbre Iberoamericana
se ha convertido --con sus altas y bajas-- en un foro de discusión
y análisis de realidades afines entre los países de habla
hispana y portuguesa, con la ventaja de llevarse a cabo sin la presencia
de Estados Unidos, que siempre ha considerado a Latinoamérica como
su territorio nacional de influencia. Cabe recordar que en 1995, Bill Clinton
promovió la Cumbre de las Américas, en la que se excluía
a Cuba y se integraba a Estados Unidos, como una propuesta alterna al éxito
de las primeras cumbres iberoamericanas. La Cumbre de las Américas
fracasó con los años; la Iberoamericana, en contraparte,
acaba de concluir su décima reunión en Panamá.
La polémica suscitada en esta décima cumbre
entre los presidentes de Cuba, Fidel Castro, y su colega de El Salvador,
rompió con los esquemas de lo políticamente correcto, incluso
generó un ambiente de tensión entre los participantes, que
un avezado Hugo Chávez logró distender.
Por su negativa a firmar una condena parcial al terrorismo,
que sólo se refería a la organización vasca ETA, Castro
fue responsabilizado por el presidente Flores de la muerte de miles de
salvadoreños durante los más de 20 años de guerra
en ese país, a lo que Castro respondió con la defensa al
apoyo que brindó Cuba a la guerrilla salvadoreña, al igual
que otras naciones latinoamericanas lo hicieron en su momento. La controversia
entre los mandatarios se originó en la víspera de la cumbre
tras la captura de Luis Posada Carriles, supuesto cabecilla de un complot
para asesinar a Castro durante su estancia en Panamá.
El terrorismo de ETA es desde todos los puntos de vista
condenable, como también lo son los asesinatos cometidos por las
Grapo en España, los cuales fueron omitidos en la propuesta promovida
por el presidente de El Salvador.
Pero hacer condenas parciales del terrorismo pareciera
implicar que existe terrorismo malo y condenable y terrorismo menos malo
o medianamente malo. Esas apreciaciones son, evidentemente, producto de
visiones parciales y esquemáticas que distan mucho de una postura
legítima ante la actividad terrorista.
Fue obvio que el presidente Flores pretendió quedar
bien con el rey Juan Carlos y el jefe de gobierno José María
Aznar al presentar su iniciativa de apoyo en contra de ETA, aun sabiendo
que el gobierno español no ha logrado resolver el conflicto en España
por medios democráticos.
El traspié diplomático finalmente resulta
positivo dado que abre espacios para discusiones necesarias que superen
los convencionalismos de clubes de amigos en los que con frecuencia caen
tal tipo de reuniones internacionales. Las posiciones se hicieron escuchar,
y los foros sólo se enriquecen con las confrontaciones y no con
las sumisiones.
Atacar al gobierno cubano ha sido siempre un recurso fácil
para los mandatarios que buscan certificar sus credenciales democráticas.
Lo sucedido ayer en la décima Cumbre Iberoamericana es claro ejemplo
de ello, aunque finalmente, y pese a todo, se formuló una nueva
demanda del cese al embargo estadunidense a la isla. |