Espejo en Estados Unidos
México, D.F. domingo 19 de noviembre de 2000 
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Editorial
 
CUMBRE OXIGENADA 

SOL En 1990, el presidente de derecha salvadoreño Alfredo Cristiani intentó promover en la primera Cumbre Iberoamericana, celebrada en Guadalajara, una moción contra Fidel Castro y a favor de la democracia en Cuba. La iniciativa fue rechazada por todos los asistentes. Diez años después, el hoy presidente de El Salvador, Francisco Flores, también representante de la derecha del país centroamericano, intenta erigirse en paladín de la democracia y congraciarse con España a costa de Castro y el pueblo cubano. 

Durante estos 10 años, la Cumbre Iberoamericana se ha convertido --con sus altas y bajas-- en un foro de discusión y análisis de realidades afines entre los países de habla hispana y portuguesa, con la ventaja de llevarse a cabo sin la presencia de Estados Unidos, que siempre ha considerado a Latinoamérica como su territorio nacional de influencia. Cabe recordar que en 1995, Bill Clinton promovió la Cumbre de las Américas, en la que se excluía a Cuba y se integraba a Estados Unidos, como una propuesta alterna al éxito de las primeras cumbres iberoamericanas. La Cumbre de las Américas fracasó con los años; la Iberoamericana, en contraparte, acaba de concluir su décima reunión en Panamá. 

La polémica suscitada en esta décima cumbre entre los presidentes de Cuba, Fidel Castro, y su colega de El Salvador, rompió con los esquemas de lo políticamente correcto, incluso generó un ambiente de tensión entre los participantes, que un avezado Hugo Chávez logró distender. 

Por su negativa a firmar una condena parcial al terrorismo, que sólo se refería a la organización vasca ETA, Castro fue responsabilizado por el presidente Flores de la muerte de miles de salvadoreños durante los más de 20 años de guerra en ese país, a lo que Castro respondió con la defensa al apoyo que brindó Cuba a la guerrilla salvadoreña, al igual que otras naciones latinoamericanas lo hicieron en su momento. La controversia entre los mandatarios se originó en la víspera de la cumbre tras la captura de Luis Posada Carriles, supuesto cabecilla de un complot para asesinar a Castro durante su estancia en Panamá. 

El terrorismo de ETA es desde todos los puntos de vista condenable, como también lo son los asesinatos cometidos por las Grapo en España, los cuales fueron omitidos en la propuesta promovida por el presidente de El Salvador. 

Pero hacer condenas parciales del terrorismo pareciera implicar que existe terrorismo malo y condenable y terrorismo menos malo o medianamente malo. Esas apreciaciones son, evidentemente, producto de visiones parciales y esquemáticas que distan mucho de una postura legítima ante la actividad terrorista. 

Fue obvio que el presidente Flores pretendió quedar bien con el rey Juan Carlos y el jefe de gobierno José María Aznar al presentar su iniciativa de apoyo en contra de ETA, aun sabiendo que el gobierno español no ha logrado resolver el conflicto en España por medios democráticos. 

El traspié diplomático finalmente resulta positivo dado que abre espacios para discusiones necesarias que superen los convencionalismos de clubes de amigos en los que con frecuencia caen tal tipo de reuniones internacionales. Las posiciones se hicieron escuchar, y los foros sólo se enriquecen con las confrontaciones y no con las sumisiones. 

Atacar al gobierno cubano ha sido siempre un recurso fácil para los mandatarios que buscan certificar sus credenciales democráticas. Lo sucedido ayer en la décima Cumbre Iberoamericana es claro ejemplo de ello, aunque finalmente, y pese a todo, se formuló una nueva demanda del cese al embargo estadunidense a la isla.

 

 

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