SABADO 18 DE NOVIEMBRE DE 2000

Ť LA MUESTRA

El amanecer de un siglo

 

Un favorito de las muestras de cine, el director húngaro István Szabó (Mefisto, Hanussen, Dulce Emma, Coronel Redl), ofrece hoy en El amanecer de un siglo (Sunshine), una emotiva panorámica del siglo XX húngaro. De 1899 a los años del derrumbe del socialismo real. La crónica intimista de la vida de cuatro generaciones de una familia (los Sonnenschein, literalmente, brillo solar), es el contexto para describir los cambios políticos y sociales de un país, desde el auge-caída del imperio austro-húngaro, con la figura mítica del kaiser Francisco José, hasta el doble totalitarismo padecido por Hungría durante medio siglo, la dominación nazi y la represión estalinista.

Lo que a primera vista parece una simple saga familiar, con reconocibles ingredientes de romance y melodrama, propios de la épica sentimental, se convierte rápidamente en un estudio de las estrategias de sobrevivencia de un individuo en un entorno hostil. Por ambición primero, por necesidad después, Ignatz Sonnenschein (Ralph Fiennes) cambia de nombre y luego de religión. Su nuevo apellido Sors y su conversión al cristianismo le permitirán una rápida ascensión social, aunque no le garantizará seguridad una vez instalado el terror nazi. La conversión religiosa aparece como un recurso muy oportuno en pleno auge del antisemitismo.

''No te preocupes por tu conversión -aconseja socarronamente un amigo al protagonista- el propio Jesús tuvo a su vez que convertirse."

A principios de esa centuria, que algunos llaman prematuramente siglo de comprensión y tolerancia, la familia vive con decoro de su pequeña industria, la destilación de un licor llamado ''elíxir de sol", y cuya receta original será durante todo un siglo el mayor secreto familiar. La prosperidad económica apenas disimula aquí las ''aberraciones" domésticas, el tabú del incesto, la presencia de un hermano conspirador comunista, los romances frustrados, los desencuentros afectivos, etcétera.

El amanecer de un siglo tiene correspondencias evidentes con Los destinos sentimentales, cinta francesa de Olivier Assayas, pero un aliento épico más ambicioso y convincente. La dimensión política es tal vez su mejor sello distintivo. En la cinta, los cambios de régimen revelan cíclicamente redes de mezquindad y de oportunismo político, pocas veces la honestidad ideológica. Un personaje señala la lógica universal: ''Cada régimen nuevo utiliza a los traidores a su alcance, y más adelante se deshace de ellos". El tema central es así la lealtad a los principios y una práctica de rectitud moral que el personaje femenino de Valeria (Jennifer Ehle, esposa, madre, abuela, sobreviviente) encarna de modo sobresaliente. Fiennes interpreta tres personajes distintos, sin envejecer en ninguno de ellos; tres momentos de plenitud -juez prestigiado, esgrimista olímpico, militante antiestalinista-, luego de sobrevivir sucesivamente a la muerte de su emperador, a un colapso marital y a un campo de concentración nazi. La astucia del procedimiento tiene su expresión más clara en la sobreimpresión de los tres rostros en una sola escena. Szabó recurre a buen material de archivo, para las Olimpiadas de 1936 y para las escenas de la revuelta en Budapest 20 años más tarde, un poco como Philip Kaufman cuando en La insoportable levedad del ser describe la primavera de Praga. Como aquella cinta, El amanecer... dura también tres horas, y de modo similar, son pocos los momentos desperdiciados.

Ť Carlos Bonfil Ť