SABADO 18 DE NOVIEMBRE DE 2000

 


Ť Víctor Rodríguez Padilla Ť

El negocio del próximo sexenio

En la actualidad, la venta de energía eléctrica en México es un negocio de más de 8 mil millones de dólares anuales y 19 millones de clientes cautivos. Lo más relevante es que podría crecer en forma espectacular si suben las tarifas. Si ahora el precio medio de la electricidad se sitúa en alrededor de 5.7 centavos de dólar por kwh, en los próximos años podría subir a 7 o 9 centavos; incluso más. Para que al lector le quede claro adónde quiero llegar, piense en Teléfonos de México.

Ese negocio está en la mira de las empresas trasnacionales, las estadunidenses en particular, que son las que están detrás de la propuesta de Vicente Fox (La Jornada, 4/11/00). Zedillo-Gurría-Téllez les han allanado el camino al frenar la inversión en electricidad durante los últimos años. Han llevado conscientemente al sistema eléctrico nacional a una situación deficitaria, aunque se han cuidado de no llegar hasta los apagones generalizados para evitar no sólo el juicio político sino las demandas penales.

Con un mercado atado por falta de capacidad, pero abierto gracias al cambio constitucional que Fox se propone negociar con el Congreso, las empresas trasnacionales tendrán todo listo para lanzarse a la yugular de los consumidores, primero sobre los llamados "calificados", es decir, los que podrán "escoger" al suministrador de su elección. ƑCómo? Mediante los contratos bilaterales. Abundemos.

Si un industrial requiere electricidad para expander su negocio y CFE no se la puede dar --gracias al sabotaje de la tecnocracia--, el primero tendrá que recurrir a un generador privado y establecer un contrato de suministro.

Seguramente el primer año obtendrá un precio por debajo de la tarifa industrial a la que está autorizada a vender CFE. El problema vendrá después. El segundo año, el generador podrá elevar a voluntad el precio de la electricidad, es decir, "a como se deje el cliente" lo cual puede significar 20, 50 o cinto por ciento más que el precio anterior. Y que el industrial le haga como quiera, al fin y al cabo en un mercado deficitario lo que sobran son clientes y lo que falta son vendedores. Ciertamente, el industrial podrá construir su propia planta, pero para eso pasarán meses, años. Y no todos los industriales pueden o desean convertirse en electricistas. Alguien se volverá rico.

Lo que le estoy narrando no es un cuento de ciencia ficción sino realidad pura y dura. Eso está sucediendo en Guatemala desde que se instauró un mercado eléctrico y el Estado dejó de ser garante del suministro. Eso mismo puede suceder en nuestro país si la sociedad mexicana se deja.

En un mercado eléctrico el poder dominante de los generadores no lo para nadie. No hay leyes, reglamentos, incentivos o entes reguladores que puedan impedirlo o neutralizarlo. Los países que se han aventurado por el camino del mercado, bajo la recomendación o la presión de los organismos financieros internacionales, están viviendo una amarga pesadilla: raciona- mientos, precios altísimos o ambas cosas.

Eso no pasaría si el Estado sigue asumiendo la responsabilidad de garantizar el servicio público de electricidad. Pero eso no es lo que propone el equipo foxista. Al contrario, condena a la CFE a la muerte por inanición, al retirarle lo mejor del mercado (los grandes consumidores) e impedirle seguir incrementando su capacidad de generación.

Si ahora tenemos a los industriales llorando y recibiendo subsidios porque los precios del gas están muy altos, mañana los tendremos haciendo lo mismo cuando los precios de la electricidad estén por las nubes. Los empresarios y los organismos que los representan, así como la sociedad en general, deben reflexionar dos veces antes de extender un cheque en blanco a Vicente Fox para que cambie la Constitución y lance la electricidad a las voraces fuerzas del mercado.