VIERNES 17 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Gustavo Delgado estrena hoy su oratorio Christus natus est en la Catedral
Cerca de 2 mil órganos, riqueza cultural del país
Arturo García Hernández Ť En capillas, iglesias y catedrales de todo el país existen cerca de dos mil órganos considerados patrimonio histórico y cultural. Conforman el conjunto de instrumentos de su tipo más importante en el continente. Son expresión de la época dorada del barroco musical mexicano, tradición que surgió con la llegada de los españoles y decayó hasta casi desaparecer a partir de la Independencia. Aun cuando son apreciados por su valor histórico y estético, entre 98 y 99 por ciento están deteriorados y en muchos casos los daños podrían ser irreversibles si no se adoptan medidas urgentes para restaurarlos.
Los datos y la advertencia son de Gustavo Delgado Parra, organista, compositor y organólogo dedicado los últimos diez años a promover el estudio, la revaloración, la restauración y la preservación de ese legado:
''No son sólo piezas para admirar como en un museo, sino un laboratorio formidable de sonidos prácticamente inexplorados por los compositores contemporáneos. Cada instrumento es una pieza irrepetible y, como tal, motivo de estudio individual y pormenorizado. Contienen una cauda de opciones que pueden ser exploradas para la creación de nuevas obras, dadas sus extraordinarias posibilidades tímbricas".
Delgado Parra, doctorado en órgano y música antigua en el Ultrech Conservatorium, hace notar que la restauración y la preservación de los instrumentos no es suficiente para que resurja el pujante movimiento organístico que se dio durante la Colonia. Hace falta que de manera paralela se promueva el estudio y la interpretación del enorme repertorio que existe para los órganos barrocos mexicanos. Al respecto, lamenta y cuestiona que los programas de estudio de las escuelas de música prioricen la enseñanza del repertorio barroco alemán (Bach) o se orienten hacia los órganos eléctricos e ignoren el que culturalmente nos es más cercano: ''Tenemos que rescatar a los órganos, pero no de forma aislada, sino también con el repertorio y una educación dirigida a que el organista mexicano vea en ellos un campo amplio de posibilidades".
Delgado predica con el ejemplo: en 1990 fundó, con Ofelia Castellanos, la Academia Mexicana de Música Antigua para Organo (AMMAO), que efectúa una intensa y prolífica labor desde el apoyo a la restauración de órganos, hasta la catalogación de los mismos en varios estados de la República, así como la organización de los festivales del instrumento.
El organista estrena esta noche, a las 20:00 horas, en la Catedral Metropolitana, su pieza Christus natus est, oratorio para dos sopranos, coro mixto y órgano a cuatro manos, en el concierto de clausura del octavo Festival Internacional de Organo Barroco, organizado por esa academia.
Creer en el espíritu religioso
ƑUn oratorio en el año 2000, cuando la nueva liturgia católica ha excluido de sus templos la música sacra? Desde un punto de vista formal, un oratorio era, en el siglo XVIII, equivalente a la ópera. La diferencia obvia es que el primero se representaba únicamente en los templos, sin escenografía y su tema siempre era religioso.
Gustavo Delgado decidió componer un oratorio por ser, entre el vastísimo repertorio para órgano, representativo de una tradición. Además, ''me resultó muy estimulante escribir una obra en la cual hubiera influencia del canto gregoriano, por ejemplo, una influencia de la modalidad, de la música tonal o atonal, e inclusive de autores del siglo XIX, del mismo Liszt. Trato de absorber todo ese tipo de influencias, sin negarles la posibilidad de que sean vigentes. Tomo algo de la polifonía clásica, de los polifonistas flamencos mediante un lenguaje que considero personal, con un lenguaje moderno".
La obra tiene cuatro partes: Requiem, Tempus ortus, Alter cantus y Tempus mortis. Entre cada una se intercala un coral, Puer natus est. En la primera se canta un fragmento, la entonación del gregoriano del réquiem, una línea melódica del siglo XII y -describe el autor- ''después entra una sección sobre una nota que da sonidos largos como si fuera una especie de canto de los monjes de Tíbet. Es una nota con pequeñas modulaciones, pequeñas inflexiones, creando una ambientación. Cuestiones que son antiquísimas, arcaicas podríamos decir, que pueden ser vigentes y no hay razón para negarlas con el pretexto de querer ser vanguardista. Eso no me importa, lo que quiero es producir antes que nada una emoción en el espectador".
El texto de la obra se basa en pasajes bíblicos: ''No profeso ninguna religión, pero creo firmemente en el espíritu religioso del ser humano. Esto es lo que me hace tomar estos textos universales y que van más allá de la doctrina en que se inscriben".
El texto de la última parte es una recreación de la crucifixión de Jesucristo, pero musicalmente fue inspirada por dos experiencias: la visita, durante una gira por Polonia, al campo de concentración de Auschwitz, y la matanza de indígenas en Acteal: ''La escribí muy rápido, estaba impresionado de ver que el drama del Gólgota no es cosa de hace dos mil años, pues lo vivimos de manera cotidiana. Todo eso me hizo darle ese carácter fúnebre a la obra, con ciclos de nacimiento y muerte".