VIERNES 17 DE NOVIEMBRE DE 2000

Durante horas el saqueo fue impune y organizado


Tepito, territorio del caos

operativo-tepito-14-jpg Agustín Salgado Ricaño Ť Parecía una acción ensayada una y otra vez, precisa, puntual. El tráiler llegaba hasta donde ya no alcanzaba a llegar la luz. Era conducido por alguien que no era el chofer original, pero que sin duda sabía del manejo del vehículo. En el momento en que frenaba, de las vecindades aledañas salían familias enteras: mujeres, hombres, jóvenes, niños y hasta ancianos se reunían y descargaban los camiones y trasladaban la mercancía a otros vehículos que tan pronto apare-cían como desaparecían. Eran cerca de las seis de la tarde; el caos se había apoderado de Tepito.

Antes de retirarse de la zona, los granaderos advirtieron a los miembros de la prensa que sólo bajo su propia responsabilidad penetrarían a las calles que estaban bajo el dominio de una turba enardecida. En avenida Del Trabajo y Rivero la organización era casi perfecta. Los más jóvenes asaltaban los transportes.

En menos de cuatro horas, cinco camiones fueron saqueados. Tres de ellos eran vehículos con capacidad para varias toneladas de de carga. Entre gritos y empujones se deshacían de los "macheteros" y entonces empezaba el "reparto".

La gente se arremolinaba en torno a esas unidades y entonces los descamisados que distribuían los bienes sacaban sus pistolas y disparaban al aire. Acto seguido la gente volvía, recuperaba el orden y el robo seguía sin tropiezos.

Primero fueron miles de productos Marinela: de la caja del camión pasaron a manos de los tepiteños. Los jóvenes más audaces, los que apedrearon el vehículo para evitar que diera vuelta en "u", eran el primer eslabón de la cadena humana del saqueo. Gritaban y daban órdenes. Todos sabían que la única ley en esas calles era la que ellos mismos habían impuesto con sus pistolas en la cintura.

Ya pasadas las seis de la tarde un tráiler de Bimbo también era saqueado. Un par de furgonetas se llenaron rápidamente con lo robado. Siete minutos después un camión que transportaba leche fue capturado. El producto fue "para el pueblo". Señoras, adolescentes que apenas minutos antes habían salido de diversas secundarias e incluso niños menores de 10 años se congregaban y a gritos pedían algún regalo. Muchos de los habitantes de la unidad Palomares tenían pasteles, leche, crema y yogurth suficientes para dos o tres semanas.

Una certera pedrada se estrelló contra el parabrisas de un camión de redilas. Tres muchachos subieron al cofre y lograron abrir la puerta del copiloto. La multitud se desilusionó al descubrir que la carga eran unos cuantos costales de vegetales.

El chofer se alejó de la multitud lamentando lo que ocurría. Gritaba que no era el dueño y de pronto se acordó que todavía estaban en el camión tres de sus macheteros. Corrió hacía la muchedumbre para tratar de encontrarlos y luego avisaba a su patrón de lo que sucedía.

Cerca de ahí, un camión de la empresa Express México-Ensenada, con placas 161-BY2, que transportaba miles de muñecas Baby Sugar era objeto de la rapiña. La turba actuaba de forma organizada: por lo menos una veintena de furgonetas y automóviles se acercaba para cargar con lo robado y regresaba por más. Dos jóvenes montados en una motocicleta Elite 150, con matrícula A-2612, y uno más en otra con placa 31427, dieron por lo menos diez vueltas. Un automóvil Golf negro con placas 808-GYK, un Atlantic Blanco 985- GTU, un Thunderbird rojo 203-VUB e incluso una camioneta verde tipo Ram 1500 con placas 466-KGB fueron utilizados para esos menesteres.

Ya entrada la noche, cuando todo empezaba a calmarse -minutos antes de que el operativo nocturno arrancara-, una señora que dijo llamarse Petrita comentaba lo que había pasado. La actuación de la policía no había sido más que un reflejo de la prepotencia de las autoridades. Y afirmaba convencida que Tepito era ley: "Aquí a quien lo ven jodido lo ayudan".