VIERNES 17 DE NOVIEMBRE DE 2000

 


Ť Leonardo García Tsao Ť

Guía para la 36Ű Muestra

En compensación de un Foro pobretón, la Cineteca ha programado una Muestra que es quizá la más sólida en años. Si bien aún no he visto cinco de los 18 títulos casi puedo asegurar que está libre de petardos... o cuando menos de vejestorios. Si hay cintas -como Ghost Dog o Mifune- ya disponibles en vídeo en otros países, pues eso es resultado de que el ritmo de exhibición en el mundo civilizado rebasa por mucho a nuestra lenta cartelera.

La 36Ű Muestra tiene la curiosidad de reunir en su programa a tres notables cineastas mexicanos de la misma generación: Felipe Cazals, Jaime Humberto Hermosillo y Arturo Ripstein. Si no recuerdo mal, algo así no había sucedido desde 1976, cuando se estrenaron Los albañiles, de Jorge Fons, La pasión según Berenice y Las Poquianchis. Ahora, el cambio ha sido Ripstein, sin duda el más prolífico de los veteranos en la pasada década. Ya he comentado en esta sección las virtudes de La perdición de los hombres, esa ingeniosa comedia del absurdo en blanco y negro que continúa explorando las posibilidades del cine digital. Mientras que Su Alteza Serenísima es el esperado regreso de Cazals al cine tras ocho años de haber anunciado su retiro. Resuelta en interiores con la eficacia claustrofóbica de Bajo la metralla, la película describe los últimos días en la vida de Santa Anna como una representación muy oportuna de los vicios del poder en México y cómo algunos desean aferrarse a él fuera de toda realidad. (Aún no se ha proyectado Escrito en el cuerpo de la noche, de Hermosillo).

Otras participantes en la categoría de visión obligatoria son: La leyenda de Rita, de Volker Schlöndorff, el cineasta más elocuente en examinar la historia reciente de Alemania; al narrar el dilema de una ex terrorista asilada en lo que era la RDA, la cinta muestra sin conclusiones fáciles las contradicciones políticas resultantes de la caída del muro de Berlín. La coproducción italo-argentina Garage Olimpo, de Marco Bechis, también mira al pasado situando una torcida historia de amor en el contexto de la llamada guerra sucia, sin caer en el morbo o la truculencia asociadas generalmente a los dramas sobre represiones brutales.

El realismo social es la base de otro par de estupendas cintas. Recursos humanos, ópera prima del francés Laurent Cantet, plantea un problema ético desde la perspectiva del hijo de unos obreros que se vuelve ejecutivo de la fábrica, y logra ser emotiva sin otorgar concesiones en su desarrollo dramático. Igualmente rigurosa es Rosetta, la cinta de los hermanos Luc y Jean-Pierre Dardenne ganadora en Cannes el año pasado; los realizadores belgas siguen con una frenética cámara en mano la iracunda existencia de su personaje titular, una joven capaz de cualquier cosa con tal de conseguir un trabajo y sentirse integrada a la sociedad.

El cine escandinavo está representado por Secretos de familia (o Mifune), la tercera producción Dogma del cine danés; el director Soren Kragh-Jacobsen ha hecho una simpática comedia de personajes que no ostenta la pobreza de medios como los anteriores ejercicios. Si nadie dijera que es Dogma pasaría como cualquier película de bajo presupuesto.

Algo similar en planteamiento pero de muy diferente resultado es la sueca Bajo el sol, dirigida por el inglés Colin Nutley; en esencia se trata de una complaciente fantasía machista, tan al gusto de la Academia gringa que compitió por el Oscar este año. Mucho más interesante es la otra sueca, Canciones desde el segundo piso, de Roy Andersson, una serie de viñetas grotescas, resueltas con un plano fijo y una lente de gran angular. Muchos espectadores saldrán desconcertados de esa mezcla inquietante de humor negro y angustia existencial, pero es precisamente el tipo de cine que una Muestra debe exhibir.

La suciedad y la furia es un documental inglés dedicado a los aficionados al rock, en concreto su variante punk. La accidentada historia de los Sex Pistols es tan fascinante que ni el escaso talento del director Julien Temple puede arruinar la crónica del último momento realmente subversivo del género.

Llama la atención la escasa participación del cine estadunidense. Sólo hay dos películas y no está Woody Allen, sino Jim Jarmusch. Ghost Dog-El camino del samurai es una revisión del género de gángsters que no alcanza los hallazgos de Hombre muerto en torno al western; podría definirse como un remake de El samurai, de Melville, cargado del ocurrente sentido del humor de su autor.

Finalmente, el cine asiático -que sí debiera tener más exponentes- se reduce a la película china Baño, de Yang Zhang, una graciosa reflexión sobre los tiempos cambiantes, apoyada en un gran trabajo de actuación. Algo más recargada en su intención alegórica es Lista de espera, del estimable director cubano Juan Carlos Tabío. Ese retrato de personajes varados en una estación de autobús necesitaba un poco más de mala leche y menos utopismo optimista, pero igual se deja ver.

Ojalá se hubieran incluido el último Wong Kar-Wai, el último Takeshi Kitano, el último Ang Lee... pero ya estamos en el terreno de la fantasía.

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