JUEVES 16 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Adolfo Sánchez Rebolledo Ť
Desarrollo Humano: Ƒpolítica o filantropía?
No sabemos aún si el término Desarrollo Humano, con mayúsculas, empleado por el equipo del presidente electo, es una súbita aclimatación del modelo adoptado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, una forma de hablar, medir y nombrar ciertas cosas o, más bien, se trata de una versión renovada del asistencialismo tradicional que ve en los pobres, en la persona y no en la sociedad, la causa eminente de la miseria; si se busca, en definitiva, un cambio de fondo de prioridades y valores, otra "filosofía" de la política social, en el sentido empresarial que hoy tiene la palabra, o se propone un método distinto para medir el bienestar y la pobreza, reorganizando la asignación de los recursos públicos y privados en consonancia con las reglas que privan en otros órdenes de la vida nacional.
Por lo pronto, el señor Carlos Flores, encargado de estos temas en el equipo de transición, ofreció en el Senado "un desarrollo más humano, de mayor eficiencia, de transparencia en la distribución de los recursos, de impulsar el federalismo (sic) y, en suma, incrementar el nivel de vida de todo el tejido social". El desarrollo humano, explicó más adelante, "pone a la persona como centro, y pone énfasis en indicadores que miden el crecimiento individual y no lo que se distribuye como producto interno bruto". Y una vez más pronunció la frase ritual: "se trata de atacar las causas de la pobreza y no sólo de saldar sus manifestaciones".
Según Flores, el principal defecto de los programas actuales es que no construyen "capacidades directamente en las familias para autogenerar ingresos". Por ello, la propuesta del nuevo gobierno se basa principalmente en pasar de un esquema compensatorio --como el de Progresa-- a una economía que asegure la inclusión de todos los mexicanos a través de la ampliación de capacidades y generación de oportunidades. Sin embargo, no entró en detalles sobre las medidas que tomará el nuevo gobierno, cuando se cancelan las compensaciones, como Progresa, para impedir que la miseria se generalice mientras las familias pobres pueden "autogenerar ingresos".
Una fórmula privilegiada, al parecer, será el fomento de la participación del sector privado a fin de canalizar recursos hacia los famosos "microcréditos", destinados a convertir en realidad la utopía foxiana concentrada en el binomio vochito/changarro, la misma que tan feliz hace al presidente y, por lo visto, también al filántropo y banquero Alfredo Harp, quien ya anunció, "emocionado" --según reseña de La Jornada--, que el programa de microcréditos desarrollado por Banamex es el modelo que servirá a la nueva administración para otorgar en cinco años un millón de pequeños préstamos a otros tantos minicapitalistas en potencia. Suena bien, pero se desconocen los montos previstos y la forma como este programa se enlazará con la política social del gobierno en su conjunto, tomando en cuenta que hay más de 40 millones de mexicanos en situación de pobreza.
No será ésta, por supuesto, la única modalidad para emprender el Desarrollo Humano. Es probable que se estimulen, bajo la premisa de la exención fiscal, otras variantes de la caridad cristiana. En su comparecencia ante la comisión del Senado, Flores --según crónica de Andrea Becerril y Claudia Herrera-- "puso el Teletón como ejemplo del esquema que Fox tiene en mente para propiciar la participación de la iniciativa privada en apoyo a los sectores marginados". Obviamente, aclaró, no se pretende privatizar las funciones o servicios sociales (cosa que a nadie le pasa por la cabeza) sino "detonar la corresponsabilidad de los sectores social y privado", imitando el ejemplo de Norteamérica donde, gracias a los donativos de particulares, "85 por ciento de la inversión en todos los programas sociales no es público", cuando en México la cifra no rebasa 2 por ciento. Es difícil saber en cuánto espera aumentar este porcentaje simbólico el nuevo gobierno y qué papel asumirá el Estado en un campo hasta ahora reservado a los privados.
Es probable que a fuer de novedoso a muchos complazca este virtual desmantelamiento de los objetivos sociales del Estado siguiendo el esquema filantrópico estadunidense, pero sin sus recursos. Gustará menos a los millones de pobres que no quieren o, sencillamente, no pueden convertirse a la religión del individualismo que hoy navega a todo trapo. Ya veremos a la hora de discutir el presupuesto y la reforma fiscal de qué madera está hecho el "desarrollo humano".