MIERCOLES 15 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Vilma Fuentes Ť
Texto e imagen
Son raros los libros originarios de América Latina y la península ibérica traducidos al francés, así como las obras francesas sobre esos países, que escapan a las miradas vigilantes de Claude Fell y su equipo. Verdadera institución, la Tribune des livres, a su cargo, tiene lugar una vez por mes, desde hace dos décadas, en el auditorio de La Maison de l'Amérique Latine. Durante las sesiones, los volúmenes de poesía, novelas, cuento, teatro, revistas y ensayo aparecidos recientemente son presentados al público por Claude Fell, los autores si la ocasión de su presencia en París lo permite, los traductores y críticos invitados.
Durante el último ''jueves de Fell'', como se llama de manera familiar a la Tribune, fueron presentados una veintena de libros y revistas -el doble que de costumbre-, entre los cuales llamaron mi atención tres de ellos, acaso por motivos personales.
El primero, sobre el cual creo inútil cualquier comentario: Euvres complètes (et autres contes), de Augusto Monterroso, en la editorial Patiño, traducido por Claude Couffon. Clásico de la literatura en lengua española, la obra de Tito, completa o incompleta, merece tanta admiración como placer causa su lectura.
El segundo, La guérison (De l'éloquence en langue d'oil), una novela del chileno Roberto Gac, audaz de estilo y picaresca de lenguaje, está escrita en español, italiano y alemán. Con ecos borgianos por el tema, el protagonista cree reencarnar a una figura histórica destinada a revivir las aventuras de antaño, en una época que no permite la misma gloria en las proezas ni la pureza de sentimientos de entonces. El narrador se cree no menos que Dante Alighieri, con todo y su Beatriz y su infierno, sin contar al psicoanalista Virgilio que pretende guiarlo. De La guérison puede señalarse que lo más audaz fue la publicación en tres lenguas, por las ediciones de La Différence, a pesar de la traducción al francés de las partes en italiano y español en un segundo volumen.
El tercer libro es Mexico Mosaïque, de Christine Frérot, un número especial de la interesante revista Autrement. El subtítulo Portraits d'objets avec ville nos da las claves para descubrir un caleidoscopio de la vida mexicana contemporánea, pero que tiene sus raíces en épocas a veces remotas, gracias a los textos de la autora y a las fotografías de Lourdes Almeida de objetos cotidianos, figuras emblemáticas, lugares simbólicos, monumentos, fiestas y alimentos.
Del chiquihuite al equipal, del monumento a la Raza a las calaveras de azúcar, del mariachi a la quinceañera vestida de novia para su cumpleaños, del Angel de la Independencia a Picardía mexicana, de un chile a una alegría, de una cajetilla de Delicados al diario La Jornada, la antropóloga Frérot traza el retrato y narra en palabras, acaso demasiado sucintas, la simbología de los objetos que forman este mosaico mexicano.
Sin embargo, como lo indica en el prefacio Alberto Ruy Sánchez, el libro exigía ''un tratamiento visual tal como el que agrega aquí la fotógrafa mexicana Lourdes Almeida''. Las fotografías, en apariencia de una extraordinaria simplicidad, ofrecen al lector francés que no conoce el objeto en cuestión la posibilidad de verlo y no sólo de imaginarlo a través de la mirada de la autora.
El texto sobre La Jornada se titula ''Ils ont osé'' (Ellos osaron). En la página de enfrente una foto del diario plegado en tres nos deja ver un ejemplar del jueves 3 de septiembre de 1998 -Ƒqué hacía yo?, Ƒqué hacía usted en esa fecha, desvanecida entre tantas otras a semejanza de las sombras de quienes sin saber nos despedimos?-, acaso el día en que Lourdes Almeida tomó la foto.
Fotografías originales y humorísticas de Almeida pueden admirarse en el Centro Cultural de México. Una selección de su obra, al lado de la de otros 32 fotógrafos mexicanos, con motivo del Mois de la Photo à Paris, como cada noviembre, tiene por tema la ciudad luz. El Centro presenta tres generaciones con nombres tan célebres como el de Manuel Alvarez Bravo o los de los más jóvenes Gabriel Figueroa Flores y Alejandra Figueroa, y los más recién llegados Iván Manuel Carrillo y Laureana Toledo.
Frente a este bombardeo fotográfico de París, cabe preguntarse si el alma de esta ciudad no ha sido robada por las cámaras y queda algo de ella en sus habitantes y sus calles.