MIERCOLES 15 DE NOVIEMBRE DE 2000

 


Ť Jorge Turner Ť

La X Cumbre Iberoamericana

Está encima la celebración de la X Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de Gobierno, a realizarse en Panamá tras ocurrir las reñidas elecciones en Estados Unidos, los días 17 y 18 del presente, fechas en que William Clinton seguirá siendo presidente, aunque ya existirá un nuevo mandatario electo.

La X Cumbre, como ya es habitual desde que se celebró la primera en julio de 1991, en Guadalajara, México, constará del discurso inaugural y de clausura del primer mandatario del país sede, de los discursos de los demás jefes de Estado, de una discusión rigurosa de un orden del día con puntos fijados con anticipación y otros temas nuevos presentados de último momento; de una declaración general consensada de los participantes, y de foros diversos.

A las alturas de hoy, las citadas cumbres tienen sus panegiristas y sus detractores. La verdad es que si bien ellas no resuelven los problemas por sí solas y se resienten de excesos retóricos, no puede negarse tampoco que en su seno se han dado acuerdos positivos sobre actividades integracionistas y se ha planteado la reafirmación de los principios de soberanía y del derecho de autodeterminación de los pueblos, en el único gran cónclave internacional de carácter anual al que no se convoca a Estados Unidos.

En la IX Cumbre, con sede en La Habana, el gobierno revolucionario se abocó con pinzas al encuentro. Para evitar que se dijese que sacaba ventaja de su condición de anfitriona, evitó al extremo el protagonismo, prefiriendo no insistir en el infame bloqueo económico de que es objeto y presentando atención preferente a problemas e intereses de otras naciones.

Cuba tuvo sus buenas razones para proceder así, pero su ejemplo no tiene por qué ser seguido por Panamá como sede de la X Cumbre. La casi centenaria lucha panameña por sacudirse el dominio colonialista avanzó enormemente en sus resultados con la entrada en vigencia de los Tratados Torrijos-Carter, pero aún subsisten problemas pendientes y han aparecido nuevas amenazas que urge enfrentar.

Los pasos adelante que ha dado Panamá en su liberación estuvieron decididamente basados en la premisa descubierta por militantes panameños, antes de Omar Torrijos, de que en las negociaciones que sostuvieramos con Estados Unidos era menester, dada nuestra debilidad, que nosotros contáramos invariablemente con la simpatía y solidaridad de América Latina y del mundo. Esto ocurrió durante las pláticas sobre los Tratados Torrijos-Carter. Y no tenemos razón ahora para cambiar la misma línea de acción, de buscar la simpatía activa de amigos, difundiendo nuestras vicisitudes y esbozando nuestras aspiraciones en la próxima cumbre, que reunirá a mandatarios de 21 naciones de América Latina, España y Portugal.

Lo que deseamos afirmar es que en la X Cumbre debe haber referencias a las renovadas formas de colonialismo que se nos pretende imponer, ya sea en el discurso inaugural o en el de clausura que pronunciará la excelentísima presidenta panameña, Mireya Moscoso, al igual que en la declaración final que se ocupará forzosamente de formular señalamientos para crear una nueva justicia y equidad en el milenio que acaba de iniciar, sin menoscabo de que también se discuta el tema central prefijado sobre la niñez y la adolescencia.

No se trata de lanzar por Panamá un alarido de provocación e impotencia, como un desahogo pueril, sino de expresar serena y firmemente una postura patriótica de principios, en consonancia con nuestra mejor tradición de independencia. Lo que no queremos es que se manifieste otra vez la ambigüedad simuladora. A la presidenta Mireya Moscoso le pedimos que en la reunión en puerta mantenga la misma dignidad reflejada en su discurso del 14 de diciembre de 1999, en ocasión de los actos de transferencia del Canal de Panamá, cuando se refirió al objetivo de garantizar el funcionamiento eficiente e ininterrumpido de la vía internacional, asegurando nuestra soberanía, orientados por los supremos intereses nacionales más que por reducidos intereses políticos partidistas.

Postulamos que Panamá mantenga en la X Cumbre una postura vinculada a la reivindicación nacional basada en sus principios históricos, con independencia de que el nuevo presidente de Estados Unidos, resulte Al Gore o George Bush, pero principalmente si el segundo -hijo de quien ordenó la bárbara invasión contra Panamá de 1989- es el escogido.

Conociendo las enormes dificultades que tenemos por delante, debemos fortalecer nuestra convicción de verdad y afinar nuestra inteligencia.