MIERCOLES 15 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Alejandro Nadal Ť
La curva del Mauna Loa
La actividad económica afecta el clima global al emitir gases que aumentan la temperatura de la atmósfera. Estos gases, de efecto invernadero, provienen esencialmente del uso de combustibles fósiles, por lo que el más importante es el bióxido de carbono (CO2).
Un solitario observatorio en el volcán Mauna Loa, Hawaii, registra la concentración de CO2 en la atmósfera desde 1958. Los vientos que llegan al observatorio recorren 2 mil kilómetros de océano, y por eso las mediciones no están afectadas por fuentes locales de contaminación. Entre 1958 y 1998, la concentración de CO2 aumentó de 315 a 369 partes por millón (ppm). Se calcula que la concentración de CO2 antes de la Revolución Industrial era de 280 ppm.
La gráfica de las mediciones del observatorio describe una curva ascendente, conocida como la curva del Mauna Loa.
La acumulación de gases invernadero en la atmósfera ya provocó un aumento en la temperatura global de hasta 0.6 grados centígrados, en los últimos 100 años, y un incremento en el nivel del océano de entre 10 y 25 centímetros. La acumulación incontrolada podría conducir a un efecto invernadero, amenazando todas las formas de vida en el planeta.
Se estima que para el 2100 la concentración de gases invernadero en la atmósfera causaría un aumento de la temperatura media global de entre 1 y 4.5 grados centígrados, desencadenando un incremento en el nivel del océano de hasta 94 centímetros debido al deshielo en los polos. Un aumento de 48 centímetros pondría en riesgo la vida y bienestar de aproximadamente 100 millones de habitantes de islas y zonas costeras.
El calentamiento global generará un ciclo hidrológico más vigoroso, con mayor evaporación y precipitación en algunas regiones, y sequías más intensas y prolongadas en otras. La turbulencia del ciclo provocará más tormentas y huracanes más violentos. El efecto sobre la agricultura y la distribución regional de bosques es difícil de predecir, pero será significativo. También afectará la salud humana, porque los vectores de trasmisión de enfermedades infecciosas dependen de cambios en temperatura, humedad, viento, la distribución de bosques, humedales y sistemas lagunares.
En 1997, la comunidad internacional aprobó el Protocolo de Kioto, fijando una meta de reducción de 5 por ciento, por debajo de su nivel de 1990, en emisiones de gases invernadero para los países industrializados. Esta meta debe alcanzarse entre 2008-2012.
Esta semana, en La Haya, 160 países iniciaron negociaciones intensas para precisar el contenido del Protocolo de Kioto. El régimen para reducir las emisiones de gases invernadero depende crucialmente de los resultados de esta conferencia.
El documento de respaldo científico para esta conferencia contiene proyecciones mucho más alarmantes de las que se tenían hace tres años. La más seria indica que el calentamiento global puede intensificarse de manera acumulativa y llegar a ser hasta 10 veces más rápido de lo que ha sido en los últimos 100 años. Frente a estas proyecciones se podría pensar que la comunidad internacional está adoptando las medidas necesarias para enfrentar este problema.
Por desgracia, la realidad es muy distinta. Unicamente Alemania e Inglaterra pueden vanagloriarse de estar cumpliendo sus metas de Kioto. Las emisiones de Estados Unidos, Canadá y Australia aumentaron 13, 15 y 20 por ciento, por encima de las de 1990, respectivamente.
En La Haya se enfrentarán países ricos y pobres. La concentración de gases invernadero en la atmósfera se debe principalmente a los países industrializados. Históricamente son responsables de la acumulación existente, y sus emisiones per cápita siguen siendo las más elevadas. En otros términos, ya agotaron la parte de la atmósfera que les correspondía.
El principal emisor de gases invernadero es Estados Unidos, cuya economía inyecta anualmente 5 mil 230 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera. Aunque China ocupa el segundo lugar con 3 mil 100 millones de toneladas, sus emisiones per cápita revelan enormes diferencias (19.6 contra 2.5 toneladas en Estados Unidos y China, respectivamente). Aunque los países subdesarrollados emitirán más gases invernadero en el futuro, su argumento principal es el derecho a mejorar el nivel de vida de su población.
Más allá de este debate entre ricos y pobres, las negociaciones en La Haya enfrentan una dificultad más peligrosa: Estados Unidos y otros grandes contaminadores buscan debilitar el Protocolo de Kioto para poder simular el cumplimiento cabal de las metas sobre emisiones. Por esta razón, en La Haya la carrera no es para detener el calentamiento global. Es para ver quién hace trampa al menor costo.
(La próxima semana sigue un análisis de las negociaciones en La Haya).