MIERCOLES 15 DE NOVIEMBRE DE 2000

 

Ť José Steinsleger Ť

Democracia "USA": fin del mito

Del conjunto de personalidades que en julio de 1776 suscribieron el acta de independencia de las 13 colonias británicas, ninguno tuvo la clarividencia política de Thomas Paine (1737-1809). Paine no firmó el texto por ser nativo de Inglaterra y porque su pensamiento resultó quizá demasiado revolucionario para los terratenientes independentistas. Pero sin la fuerza teórica de las ideas de Paine, los estadunidenses no se verían tan democráticos como suelen verse a sí mismos.

En la filosofía que inspiró la Carta Magna de Filadelfia podemos leer dos versiones distintas. La más difundida nos ha hecho creer que los constituyentes buscaban establecer el equilibrio entre los intereses que compiten por el poder en cualquier sociedad. Y de hecho, redactaron una serie de leyes que no admiten diferencias basadas en "la descendencia... en las clases privilegiadas... en el poder de la propiedad".

Curiosa retórica de quienes eran miembros de la clase privilegiada, dueños de tierras, de esclavos, de fábricas y de empresas marítimas. En los hechos, el gobierno central pensado por George Washington, Alexander Hamilton, John Adams, John Hay, y otros menos conocidos, consistió en articular un poder suficiente para proteger sus intereses económicos.

En el opúsculo Sentido común (25 ediciones y medio millón de ejemplares en tan sólo un año), Paine denunció los extremos de riqueza y pobreza, y exigía la creación de un gobierno realmente democrático. Y la historiadora estadunidense Mary Ellen Fieweger nos recuerda que con la derrota del ejército inglés, el peligro inmediato provenía de los pequeños agricultores y los campesinos sin tierra, "...clases que tomaban muy en serio los principios de igualdad por medio de los cuales los líderes revolucionarios lograron la participación de estas clases en la lucha contra Inglaterra".

Fieweger reseña el pensamiento de los fundadores de la "democracia" estadunidense. Antes de que estallara la guerra, el administrador colonial Adams calificaba a los colonos revoltosos como "la chusma" y al inscribirse en la causa patriota advirtió contra la "demasiada democracia". Madison afirmaba que "las democracias siempre han sido poco compatibles con la seguridad de las personas y los derechos de los propietarios".

Hamilton escribió: "Cada comunidad se divide entre los ricos y... las masas. Se ha afirmado que la voz del pueblo es la voz de Dios, pero... no es así. El pueblo es turbulento, cambiante, le falta juicio". Hoy, ídem: "...el gobierno debe ser conformado por los verdaderos dueños del país" (sic).

Anticipándose en cien años al caos electoral que observamos en estos días, el historiador Charles Beard propuso, al empezar el siglo XX, "una nueva interpretación de la Constitución...", una "interpretación económica... puesto que el objetivo principal de un gobierno... es la determinación de las relaciones de propiedad... las clases dominantes, cuyos derechos se determinan de esta manera, están obligadas a conseguir del gobierno leyes que sean consonantes con sus intereses globales o a asumir el control de los órganos gubernamentales".

Howard Zinn, otro historiador, apunta: "... los representantes (de 1776) no buscaron el equilibrio, aparte del equilibrio que ya en esa época existía entre los miembros de las clases dominantes. Sobre todo, no buscaron la igualdad entre los esclavos y sus dueños, entre los campesinos sin tierra y los terratenientes y los indios y los blancos".

Para el ciudadano corriente de Estados Unidos, la verdadera Constitución no pasa tanto por los intrincados y surrealistas mecanismos de "representación popular" (que alimentan el mito del gobierno "mayoritario" como en cualquier república bananera), cuanto por las escasas leyes que garantizan las libertades básicas, de expresión, de "asamblea, de cultos".

El deplorable panorama que estamos viendo en el escrutinio electoral acabó dándole la razón al politólogo Walter Dean Burnham, del Instituto Tecnológico de Massachussetts: "... la alternativa futura más probable es una forma de dictadura disimulada bajo un fuerte discurso demagógico".