MARTES 14 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť José Blanco Ť
ƑRepublicrats?
Hazañas irónicas de la vida política posmoderna: "la majestad de la democracia", profesada, pregonada y exigida al mundo por los políticos estadunidenses, está terminando en su país, en esta justa electoral, en un ridículo monumental de pena ajena. El rostro de severidad con el que reprobaron tantas veces a tantas sociedades del mundo, hoy se esconde enrojecido entre las manos desesperadamente. La pulcritud y la eficiencia procedimentales que nos transmitieron los medios de comunicación en ediciones anteriores de relevo presidencial, de pronto se les tercermundizó. Y los increíbles tropezones de los medios y los cuestionamientos electorales en diversos puntos de la geografía del vecino país produjeron ante el mundo la imagen del hazmerreír.
El batacazo del desplome democrático dejará no una huella sino un bárbaro cráter inocultable. Es difícil imaginar la dimensión de la reforma necesaria a su ya arcaico sistema electoral, para intentar reparar la aporreada legitimidad nacional e internacional de los gobernantes del planeta.
Es difícil, asimismo, medir el costo que acarrearán los problemas de legitimidad al funcionamiento de la economía mundial, especialmente en la esfera financiera y especulativa, y que acompañarán a quien sea finalmente ungido, da lo mismo.
Pero, en otro sentido, Ƒda lo mismo Gore que Bush, como ha dicho una parte de la zurda política? La palabreja que da título a este artículo es la contracción en idioma inglés de los nombres de los dos principales partidos estadunidenses, y su autoría corresponde a Ralph Nader, el candidato verde. De acuerdo con Nader, Gore y Bush podrían haber presentado una candidatura única porque representan lo mismo y sirven a los mismos intereses. ƑEs cierto esto?
El programa del Partido Republicano, como nos lo ha recordado C. Mendo, está basado en la libertad de elección del individuo en lo referente a la educación, sanidad y pensiones, mientras que el Demócrata aboga por una intervención del poder federal para conseguir una mayor justicia social y una mejor distribución de la riqueza. Gore quiere ampliar la educación mediante la contratación de 100 mil nuevos profesores, Bush propone la creación de bonos escolares para que los padres necesitados envíen a sus hijos a la escuela de su elección.
Bush quiere una reducción generalizada de impuestos por 1.6 billones de dólares, Gore propone una reducción de impuestos sólo a las familias de ingresos medios y bajos, y proyecta generar un superávit fiscal para pagar la deuda pública. Bush quiere que los jóvenes destinen parte de sus cotizaciones a la seguridad social a inversiones en bonos y acciones con el fin de lograr un mayor rendimiento para su dinero (en el fondo estatal de pensiones sólo genera 2 por ciento); Gore propone dedicar la totalidad del superávit de la seguridad social, aproximadamente un billón de dólares, al pago de la deuda en los próximos 12 años.
Bush propone, en política exterior, buscar un máximo aislacionismo e intervenir sólo en caso de amenaza a la seguridad nacional (alguien preguntó a Bush si conocía al primer ministro de Pakistán; su respuesta: what's that?); Gore quiere ocuparse más a fondo de las responsabilidades internacionales de Estados Unidos. El demócrata suscribe el derecho de elección de la mujer y se pronuncia a favor del aborto, inclusive en los últimos meses de embarazo, si se protege la salud de la madre; el republicano sólo lo admite en caso de incesto, violación o cuando la vida de la madre esté en peligro. Debido a sus posiciones ecologistas específicas, Gore es un odiado real de las empresas petroleras; Bush ha sido un petrolero y propone algunas medidas de control de esa industria: en Alaska.
Por supuesto, las implicaciones sociales de uno u otro programa son sumamente distintas, no sólo para la sociedad estadunidense.
No, nunca fue lo mismo, lo mismo que lo mesmo. El conocimiento sistemático sobre el mundo de la sociedad utiliza, como uno de sus obligados métodos, el procedimiento de la abstracción, basado en supuestos que permiten aislar un fenómeno dado, a fin de poder estudiar su índole específica. Por supuesto, el conocimiento de un fenómeno dado no puede agotarse en ese plano abstracto, y se hace necesario reintegrarlo al mundo concreto, determinando sus relaciones con otros planos y fenómenos de la vida social. La sociedad capitalista, definida por su núcleo fundamental, se reduce a la propiedad privada y al trabajo asalariado. Pero esta definición no puede ser nunca la conclusión del conocimiento sobre la sociedad contemporánea, sino, exactamente en el otro extremo, apenas su punto de partida. La proclividad de ciertas izquierdas al reduccionismo y a la definición-denuncia es, solamente, expresión de la pereza analítica y de la impotencia política.