MARTES 14 DE NOVIEMBRE DE 2000

 

Ť Alberto Aziz Nassif Ť

EU: a la espera de un ganador

Estados Unidos fue a las elecciones presidenciales el 7 de noviembre y de la sorpresa pasó al asombro porque una semana después todavía no se puede conocer el nombre del ganador. Poco a poco se ha complicado el resultado electoral; desde la misma noche de los comicios, las encuestas de salida expresaron una competencia muy reñida, un empate técnico. Esta elección obliga a reconsiderar varios temas: desde el sistema electoral, el papel de los medios masivos y, sobre todo, de la televisión, las maquinarias electorales de los partidos políticos, el monto y origen del financiamiento, hasta el lugar que ha tenido el modelo democrático estadunidense en el mundo. ƑCuál es la dimensión del problema?

Posiblemente los problemas y las irregularidades de esta elección sean parte cotidiana de los comicios estadunidenses, pero el empate lleva a ver con microscopio, porque todo depende de unos cuantos votos en el estado de Florida y de una diferencia mínima en algunos condados. Si una elección de 100 millones de votantes, un día se decide por mil 700 votos y, al siguiente, por menos de 300, obliga a mirar con cuidado el sistema político electoral para ver cómo responde a este reto y resuelve la encrucijada. Resulta claro que el sistema de elección indirecto es completamente anticuado y ya no responde a las necesidades de una democracia moderna, y menos si se trata de un sistema presidencialista como el de Estados Unidos, país que ha sido paradigma en la materia. Aquí es importante el balance: la espera y la incertidumbre sobre el resultado generan ansiedad en la población y, por supuesto, en los mercados financieros, como muestra la bajada en el índice Nasdaq; el que un candidato pueda ganar con los votos electorales, a pesar de que no ganó la mayoría del voto ciudadano, como sucedió algunas ocasiones en el siglo XIX, cuestiona la legitimidad democrática basada en "un ciudadano, un voto"; la tensión por los diversos recuentos que se han hecho en algunos condados de Florida, como el caso de Palm Beach, hoy metido en una disputa judicial en la que un juez decidirá si procede otro recuento manual; la imagen negativa de un país que ha sido el juez de las democracias en muchos países, que frecuentemente monta rondas de observación y tiene organizaciones dedicadas a certificar la limpieza electoral en el extranjero.

La institucionalidad política de Estados Unidos está sometida a una fuerte presión. Se trata, sin duda, de una crisis en la que hay severos cuestionamientos sobre un sistema que dejó de ser eficiente. La paradoja es aleccionadora: el juez de las democracias no puede resolver su propia elección y ha entrado a una disputa judicial; el país de la alta tecnología, donde se vota hasta por medios virtuales, hoy tiene que contar con las manos y esperar a que lleguen los votos del extranjero; el modelo, que ha puesto de moda las encuestas, los conteos rápidos y la difusión de las elecciones vía televisiva, tuvo un tropezón: señaló a un ganador y luego se tuvo que retractar, con lo cual la prensa quedó fuera de base y equivocó sus ocho columnas del día siguiente.

Las encuestas previas a la elección anunciaban día con día que la competencia estaba prácticamente empatada entre Al Gore y George W. Bush; y después de los comicios, el país quedó partido exactamente en dos mitades.

Hay diferencias importantes entre los dos candidatos punteros en materia de salud, de impuestos y de educación; los republicanos están más a la derecha, quieren más privatización de servicios y menos impuestos, y los demócratas están más a la izquierda, proponen más intervención pública y gravar más a los sectores de mayores ingresos. Algunos analistas señalan que Bush hizo una buena campaña, a pesar de ser un candidato débil, y que Gore hizo lo contrario, un candidato fuerte que hizo una campaña no muy buena.

Otra paradoja no menos significativa es la que ha investigado Robert Putnam: un país que atraviesa por uno de sus mejores momentos de prosperidad económica ha tenido, al mismo tiempo, una baja considerable en su capital social, es decir, en sus redes sociales de reciprocidad y confianza, con lo cual han bajado de manera notoria las formas de participación política.

Así, mientras Estados Unidos sigue a la espera de un ganador, esta crisis política, que puede profundizarse o resolverse en los próximos días, obliga a replantear no sólo el sistema electoral, sino las expresiones más de fondo que plantea esta singular elección en el país que Tocqueville alguna vez llamó "la democracia en América".