MARTES 14 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Luis Hernández Navarro Ť
La señorita šno!
Sales a la calle, a pesar de la amenaza del acta y del despido. No escuchas al jefe ni al delegado sindical. Dejas tu puesto de trabajo y vas a protestar. Por primera vez en tu biografía laboral dices šno! Y descubres sorprendida la fuerza que tiene ese šno! que sale de adentro.
Recorres las calles de la ciudad calzada con zapatos de tacón. Miras el malestar de los automovilistas que aguardan el fin de la marcha para llegar a su destino. Gritas por primera vez en tu vida consignas. Ves a los mirones que te observan desde las banquetas. No te avergüenzas. Qué lejos está el día en que te preguntabas si a los manifestantes no les daba pena causar tanto alboroto. Quieres tu bono sexenal. El de fin de año y el del fin de gobierno. No es un bolo. No es una dádiva. No es caridad. Es un derecho. Es una costumbre. Y, aunque haya quien lo vea como algo exótico, la costumbre es fuente de derecho.
Llevas contigo el cheque de tu quincena. Recibes mil 500 pesos después de los descuentos. Le quitas el impuesto, el ISSSTE, la cuota sindical y te quedan 750 pesos a la semana. Y tienes que gastar en colectivos y metro, en ropa, en comidas en la calle. Necesitas vestirte como si trabajaras en un banco. Pero dicen que eres privilegiada.
Los trabajadores sindicalizados que más ganan en tu secretaría obtienen 4 mil pesos al mes. Los hay maestros, los hay licenciados, los hay contadores, los hay técnicos. No importa. A pesar de sus años de estudio y su experiencia reciben menos de lo que un vendedor ambulante consigue en la calle.
Los choferes de los directores trabajan todo el día. Pacientes, viven con el reloj de los altos funcionarios a los que atienden. Los recogen en sus casas para llevarlos a los desayunos en los que se hace la política de verdad; en las noches aguardan sobrios frente a casas y restoranes a que terminen las cenas. Guardan discreción de lo que ven y oyen. ƑHabrá compensación que cubra esas jornadas y rutinas?
Día a día son más los trabajadores que cobran por honorarios. Crecen a costa de los que tienen base. No importa que cumplan funciones permanentes. Muchos de tus compañeros tienen asignadas plazas presupuestales que no corresponden a las actividades que desempeñan: secretarias con nombramientos de intendencia, tecnólogos con cheques de administrativos. Otros ocupan plazas interinas o temporales durante años. Los mecanismos de promoción y ascenso son, frecuentemente, discrecionales. ƑDónde quedó la capacitación?
Te sorprendes cuando escuchas que tu lucha es un ajuste de cuentas del PRI hacia Zedillo tras haber reconocido el triunfo de Vicente Fox. Sabes que arriba los líderes del sindicato pelean. Has escuchado que Joel Ayala y 17 secretarios más quieren reelegirse. Pero tú quieres que te paguen el bono y que se resuelvan los problemas laborales siempre pospuestos. ƑQué tiene eso que ver con venganzas entre los de arriba?
En la hora del mercado como escuela de virtud, tu rebeldía se ha convertido en parte de la guerra contra lo público. Los creyentes en el ejemplar gobierno de las sociedades anónimas critican tus reivindicaciones haciéndolas aparecer como un desafío de la burocracia hacia todo aquello que no es iniciativa privada. En el banquete de celebración de la cultura del esfuerzo les resulta intolerable que la imagen del funcionario público como un ser pasivo, indolente y desdeñoso se quiebre ante la fuerza de tu šno!
Sabes que es el momento de pedir. ƑAcaso no cambiaron las cosas el 2 de julio? ƑPor qué vas a seguir aguardando? La cara de tus jefes y de muchos de los líderes del sindicato el día después de las elecciones lo anunciaba. šLa jeta les llegaba al suelo! Estaban desconsolados. Perdió su partido, su candidato fue derrotado. Tendrán que hacer sus maletas. Pero tú comenzaste a tener esperanza. Se cayó un muro dentro de ti y de tus compañeros. Y la inquietud comenzó a crecer como comezón: cuanto más le rascabas, más te picaba. Si es la hora del cambio lo es para todo: para el gobierno, para el sindicato, para el trabajo.
Los mil 600 pesos no te convencen. Son mejor que nada, pero están lejos de resolver tus demandas. Y, además, bien a bien no está claro a quién sí le tocan y a quién no. Sospechas que quienes se van se llevan mucho más. Estás segura que Ayala los vendió. Pero ahora estás dispuesta a salir nuevamente a las calles a gritar, a dejarte ver en la multitud, aunque no sea el desfile del 20 de noviembre. Tu miedo se ha ido. Descubriste la fuerza del šno!