Lunes en la Ciencia, 13 de noviembre del 2000
Retos del próximo sexenio
Gustavo Viniegra González
El próximo sexenio bien puede ser la clave del futuro de México, porque a pesar de las grandes limitaciones financieras se requiere dar un cambio fundamental a la estrategia económica y tecnológica para dejar de ser un país maquilador con déficit crónico comercial y empezar a ser una nación competidora con productos tecnológicos de alto valor agregado. Además, será un factor indispensable para asegurar una transición energética sustentable ante la perspectiva del agotamiento del petróleo en 25 ó 30 años más. Para ello es necesario formular los retos de ciencia y tecnología (CyT) en forma de metas cuantitativas y cualitativas bien definidas que ayuden a crear los instrumentos de la planeación sexenal.
Los últimos tres sexenios han tenido las siguientes características en el campo de la CyT: a) La productividad científica (artículos publicados por millón de habitantes) y el Sistema Nacional de Investigadores crecieron al 5 por ciento anual; b) El coeficiente de innovación (patentes mexicanas por millón de habitantes) disminuyó al 5 por ciento anual; c) La matrícula de educación superior creció al 3 por ciento anual d) El comercio internacional creció al 12 por ciento anual sin superávit, principalmente en el sector del ensamble (maquilas), es decir, con bajo valor agregado interno; e) El número de patentes para extranjeros creció al 10 por ciento anual; f) El coeficiente petrolero se mantuvo estancado y la reserva probada se mantuvo en cerca de 60 mil millones de barriles.
Según las encuestas de la OCDE, México tiene los más bajos niveles de calificación en CyT de esa organización, comparables solamente con Turquía. En América Latina nuestra productividad científica se ha rezagado con respecto a la de Brasil, Chile y Argentina. Y perdimos la competencia contra Costa Rica en la instalación de la fábrica de "chips" de computadoras de Intel, por tener más bajo nivel educativo. Además, quedamos muy rezagados en la obtención de patentes registradas en EU, con respecto a los Tigres Asiáticos (Taiwán, Corea, Singapur y Hong Kong), a pesar de que en 1970 esos países ni siquiera figuraban en ese campo. Convirtiéndonos en un país maquilador para empresas de esos países con los que hemos mantenido un déficit comercial por exportar productos baratos (petróleo crudo, alimentos, minerales, etc.) e importar productos caros (televisiones, autos, maquinaria pesada, etc.)
A estas deficiencias acumuladas se avecina el fantasma de la escasez del petróleo, porque el crecimiento de nuestra ineficiente economía terminará por agotar las reservas petroleras en menos de 30 años, que es el horizonte calculado para terminar de pagar las grandes deudas públicas con la banca nacional y extranjera. Esto se debe a que el consumo petrolero crece en forma exponencial, las reservas probadas han estado con tendencia a la baja y los planes de expansión industrial aumentarán más el consumo. Sin que haya planes definidos de ahorro energético. Medidos en mejoras de coeficiente petrolero, pues la prioridad es expander a corto plazo la oferta, sin tener un programa nacional de conservación energética y sin tener un programa agresivo de transformación del crudo en productos petroquímicos avanzados.
Con este panorama, es posible pensar en dos escenarios: a) Seguimos como estamos y b) Damos un gran cambio hacia el desarrollo avanzado de CyT. La segunda alternativa requiere fijar metas ambiciosas como: a) Que el gasto nacional en CyT crezca a un ritmo de 28 por ciento anual para pasar de 0.3 por ciento del PIB a 1 por ciento con un incremento acelerado de la participación industrial orientada a la asimilación de tecnología transformada en patentes nacionales; b) Que el SNI se triplique en seis años, para contar con el personal especializado que ejecute ese presupuesto; c) Que se desarrolle un programa acelerado de eficiencia energética para aumentar en 50 ó 60 por ciento el coeficiente petrolero de la economía, lo cual ahorraría un enorme gasto improductivo en el consumo de energía, y c) Que nuestra industria asimile tecnología de punta para elaborar productos de alto valor agregado. Como serían: las proteínas recombinantes de uso farmacéutico y de química fina, la elaboración de programas de cómputo para redes electrónicas y los productos petroquímicos avanzados. Para los cuales ya hay infraestructura científica e industrial incipiente.
Si seguimos como estamos, a final del sexenio: a) Habrá crecido más la deuda con los bancos por la imposibilidad de mejorar la balanza comercial; b) El salario fabril se mantendrá estancado; c) Las reservas petroleras habrán disminuido, y d) Careceremos del personal y de la experiencia para hacer frente a la competencia global con productos propios de alta tecnología y para sentar las bases de una transición energética basada en el sector servicios y con mayor oferta de empleo bien remunerado.
Las nuevas autoridades tienen la palabra. Su responsabilidad es mayor que la de las administraciones pasadas, porque el pueblo mexicano les dio el mandato del cambio político para salir del estancamiento en que hemos vivido por tres sexenios. Una gran parte de esa responsabilidad le corresponde a la directiva empresarial, pero la convocatoria nacional, los estímulos y las sanciones son responsabilidad del nuevo gobierno. Y como dice el proverbio: obras son amores y no buenas razones.
El autor es profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa