Ť Tres mansos con calidad de Javier Garfias
Con oficio y entrega, salva la tarde el toledano Eugenio de Mora
Ť Mejía, discreto Ť Garibay, empeñoso Ť Menos de media entrada Ť Pifia del juez Ochoa
Leonardo Páez Ť Bien había comenzado Salvador Ochoa su quehacer como juez de la Plaza México al rechazar el encierro enviado por el ganadero de San Mateo, Ignacio García Villaseñor, para ser lidiado en la tercera corrida de la temporada.
Ante esa pequeña contrariedad ?ser rechazada una corrida completa por falta de trapío? la empresa debió recurrir al encierro de Javier Garfias, en principio destinado para sustituir al de La Cardenilla el próximo domingo 19, y cuyos toros no podrán ser lidiados "porque no nacieron en México", según el emergente proteccionismo de la Asociación de Criadores de Toros de Lidia.
Por lo menos tres de los ejemplares del ganadero potosino debieron irse sin las orejas: los dos del español Eugenio de Mora, quien confirmó su alternativa, y el segundo de Manolo Mejía, que tardó en calentarse y aprovechar las embestidas. El lote de Ignacio Garibay resultó el hueso del encierro.
Mansedumbre con calidad
Según la veleidosa pizarra de la México, algunos de los toros lidiados rebasaban los cinco años de edad y otros los cuatro, pero dos fueron protestados ?segundo y quinto? al salir de toriles y ninguno peleó en varas codicioso, recargando, sino que todos se dolieron al castigo, haciendo como que empujaban en el peto, por lo que los piqueros debieron recurrir a la carioca para taparles la salida y así poder castigarlos.
No obstante esta conducta de evidente mansedumbre, el juez Ochoa cometió el error de ordenar arrastre lento para el que abrió plaza, Tinterillo, y para el quinto, Palomo, protestado por su escasa presencia y que tomó una sola vara sin empujar, si bien acudió con son a la muleta en infinidad de pases.
Según el artículo 73 del inobservado reglamento taurino vigente, "cuando una res se haya distinguido por su bravura, fuerza y nobleza a lo largo de la lidia (es decir, no solamente en la muleta), a criterio del juez de plaza podrá recibir"... arrastre lento, vuelta al ruedo a sus restos o el indulto. Menos mal que la escasa asistencia no tuvo pulmones para pedir este último.
Eugenio de Mora
Con su actuación de ayer el toledano Eugenio de Mora ?25 años de edad y tres de alternativa? les puso las peras a 25 a los figurones, figurines y desfiguros vestidos de luces anunciados en el derecho de apartado.
Salvo el Manuel Caballero de las temporadas anteriores y el José Tomás de la corrida de su doctorado, hacía mucho que no venía a la México un torero español de tanta madurez tauromáquica y tanta responsabilidad consigo mismo.
Sin decir mucho con el capote, excepto aquel hermoso recorte soltando un extremo del percal, al llegar al último tercio Eugenio se transformó en un muletero de altos vuelos, muy bien plantado, mejor colocado y templando en series de cinco muletazos por ambos lados, limpios y erguidos, perfectamente rematados con el pase de pecho, hacia adentro, no hacia ninguna parte.
A ley la oreja que obtuvo de su primero y perdió las dos de su segundo por no tirarse a matar cuando iba a hacerlo ?"los toros piden su muerte"? y escuchar a la galería, que supone que los toros son de pilas. ¿Volvera a anunciarlo la empresa?
Los otros
El primer espada, Manolo Mejía, sobrado de sitio y de kilos, se tardó en conectar, en parte por la sosería de sus astados y en parte por una peligrosa actitud de entregarse a cuentagotas. Banderilleó con ventajas a su primero y no exhibió voluntad para corregirle los defectos. Con su segundo, por fin se acordó del sentimiento y la entrega, ligando una hermosa tanda de derechazos. Oyó palmas y pitos.
Ignacio Garibay, 25 años y uno de alternativa, pechó con el peor lote. No obstante exhibió un potencial torero digno de más oportunidades. Con un valor sereno instrumentó meritorios muletazos a su primero, reservón y con sentido, y toreó muy bien de capa a su segundo, deslucido y agarrado al piso, logrando también cuatro soberbios naturales. Si toreara más seguido...