LUNES 13 DE NOVIEMBRE DE 2000
 
Ť Un trueno sobre el Popocatépetl Ť
 
Ť Malcolm Lowry Ť

foto- LOWRYLa lava que dejó Bajo el volcán ha formado legiones. Esa obra maestra novelística del camarada Lowry ha derramado su magna magma también en otros recipientes literarios, entre ellos otros libros, novelas, cuentos, cartas, poemas. Malcolm Lowry escribió varios centenares de poemas. De hecho, se consideraba ante todo poeta y a través de la poesía, de sus cavernas, vasos comunicantes, cosmos subterráneos, es que hizo erupción Lowry en literatura. Pero nunca publicó poemas. Su vida estuvo llena de proyectos inconclusos, fracasos, malentendidos, chingadazos contra la pared. Su luminosidad era el brillo de la posteridad, no el chispazo de una vida, y las vidas de carne y hueso --lo sabemos-- son siempre cortas. Es breve la vida. Cinco años después de su muerte, la esposa de Lowry, Margerie Bonner, y un gran amigo del escritor finado, el canadiense Earl Birney, vieron la tinta fresca sobre un volumen bello que ellos prepararon con los papeles que dejó Lowry para ser eterno: Selected Poems of Malcolm Lowry, publicado en 1962 por la editorial City Lights, que fundó ese gran artífice de la poesía contemporánea que es Lawrence Ferlinghetti. A partir de este volumen póstumo, ediciones Era --esa impronta mexicana-- saca a luz un libro de muchas maneras bello, así sea una belleza brutal como la poesía de Lowry. Entre otros valores del volumen, su diseño, su cuidadosa presentación, su portada que reproduce una obra de Vicente Rojo --ese otro artífice--, que es edición bilingüe e incluye versiones al español de dos de nuestros poetas mayores: José Emilio Pacheco y Jaime García Terrés, además de --la mayoría en el libro-- Rafael Vargas. Con la autorización de Era, ofrecemos a nuestros lectores, a manera de adelanto, tres de los poemas de Un trueno sobre el Popocatépetl, título de este poemario tan estrujante como hermoso. Un privilegio bajo el volcán, sobre la lava hirviente. (Pablo Espinosa)
 
 
 

Para Bajo el volcán 

Un seco limón como una anciana bajo su rebozo 

encogida por el frío. 

Un blanco pilón de sal, y moscas 

que revolotean sobre la mesa naranja, lluvia, lluvia, un 

peón maltrecho 

Y una maltrecha pluma escribiendo palabras inclinadas. 

La guerra. Y afuera desvencijados tranvías 

y el repentino recuerdo del rostro de una muchacha en 

Hoboken 

una tortuga volteada, agonizando lentamente en el 

pórtico 

del restaurante de mariscos, la sangre 

le escurría de la boca al blanco piso, 

lista para los gusanos mañana. 

No habrá mañana, el mañana ha terminado. 

Trébol y aroma de pinos y hierba crecida 

y mole de guajolote y de pronto 

Inglaterra, un recuerdo de casa, pero entonces 

los mariachis, desentonados, pues el picudo pájaro 

del maguey ha levantado el vuelo, el mesero lleva 

un desbordante plato negro de emoción, 

el rostro del peón es un mazacote de vicio. 

Descartamos el estremecimiento del clima 

en esta horrible tierra del hombre semienterrado 

donde vivimos con Canuto, el reloj de sol y el 

huachinango, 

el leproso, el astroso, juntos en la torre verde, 

y cuando el sol se pone tocamos flauta y guitarra en el 

reloj de luna 

la canción, la canción de la eterna espera de Canuto, 

el error de mi espera, la flauta de mi llanto, 

prometido en matrimonio al vacío y la descarnada raíz 

y afuera la lluvia se desliza sobre el tren, 

sólo hay un hueco en mi alma dormida 

donde alguna vez se pavonearon tigres limonada 

verdes leprosos harapientos 

licores peras limpios pimientos y Leopardis rellenos; 

y el sonido del tren y de la lluvia en el cerebro... 

Tan lejos del granero y del campo y de la senda ? 

¡esta pira de Bierce y trampolín de Hart Crane! 

Temo la muerte tan lejos de casa y de mi esposa 

e imploro por mi patética vida ? 

  

"Hay que transportar un cadáver por express", dijo el 

Cónsul 

enigmático, despertando súbitamente. 

  

Traducción de Rafael Vargas 
 
 
 
Un trueno sobre elPopocatépetl 
 

Más allá del volcán Popocatépetl 

negras nubes, presagio del relámpago, 

en formación avanzan contra el viento. 

Del mismo modo que, contra otra fuerza, 

como henchido metal, defiende el viento 

de la razón al corazón humano 

hasta que la locura va anegando 

a la mente agrietada. 

Mente que impulsa ya su propia inercia, 

pétalo desgajado de árbol fuerte, 

¿en dónde arraigará sino en la sombra, 

la tiniebla final? 

Tomar las armas, defender al viento. 

Salmistas de la angustia, heredad humana, 

la razón permanece aunque abandone 

vuestra mente. 

La razón permanece con las aves 

blancas aves que vuelan contra el viento 

más alto que otro vuelo, donde Chéjov 

dijo que está la paz, 

en donde cambia 

el corazón ? y estalla el trueno. 

  

Versión de José Emilio Pacheco
 
 
Está negro el volcán 

Está negro el volcán, y el trueno engulle 

las haciendas de pronto. 

Con esta oscuridad 

pienso en hombres que viven el instante 

de la generación, 

agachados, de pie, 

sentados, en cuclillas, extendidos, alados, 

millones de trillones de billones de hombres 

lamentándose 

cabe la exangüe mano de la mujer eterna. 

Miro sus órganos petrificados en una roca gigantesca, 

cayéndose a pedazos ya... 

Y esos llantos que son 

no sé si quejas de los moribundos 

o los gemidos del amor ? 

  

Versión de Jaime García Terrés