Ť El PRI revivía viejos tiempos con matracas al aire
Suspende el PAN festejo en la fuente Minerva; "¿qué pasó?"
Ť La cerrada diferencia de votos, ajena a la amplia ventaja que daban las encuestas al panista Ť "Elección de Estado": Sauri
María Rivera, enviada, y Cayetano Frías, corresponsal, Guadajalara, Jal., 12 de noviembre Ť Las caras de los activistas del Partido Acción Nacional lo decían todo. Trataban de sostener las miradas, de esbozar sonrisas, de mantener el ánimo en alto. Con las banderolas al hombro caminaban por la avenida Niños Héroes en un regreso sin gloria. Trataban de entender la orden terminante de regresar de la Minerva a la sede estatal de su partido. Pero allí tampoco encontraron respuesta, sólo las miradas perdidas de sus dirigentes y la misma pregunta que ellos se hacían. "¿Qué pasó?"
Los jaliscienses, por medio de sus votos, le habían pasado la cuenta a sus gobernantes por la rampante inseguridad pública, los repetidos hechos de corrupción que quedaron impunes y la elección de un candidato impopular.
Sólo hasta el filo de la medianoche, en un deslucido festejo, los panistas se atrevieron a decir: "Ganamos".
Rodeado de Luis Felipe Bravo Mena y Emilio González, Francisco Ramírez Acuña levantó las manos en señal de victoria, pero en el ambiente se percibía que la ventaja de cinco puntos que declaraban les supo a derrota.
Por la noche, en la sala de prensa de Acción Nacional los periodistas bromeaban. "¿Será Casimiro Castillo (pequeño municipio de la costa) el Florida de Jalisco? ¿Sus votos decidirán la elección?".
El recuerdo de las cerradas elecciones estadunidenses así como de las tabasqueñas estaba presente en la memoria.
Era una forma de relajarse ante la imposibilidad de empezar las notas. Nadie sabía por dónde. Desde el cierre de las casillas había comenzado la guerra de cifras que nadie acertaba a comprender, sobre todo porque la cerrada diferencia poco o nada tenía que ver con los amplios márgenes de victoria que otorgaban las encuestas al blanquiazul.
Mientras en la sede de los panistas todo era desconcierto y duda, en la del Partido Revolucionario Institucional se vivían momentos de euforia.
Las fuerzas vivas del tricolor, matracas al aire, revivían los viejos tiempos. Esos que el 2 de julio parecían haber mandado al olvido.
Bailaban al son de los mariachis, se desgañitaban, armaban borlote en cuanto aparecía su candidato Jorge Arana.
El hombre de Tonalá, carismático y dicharachero, se paseaba cada tanto dejándose querer. Infundía ánimo a sus gentes y volvía al encierro con la plana mayor del tricolor.
Primero a misa, después lo demás
Por la mañana, muy temprano, había ido a misa para encomendarse a Dios, y por lo apretado del resultado, se nota que los priístas todavía conservan su influencia con las instancias celestiales.
Doña Chabelita, quien durante más de 43 años ha sido líder de los aseadores de calzado de Guadalajara, olvidaba sus 73 años y zapateaba El Mariachi Loco. "¡Voy polla!", gritaban los priístas a su alrededor. "Aquí está la polla, pero el gallo de Jorge Arana", complementaban.
En el otro extremo del edificio del PRI Guillermo Cosío Vidaurri daba entrevistas a todo el que se le acercó.
Con una amplia sonrisa, el ex gobernador jalisciense, a quien le tocó vivir la debacle de su partido en el estado, regresaba a los primeros planos. De paso confirmaba la cercanía con el candidato del tricolor.
Pero en esta historia de paradojas lo que no deja de ser sorprendente es escuchar las aseveraciones de la dirigente nacional del Revolucionario Institucional, Dulce María Sauri, en torno a que esta fue una elección de Estado.
El PRI opositor, a falta de nuevo discurso, recuerda las acusaciones de sus opositores y las revierte.
Acusa a sus contendientes de utilizar recursos del erario, de que los gobernantes apoyan sin disimulo a sus candidatos, del madruguete, y de la falta de ética.
Y por el lado panista, los ahora gobernantes retoman también los usos y costumbres priístas.
Alberto Cárdenas, después de votar, acepta que sí apoyó al representante de su partido, y defiende su derecho a hacerlo. "Hay que modernizarse, los partidos deben ser más flexibles con estas cosas", indica.
En los corrillos todos entendían la jugada de los últimos días del gobernador; sin su decidido apoyo a Ramírez Acuña, que provocó tanto encono entre el PRI, el resultado hubiera sido muy distinto. "El sabía que los resultados de las encuestas no eran tan claros como decían", comentaba un priísta, y recordaba que una semana antes del cierre de campaña el mandatario había sido operado de la nariz, pero como pudo se presentó en el mitin y dio el espaldarazo a un candidato que no levantaba el vuelo.
Jalisco de alguna manera ratificó que el azul le sienta bien, pero ya no tanto. Todavía va con su talante, con su estilo, con su pasado, con su forma de mirarse a sí mismo y al mundo que lo rodea. Pero ya se percibe una sombra de duda en su elección y ya no resulta tan cierta la aseveración del candidato del blanquiazul a la gubernatura, Francisco Ramírez Acuña, de que el panismo es un proyecto de vida.
Los ciudadanos demostraron que en los tiempos que corren es sólo un acuerdo temporal.
Ramírez Acuña, quien a falta de carisma apostó por el continuismo con el lema ¡En Jalisco seguiremos con el cambio!, se veía confiado en la victoria desde la mañana cuando fue a votar a la casilla situada en el Centro Educativo Bancalarí de la colonia Residencial Victoria, zona de clase media alta.
Como toda nueva clase política que se respete, primero fue a misa. En sus oraciones había pedido por el buen desarrollo de la jornada electoral, por todos los panistas, y hasta por la prensa que cubrió su campaña. Por bendiciones no paró la cosa.
Vestido de chamarra roja y pantalón beige, con una amplia sonrisa, llegó repartiendo saludos.
La hasta entonces solitaria casilla súbitamente se llenó. Los fotógrafos hasta pudieron tomarle la foto haciendo cola. Le faltan tablas y lo sabe. No sólo aceptó que las figuras del gobernador y del presidente electo le han servido, sino que hasta las presumió. "Fox es uno de los haberes del PAN, lo mismo que Alberto Cárdenas Jiménez. ¡Qué lástima que el PRI no los tenga! ¿Por qué no se trajeron a Madrazo, a ver si no les daba más oportunidad de repuntar? Lo que pasa es que los priístas no tienen ningún político que les dé categoría".
Por la noche ya no estaba tan seguro de su triunfo y sostenía la sonrisa a base de esfuerzo.
Lejos de la euforia
Los cientos de tapatíos que se reunieron en las calles de Vidrio a celebrar la victoria estaban lejos de la euforia de los que en 1995 dieron la bienvenida a la alternancia.
Seis años atrás Alberto Cárdenas Jiménez fue recibido por la ciudad y el estado como uno de los suyos, en una identificación plena.
Ahora no hubo algarabía, cuando mucho una mezcla de contento y alivio porque los próximos seis años la vida seguirá el mismo derrotero, y si con algo sueña esta gente es con que los días, uno tras otro, se sucedan sin sobresaltos.
Guadalajara, esta ciudad altiva, con una pizca de desdén hacia el centro, había votado a cuenta gotas en sus cuatro sectores y la zona conurbada.
Vestidos para la ocasión, casuales, pero con gusto, porque si en un lugar las apariencias cuentan es aquí, los tapatíos se enfilaron a las urnas sin prisa.
Adultos y jóvenes en comunión, identificados con el neoconservadurismo de los valores familiares, la educación como medio de ascenso social, y el éxito económico como aspiración suprema. Todos en orden, haciendo gala del pase usted, no, cómo cree, usted primero.
Acudieron a las urnas los pequeños comerciantes y empleados con aire a recién llegado de pueblo de los sectores Libertad y Reforma. Lo mismo que los del Juárez e Hidalgo, clasemedieros orgullosos de vivir de "este lado de la Calzada", frontera que divide a la gente bien, de los otros... También votaron en Zapopan, donde todo indica dinero recién llegado, y se avecinan esos ciudadanos de los que se desconoce todo, salvo que uno no se debe meter con ellos. Y los aferrados pueblerinos de Tlaquepaque, vecinos de los artesanos de Tonalá.
También, como no, salieron a votar las buenas conciencias. Gente decente, y buenos católicos. Primero a misa en la iglesia de toda la vida, después a buscar la casilla para ratificar su fe en los representantes del PAN. Esos tan preocupados en mantener limpias las calles céntricas de vagos y malvivientes, que afean el horizonte. A los que no les tiembla la mano para poner en orden a los agaveros, y mantener los privilegios de las empresas tequileras. Y que hacen poco o nada ante las denuncias de corrupción, al mejor estilo priísta.
Tras cumplir con su deber cívico esos buenos votantes tuvieron toda la tarde para la comida familiar, en cualquiera de los elegantes restaurantes que abren cada tercer día en la ciudad, donde se respira un ambiente cool con ligero aroma a lavado de dinero, y para ir de compras a cualquiera de los impresionantes malls que surgen por doquier, algunos con propietarios de narco nombre. Pequeñas minucias que aparentemente a nadie hace ruido.
"Ganamos", decían al final de la jornada. Pero la otra mitad de Jalisco, la que votó otras opciones políticas, les dejó claro que no son tan pocos, y que tienen mucho qué decir en este estado.