Ť Mariana Frenk-Westheim comenzó el maratón de lectura de Pedro Páramo
Miles de capitalinos apagaron en el Zócalo su sed de conocimiento
Ť Acudieron a la convocatoria del gobierno de la ciudad a la segunda Fiesta de las Letras
Ť Grupo de globalifóbicos intercambió libros; Raúl Ojeda se presentó en la Expo Fraude
César Güemes Ť A una temperatura promedio de 29 grados centígrados, este domingo en el Zócalo miles de paseantes apagaron la sed física con refrescos fríos y congeladas de rompope, y el apetito de letras con libros a granel.
Multitudinario fue el resultado de la convocatoria del gobierno capitalino y del Instituto de Cultura de la Ciudad de México para llevar a cabo la segunda Fiesta de las Letras, que rodeó casi completamente el perímetro de la Plaza de la Constitución con diversas ofertas de lectura, escritura y comunicación oral, todo encaminado a despertar o animar al lector que cualquiera lleva dentro.
Entrañable maestra, Mariana Frenk-Westheim, traductora de Juan Rulfo al alemán, fue la encargada de iniciar el maratón de lectura de Pedro Páramo, para el que se esperaba la participación de 53 escritores mexicanos y extranjeros que darían voz a las muy distintas voces que habitan Comala.
Antes de comenzar con aquello de "Vine a Comala...", Frenk-Westheim se dirigió a los asistentes que colmaron el sillerío de la carpa principal del encuentro: "Querido público. ¿Querido? ¿Se puede querer a la gente que no se conoce? Bueno, no los conozco a ustedes, pero los quiero porque salieron hace varias horas de sus casas, de su descanso dominical, dispuestos a soportar el ruido del Zócalo para escuchar la voz de un gran escritor. Me parece magnífico. Bueno, ustedes van a oír la voz de Juan Rulfo, ese espléndido escritor jalisciense, interpretada por las voces de muchos escritores, entre ellas la mía".
Luego de una pausa, cuando parecía que ese era todo el prólogo, la maestra acotó, no sin ternura: "En cuanto a mi voz, tengo que suplicarles algo: por favor, cuando lea, escúchenme con benevolencia e indulgencia, porque bien puede ser que tenga algún tropiezo, alguna pequeña falla. Sin exagerar mucho, soy ya un poco viejita. Bien, los saludo y les deseo que disfruten la lectura de Pedro Páramo, la obra más importante de Juan Rulfo y la mejor novela en el ámbito de la literatura universal del siglo XX. Les deseo que aprovechen esta lectura. Estoy segura que si logran agudizar sus sentidos y abrir sus almas van a vivir hondamente la belleza y la profundidad emotiva de esta gran obra".
De este modo arrancó el maratón, para el que fueron invitados, entre otros corredores de fondo, Alejandro Aura, Elena Poniatowska, Antonio Alatorre, Pilar Pellicer, Ignacio Betancourt, Josefina Estrada, Hugo Gutiérrez Vega, Juan Pablo Rulfo, Carlos Monsiváis, Gerardo de la Torre, Rafael Ramírez Heredia y Ana Clavel.
La oferta de acercamiento a las letras fue, sin embargo, mucho más amplia. En la Carpa de Conferencias, casi todo el tiempo llena al tope y ciertamente con menos espacio que la principal, se habló de Alfonso Reyes, José Revueltas, Elías Nandino, Roberto Cabral del Hoyo y Xavier Villaurrutia.
Pero lo mismo se efectuó y fue socorrido el encuentro Palabra Indígena, Música, Cuenteros y Poesía, con Federico Sotero, Alfredo Ramírez, Feliciano Carrasco, David Martínez, Margarita Chacón, José Maurillo Ricaño y Santos de la Cruz, que fueron abordando la literatura desde el náhuatl, el zapoteco y el huave.
De improviso, en el área de la Expo Fraude, al centro de la plaza, aparece un personaje que no puede ser otro que Raúl Ojeda Zubieta, proclamado, como dicen los carteles que lo rodean, "Legítimo gobernador de Tabasco". El ex candidato perredista a jefe del Ejecutivo de ese estado se toma fotografías con las personas que se lo solicitan, al lado de las esculturas de papel maché, televisores y arte gráfico que conforma la muestra.
Allá, sobre la parte del Zócalo ubicada frente al edificio de gobierno, un largo corredor de libros inicia con la venta de volúmenes especializados en ajedrez, en seguida se ofrecen ejemplares con un considerable descuento por parte de distintos sellos editoriales y junto da comienzo y luego vuelta a la esquina de la plaza, la extensa fila de espacios dedicados al quinto Convivio de Red de Libroclubes de la Ciudad de México, que abarca a todas las delegaciones políticas.
El pasado viernes, el libro club número mil, llamado La Carbonera y que también está presente este domingo en el Zócalo, fue inaugurado con singular enjundia por sus promotores.
A saber, como se informa en esta serie de carpas, "un libro club es un acervo de literatura universal para préstamo gratuito a domicilio, un espacio para el disfrute de la lectura en voz alta". Y es posible leer, en baja voz, que los interesados pueden llamar a Locatel (5658 1111) para integrarse en tanto les sea posible a los beneficios de estas bibliotecas comunitarias.
Acá, frente a la Catedral, se escucha el canto, de profesionales y aficionados, en la carpa dedicada a la música popular de la ciudad, en este caso dedicada a Chava Flores. A su derecha se van vaciando conforme transcurre la tarde las mesas que albergan a los jugadores de la parte final del primer torneo de ajedrez de la segunda Fiesta de las Letras.
Al otro extremo está una de las carpas más concurridas, la del trueque de ejemplares amparada bajo un letrero que advierte: "Somos globalifóbicos, por lo que no se permite la venta de libros". En efecto, con una organización por demás civilizada los volúmenes cambian de mano y lector a un ritmo constante.
Los visitantes pudieron, si es que terminaron el amplio recorrido de esta fiesta, acercarse a la carpa llamada De Papel y Tinta, en donde se enseñaba a hacer papel de la manera más tradicional posible.
Y aunque la lectura de Pedro Páramo fue sin duda uno de los puntos del Zócalo más concurridos, lo cierto es que el apetito de leer se complementó con la sed de escribir y el espacio denominado Correo Chuán resultó el segundo punto con mayor número de asiduos.
La invitación era clara: obsequiar postales con textos de López Velarde, Rulfo, Federico García Lorca, Pablo Neruda y Rosario Castellanos, al mismo tiempo que papel para escribir y sobres para colocar la misiva. Al efecto, se colocaron mesas para que los numerosos asiduos redactaran sus mensajes que, debidamente timbrados, recogía ahí mismo una camioneta del Servicio Postal Mexicano.
Leer y escribir, escribir y leer. Pese a lo que digan las estadísticas, al menos en lo que corresponde a los habitantes de la ciudad de México, es claro que ambos apetitos existen y se satisfacen según el hambre y la sed que cualquiera lleva dentro.