LUNES 13 DE NOVIEMBRE DE 2000

 

Ť Iván Restrepo Ť

Los perdedores de siempre

Es costumbre que como parte del ceremonial de fin de sexenio el mandatario en turno visite diversas regiones del país para inaugurar obras y despedirse de sus conciudadanos, se reúna con industriales y comerciantes, dirigentes del sector obrero, popular y campesino afines al gobierno, con los banqueros y los hombres de poder. También se organizan actos para hacer un balance de los logros, sin faltar una que otra tibia mención a promesas incumplidas.

El doctor Zedillo no ha sido la excepción y se está despidiendo de la mejor manera posible. En reciente adiós, aseguró que la de los noventa no fue una década perdida para los mexicanos, como señalan los críticos del sistema y las estadísticas, y la mejor prueba de ello son los resultados del más reciente censo general de población y vivienda.

Su optimismo lo respaldó a través del crecimiento que, según dicho censo, registraron casi todos los indicadores sociales, los cuales se mantuvieron por encima del aumento de la población. Así ocurrió con el promedio de escolaridad, que aumentó un año en esta década, y benefició especialmente a estados que se significan por su pobreza y marginalidad: Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Hidalgo, Puebla y Guanajuato (sí, lector, Guanajuato, el estado que el licenciado Vicente Fox asegura haber llevado virtualmente al primer mundo durante los años que se desempeñó como gobernador). Hoy, afirma orgulloso el doctor Zedillo, México no es más un país de primaria: es de secundaria y un día no lejano será de bachillerato. No hizo comentario alguno sobre la calidad de los servicios educativos y el nivel de aprendizaje, especialmente en las zonas rurales y marginadas de las ciudades.

Sin embargo, el logro escolar alcanzado en las entidades más atrasadas, lo desdibujó en la misma ceremonia de despedida el responsable del censo 2000 y demás estadísticas nacionales, Antonio Puig, en el momento que reveló que si continúa el actual ritmo de crecimiento escolar, deberán pasar más de tres décadas para que esas entidades alcancen el nivel que hoy registra el Distrito Federal. Algo nada alentador, pues el grado de escolaridad de la capital del país no es ni la mitad del que tienen Canadá y Estados Unidos, nuestros socios comerciales.

Los enormes contrastes sociales y económicos que deja el último gobierno priísta se expresan también en las más de 13 millones de personas que habitan en viviendas con piso de tierra o techos lámina o asbesto, este último uno de los agentes carcinógenos más peligrosos. En que una quinta parte de todas las viviendas por todo el país tiene techos de materiales precarios. En los 12 millones que carecen de drenaje en sus casas y en los 15 millones que, aunque disponen de agua entubada, no les llega todos los días ni con la calidad necesaria. En los 16 millones de personas que usan carbón y leña como energético fundamental con los consecuentes problemas ambientales y de salud.

Una nación con casi 100 millones de habitantes, de los cuales la mitad tiene menos de 22 años, arrastra hoy índices de pobreza que evidencian no solamente el fracaso de 71 años de gobiernos emanados de la Revolución, sino menos recursos naturales necesarios para el desarrollo. Especialmente, en los últimos 20 años México tuvo uno de los más escandalosos índices de concentración de la riqueza y los recursos que registren las estadísticas mundiales. En ese sentido, los afortunados con las políticas neoliberales puestas en marcha por el ahora crítico social, Miguel de la Madrid, pueden decir orgullosos que las dos últimas décadas no pueden ni deben calificarse de perdidas: los beneficiaron a costa de la pobreza y la miseria de la mayoría de la población.

Por ello resulta absurdo el sentir del dirigente de los banqueros, al asegurar que éstos y las instituciones que dirigen "han sufrido más que cualquier otro gremio" durante la reciente crisis financiera. "Les tocó bailar con la más fea", aseguró Héctor Rangel durante la comida en la que agradecieron y elogiaron a su amigo, el presidente Zedillo, por los apoyos que les brindó y porque salvó al país. Los salvó a ellos, nada más, como muy pronto revelarán los diagnósticos que haga públicos la administración que inicia tareas el primero de diciembre.