VIERNES 10 DE NOVIEMBRE DE 2000

 


Ť José Cueli Ť

Intemporalidad del tiempo

En días pasados apareció en el periódico El País un interesante artículo de Olegario González de Cardenal que versa sobre la forma en que fechamos el origen de nuestra historia. Se pregunta por qué privilegiamos un evento acaecido hace dos mil años para ubicar el origen de nuestra historia. ƑPor qué soslayamos lo acontecido previamente si contamos con datos científicos que comprueban la existencia del hombre sobre la tierra muchos cientos de años atrás? ƑQué pasa con ese fragmento de historia perdido?

Los judíos empiezan su cuenta a partir de la creación del mundo, los latinos a partir de la fundación de Roma, los musulmanes a partir de la hégira o marcha de Mahoma de La Meca a Medina. Sucesos históricos relevantes más cercanos en el tiempo como son las revoluciones francesa y la rusa, ocurridas en nuestro siglo, intentaron modificar el calendario cuantificando el tiempo a partir de lo que consideraron el centro de la historia moderna, que según ellos se vería signado por la caída del antiguo régimen. Estas reflexiones conducen a una convicción muy seria, que rompe con los cánones establecidos: el tiempo fluye sin meta y sin sentido, si no tiene algo que le brinde referencia y que le otorga entonces orden, finalidad y credibilidad. El tiempo sin el ser es insensato, salta de sus goznes.

El tiempo, en su posible articulación con el espacio y el ser ha sido motivo de profundas disertaciones en diferentes ámbitos de las ciencias y las humanidades. La idea de una temporalidad lineal representada por la secuencia pasado, presente y futuro es una tentación que siempre nos acecha, pues brinda un fundamento a todas las certezas del pensamiento que no sabe más que de las certezas que ofrecen las experiencias conscientes. El asunto aquí se torna una aporía ya que no hay conciencia de lo inconsciente.

El psicoanálisis freudiano coloca el dedo en la llaga con su descubrimiento del inconsciente, a partir de él. Espacio y el tiempo, el yo y el sujeto, ya no pueden ser pensados de la misma forma. El concepto de nachträglichkeit rompe la ilusión de una temporalidad lineal. Freud, desde su texto Estudios sobre la histeria (1895), habla de la idea de un afecto ''estrangulado, sofocado, ahogado" ligada desde entonces al tiempo bloqueado por una fijación, por un movimiento fijado en un recorrido, evolucionando en el tiempo. Ya desde entonces propone un modelo complejo de la temporalidad de una gran originalidad y de un maravilloso ingenio. Habla, así, de un conjunto temporal complejo, bosquejando la hipótesis de un funcionamiento transcrónico.

En sus reflexiones acerca del tiempo, con base en las ideas de Freud, Andre Green señala que los sueños demuestran la existencia de un ''tiempo fragmentado", es decir, un tiempo que no tiene que ver con la idea de una sucesión tripartita ordenada en presente, pasado y futuro. En el suelo todo es presente puro. Si el contenido de los sueños puede estar influenciado por el soñante, el trabajo del sueño escapa a esta intención. Esta fragmentación del tiempo es el resultado de un trabajo inconsciente.

En su texto La interpretación de los sueños (1900), Freud propone el concepto de bidireccionalidad de los procesos psíquicos (progrediente y regrediente); las inversiones recorren el espacio psíquico entre el polo perceptivo y el polo motor dando paso, en forma regresiva, a la figurabilidad propia del sueño. Se hace patente con ello la hipótesis de la atemporalidad del inconsciente. Esto corrobora que el aparato psíquico está en esa doble vectorización que tiene tanto al futuro como al pasado, en el puro presente del sueño.

El sueño da cuenta, pues, de la ruptura del tiempo, de la fragmentación del mismo. Una vez interpretado el sueño, éste se disuelve en el tiempo diurno.

Surgen, entonces, un alud de preguntas. ƑEn qué medida objeto y tiempo están unidos?, Ƒpor qué privilegiar un objeto para fechar el tiempo?

Caben aquí las palabras de Aulagnier: ''La tarea del yo es tornarse capaz de pensar su propia temporalidad. Para ello le hace falta pensar, anticipar, investigar con energía libidinal un espacio-tiempo futuro. La experiencia de lo vivido le revela que al obrar así inviste no sólo algo imprevisible sino un tiempo que podría no tener que vivir. Es decir inviste un 'objeto' y una 'ruta' que poseen las propiedad que más aterran al yo: la precariedad, la imprevisibilidad, la posibilidad de faltar". A final de cuentas quizá sólo transitamos por un laberinto de espejos que tan sólo nos reflejan ficciones.