VIERNES 10 DE NOVIEMBRE DE 2000
Grupo conservacionista denuncia anomalías y maltratos en acuarios
Explotación de los delfines
Matilde Pérez U. Ť En México es excepcional "la crueldad hacia los cetáceos, particularmente con los delfines, que son utilizados en acuarios para supuestas actividades de educación". Investigaciones en 19 delfinarios que hay en el país revelan las irregularidades que los caracterizan: alta mortalidad, golpes, castigos con escasa alimentación y acciones que ponen en riesgo a las personas que confían en la llamada delfinoterapia, denunció el grupo Conservación de Mamíferos Marinos de México.
El viacrucis de los delfines inicia desde su captura en las costas del Golfo de México y del Pacífico. Aunque no existen estadísticas oficiales, se estima que por cada uno de los mamíferos capturados en superficie mueren de tres a cinco que quedan atrapados en las redes de los pescadores, según Yolanda Alanís, quien junto con Hugo Castello y Cecilia Vega realizó durante dos años la investigación sobre las "atrocidades que hay detrás de los actos circenses y la sonrisa del delfín".
A partir de su captura, estos cetáceos son colocados en estrechos espacios formados con troncos de palmeras y cercas de alambre ubicados prácticamente en la orilla de alguna playa. Desde ese momento no volverán a comer peces vivos.
Su presunto entrenamiento comienza con comidas escasas y estarán sujetos a constantes técnicas similares a la lucha libre como la huracarrana y el abrazo del oso. Después serán transportados por vía terrestre o aérea en especies de "ataúdes" cubiertos con lonas y llenos de agua, en donde se inicia la larga batalla por su sobrevivencia.
En los llamados acuarios o delfinarios tragarán plásticos, latas y todo tipo de basura que arroja el público a los estanques. También tendrán que soportar los golpes de "entrenadores", agua mal clorada -que se mezcla con sus heces fecales- y de baja salinidad, que presuntamente debe ser de 25 partes por millón y es cinco veces menor. Sujetos a constante estrés, fuera de su hábitat y alteradas sus conductas instintivas, los delfines -mamíferos que en su entorno natural son altamente sociales- se vuelven agresivos y presentan conductas de retracción y autistas, aseguró Yolanda Alanís.
Afirmó que los delfinarios -y los espectáculos que se montan con esos mamíferos carismáticos, muy conocidos por el programa televisivo estadunidense Flipper- no son lugares óptimos para educar ni sitios de conservación e investigación. Son negocios: "A los pescadores se les paga 5 mil pesos por delfín capturado, el cual se vende en 60 mil dólares ya entrenado".
En su hábitat natural, uno de estos mamíferos marinos vive, en promedio, 40 años; en cautiverio sólo 25 o 30; el beluga -hay dos de esos ejemplares en un parque de diversiones del bosque de Chapultepec- vive de 35 a 50 años, en la alberca ese periodo se reduce casi cuatro veces; la orca -ejemplar conocido por Keiko-, no muere antes de 80 a 90 años, en los acuarios sólo sobrevive 35.
Dichas estadísticas no son argumento suficiente para que el Instituto Nacional de Ecología (INE), organismo descentralizado de la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca, haya actuado para normar la actividad de los delfinarios.
"Esta administración se ha distinguido por el alto grado de captura de delfines y la apertura de los llamados delfinarios; en los dos últimos años se ha abierto uno cada cuatro meses", abunda Alanís.
En México --expone en su investigación-- existen delfines en cautiverio desde los setenta. La empresa Convimar es la más antigua de todas, y se instaló en la ciudad de México con el delfinario de Aragón. A pesar de ello, no existen normas oficiales que regulen ese tipo de instalaciones, ni siquiera la actual Ley de Vida Silvestre aborda esta situación.
A partir de ayer, el grupo Conservación de Mamíferos Marinos de México inició una campaña internacional "anticautiverio de delfines" y demandó al INE la cancelación de permisos de captura mientras no exista reglamentación.
Sin embargo, para el director de Vida Silvestre del INE, Felipe Ramírez Ruíz de Velasco, los delfinarios son la vitrina para que la mayoría de los mexicanos conozcan al delfín. Asegura que la Ley de Vida Silvestre sí protege a los cetáceos y quienes afirman lo contrario es porque no la han leído, su crítica es equivocada porque ya se incorporan criterios ambientales a las especies acuáticas. Acepta que no hay una norma específica y dice que corresponde a los gobiernos locales hacerlo "por varias vías. No es un asunto de carácter federal, y lo que para unos es un terrible trato para otros es una bendición porque se les trata como oro molido".