VIERNES 10 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Pide crear un comité de elegibilidad autónomo
Propone Sin Fronteras dar celeridad a procesos de asilo
Ť Leyes y reglamentos limitan al gobierno para cumplir
la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de Refugiados
Blanche Petrich Ť Fátima -por supuesto, el nombre es ficticio- vivía en Pointe Noire, República Popular del Congo, y vendía pescado en los muelles. Un día de septiembre de 1997 el prolongado conflicto de su país alcanzó a su pueblo y la oleada de violencia arrasó con su familia. Ella corrió hacia el puerto y para huir subió como polizón a un barco carguero. Tres meses después fue abandonada en los muelles de Veracruz, enferma y embarazada.
Sin dinero, sin entender el idioma y sin documentos migratorios no llegó lejos. Fue detenida y trasladada a la estación migratoria de la ciudad de México. Desde ahí pudo comunicarse con oficiales de protección del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), y entonces empezó el complicado trayecto en busca de refugio político.
Desde su situación límite, de extrema vulnerabilidad, resultó que las puertas del gobierno mexicano -siempre orgulloso de su tradicional política de asilo, "la más generosa del mundo en el siglo 20", según la definen- no estuvieron abiertas de par en par. Para obtener reconocimiento como refugiada, ella y la organización que la asistió, Sin Fronteras, tuvieron que saltar diversos escollos.
Según un estudio de Fabienne Venet, coordinadora de Sin Fronteras -uno de los pocos organismos no gubernamentales de asistencia a refugiados que persisten en el país-, las reservas mexicanas a la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de Refugiados y los vacíos y obstáculos legales del reglamento de la Ley General de Población, que entró en vigor en abril de este año, limitan la acción del gobierno de México para cumplir cabalmente su compromiso con el flujo de refugiados del nuevo siglo.
Albanokosovares, afganos, yemenitas...
Ya no son las grandes columnas de refugiados que por miles llegaron de Centroamérica en los años ochenta por las fronteras del sureste. Ni las familias que por docenas se agolpaban en la década de los setenta en las embajadas mexicanas del Cono Sur. En los últimos tiempos, en promedio suman apenas 250 los extranjeros que solicitan refugio en México cada año, y de éstos sólo son aceptados 40 por ciento. En lo que va del 2000, se han registrado 70 solicitudes de refugio, y sólo 38 fueron aceptadas en el primer semestre. El grueso ha llegado huyendo de países tan lejanos geográfica y culturalmente como Albania, Afganistán, Angola, Irán, Irak, Rusia, Sierra Leona y Sri Lanka.
El signo de los refugiados de los noventa y del nuevo siglo es la diversidad: de idiomas, de procedencia, de niveles culturales y de motivos de huida. Unos, por el estallido de conflictos armados o persecución política; otros, víctimas de expulsiones por motivos culturales o religiosos, por políticas de género (las mujeres del mundo islámico fundamentalista) y hasta por matrimonios mixtos.
"El que lleguen de tan lejos a México a buscar asilo habla de la tremenda descomposición de la situación mundial, del endurecimiento de los controles migratorios, pero sobre todo del debilitamiento de la situación de la institución del refugio", opina la directora de Sin Fronteras.
Para Venet, el principal escollo al derecho de refugio es la inexistencia de un comité de elegibilidad autónomo y eficaz. Actualmente, un refugiado debe dirigirse directamente al Instituto Nacional de Migración y formular su solicitud de refugio en un plazo máximo de 15 días. La autoridad migratoria tiene 24 horas para girar la petición a la instancia correspondiente, y cuenta con 10 días para el desahogo de pruebas. En un plazo no mayor de 30 días se dicta resolución positiva o negativa, y en caso de apelación, se cuenta con 15 días más para presentarla y cinco para emitir una resolución definitiva.
El comité de elegibilidad previsto por el reglamento actual no especifica quién lo integra ni qué peso tendrá su recomendación ante el INM; tampoco explica cómo puede llevar todo un proceso para decidir el derecho al estatuto de refugiado en solo 15 días.
"Pongamos de ejemplo el caso de Fátima, que hablaba sólo su dialecto, que no traía consigo un centavo ni un documento, ni siquiera sabía que tenía derecho a ser recibida por este país. ƑHubiera podido resolverse el caso en 50 días que contempla todo el proceso?"
Con estas características de la ley mexicana, Sin Fronteras ha podido documentar numerosos casos de solicitantes de asilo que han sido devueltos a su país o enviados a un tercer territorio, contraviniendo la letra y el espíritu de la Convención de Ginebra, con la cual el gobierno de México está obligado.
Propuestas
En el estudio "Refugiados en los noventa", Venet propone la integración -mediante la ratificación del reglamento correspondiente- de un comité de elegibilidad autónomo, plural, conformado por expertos en el tema migratorio, de derechos humanos y derecho nacional e internacional, y con la observación oficial de ACNUR. Hay modelos de esta instancia en Suecia, Canadá y Finlandia. Plantea también la extensión del plazo del procedimiento a seis meses como mínimo, y que ningún solicitante sea recluido, como ocurre actualmente, en la estación migratoria.
Otras propuestas de la organización Sin Fronteras son: otorgar estatuto específico de refugiado y no visas de inmigrantes o FM 3, como actualmente sucede; revisar los altos precios de las visas, que ascienden a más de mil 800 pesos por persona; así como las actuales limitaciones para la obtención de permisos de trabajo conforme a lo que establece la convención, y anular las restricciones al libre tránsito del refugiado.
Epílogo de las aventuras de Fátima
Con la ayuda de Sin Fronteras y el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, Fátima obtuvo el estatuto de refugiada, argumentando "un temor fundado de persecución porque su vida, seguridad y libertad habían sido amenazadas por la violencia interna, el conflicto generalizado, la falta de protección nacional y la violación masiva de derechos humanos". Pero sola, con diferentes costumbres, idioma y religión, sufrió rechazo, discriminación y hasta racismo, por lo que decidió emigrar a Canadá, donde ahora vive.