Ť Publicará amplia colección de obras de bolsillo
Generar lectores, objetivo de Punto de Lectura en México
Ť Carlos Fuentes y Juan Villoro, entre los autores incluidos
César Güemes Ť De ambicioso podría calificarse el proyecto bibliográfico emprendido en lengua castellana por Ediciones B y Santillana, es decir los grupos Zeta y Prisa, a fin de generar lectores. Punto de Lectura es el nombre del sello editorial que gracias al esfuerzo conjunto de dos de las más grandes empresas hacedoras de libros en habla hispana, aparece formalmente este jueves en México.
La idea, ecléctica desde su origen, incluye desde los clásicos universales hasta obras de viajes, cine, novela contemporánea o diccionarios. La variante que ofrece Punto de Lectura respecto de sus mismas ediciones bajo los sellos de B o Santillana, es el bajo costo sin sacrificar lo cómodo de la lectura. Libros de bolsillo, pues, que pueden acompañar al asiduo desde diversas ópticas. Por ejemplo, en una serie así podrá hallarse paulatinamente a escritores galardonados con el Nobel o el Cervantes, como José Saramago, Toni Morrison, Günter Grass o Mario Vargas Llosa. Pero lo mismo habrá lecturas que en su lengua original han sido best-sellers, como las de Arthur Golden o Noah Gordon.
De esta suerte, al lado de las ''damas del crimen" Patricia Cornwell, P.D. James o Sara Paretsky, estará la mujer del horror contemporáneo, Anne Rice, o el joven que se hundió en la historia de Nueva York para hablar de los alienistas, abuelos de la siquiatría forense, Caleb Carr. O las rimbombantes e inocentísimas historias de Easton Ellis o los clásicos actuales en que devinieron Tom Wolfe y Marguerite Yourcenar.
También habrá mexicanos, desde luego, como Juan Villoro, Angeles Mastretta o Carlos Fuentes, y plumas de Latinoamérica: Alfredo Bryce Echenique, Augusto Monterroso, Mario Benedetti o Julio Cortázar.
En ensayo, se incluyen Juan Luis Cebrián, Norberto Bobbio, Joaquín Estefanía y Carl Sagan. A los cuales se añadirán los que la nueva empresa editora considera dentro de la corriente new age, a saber: Joan Brady, Carlos Castaneda, Marlo Morgan, Robin Norwood y James Redfield.
Y si aparecerán Bernardo Atxaga, Javier Marías, Arturo Pérez-Reverte y Antonio Muñoz Molina, en representación de lo mejor de la literatura española de hoy, también podrán leerse las experiencias de viaje de Javier Reverte, Alí Bey o el propio Marco Polo. Todo ello, amparado por la égida de Joseph Conrad, William Shakespeare, Dante, Homero o Bram Stoker.
La idea de Punto de Lectura, como señala su responsable en México, Nuria Padrós, es llevar los títulos mes con mes a sitios en donde se encuentra con regularidad el lector potencial, una oferta amplia que si bien incluye las librerías de siempre, pasa de manera necesaria por los supermercados.
(Punto de Lectura será presentada al público hoy, a las 20:00 horas, en la Hacienda de los Morales, en Vázquez de Mella 525, colonia Del Bosque-Polanco.)
La llegada de tantos ciegos pareció traer al menos una ventaja. Pensándolo bien dos, siendo la primera de orden por así decir psicológico, ya que es muy diferente estar esperando, en cada momento, que se nos presenten nuevos inquilinos a ver que el edificio se encuentra lleno, y que a partir de ahora será posible establecer y mantener con los vecinos relaciones permanentes, duraderas, no perturbadas, como sucedía hasta ahora, por sucesivas interrupciones e interposiciones de recién llegados que nos obligaban a reconstituir continuamente los canales de comunicación. La segunda ventaja, ésta de orden práctico, directa y sustancial, fue que las autoridades de fuera, civiles y militares, comprendieran que una cosa era proporcionar alimentos para dos o tres docenas de personas, más o menos tolerantes, más o menos predispuestas, por su pequeño número, a resignarse ante ocasionales fallos o retrasos en la distribución de la comida, y otra cosa era ahora la repentina y compleja responsabilidad de sustentar a doscientos cuarenta seres humanos de todos los talantes.
A partir de 1980, yo había estado varias veces en Copenhague y siempre había cumplido con el rito de rendir homenaje a la legendaria sirenita de Eriksen. Debo reconocer, sin embargo, que sólo en esta última ocasión me pareció advertir en su rostro, y hasta en su postura, una casi imperceptible expresión de viudez.
Cierta noche, estimulado tal vez por varias jarras de Carlsberg, me atreví a mencionar el tema ante varios amigos latinoamericanos, verdaderamente expertos en exilios daneses. Por las dudas, y a fin de que no me creyeran más borracho de lo que estaba, traté de darle al comentario un ligero tono de autoburla, peor, para mi sorpresa, todos se pusieron serios y uno de ellos, un santafecino llamado Alfredo, dijo lentamente, como si estuviera midiendo las sílabas: ''No se trata de que sólo tenga expresión de viuda; en realidad es viuda".
Ahí nomás se me pasó la borrachera, y entonces fue Julio, exiliado chileno, quien tomó la palabra: ''El protagonista de esta historia es compatriota mío".