MIERCOLES 8 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť 44% dice no estar interesado en asuntos públicos
EU, a pasos agigantados hacia una sociedad opulenta y apolítica
Ť Pese al auge económico, la elección fue una incógnita para Gore
Ť Una gran mayoría estaba por "un cambio" en la Casa Blanca
Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 7 de noviembre Ť Esta primera elección nacional estadunidense en el despunte del nuevo siglo (milenio, para enfatizar su carácter histórico) se realizó en un momento en el que, según los medidores económicos y sociales, el país está en el mejor de sus tiempos.
Esta noche los partidos políticos se enterarán si estos "buenos tiempos" ayudaron o dañaron la suerte electoral de sus candidatos: algunos votantes otorgarán su apoyo a Al Gore por ser parte del gobierno que presidió este auge económico, otros se lo ofrecerán a George W. Bush al considerar que la economía es algo que se mantendrá bien bajo la presidencia de cualquiera de las opciones políticas, pero que es hora de tener a alguien nuevo en la Casa Blanca, alguien que "cae mejor" que Gore.
Pero éstas no fueron las únicas opciones hoy. A pesar de que hay indicios de una participación más alta en esta jornada que en ciclos electorales recientes, cuando sólo la mitad de los que tienen el derecho de votar lo utilizaban, una vez más decenas de millones, por diversas razones, rechazarían ejercer su derecho al sufragio, y otros millones más sin voz ni voto sólo pueden esperar para saber el resultado.
Los resultados finales y completos de esta elección no estarán disponibles hasta el miércoles, pero todo análisis de éstos tendrá que tomar en cuenta que Estados Unidos se encuentra en su momento más próspero de la historia, con un superávit en el presupuesto federal, la pobreza en su nivel más bajo en 21 años, la tasa de desempleo más baja en 30 años y con una bolsa de valores con triple valor de hace ocho años.
La expectativa de vida ha llegado a los 77 años de edad, y hay indicaciones de que los niveles de salud han mejorado (hasta las muertes por sida han bajado).
El populi es más diverso que nunca, con una mezcla racial de 72 por ciento blancos, 12 por ciento negros, 12 por ciento hispanos y 4 por ciento asiáticos y del Pacífico.
La nueva tecnología ha capturado al pueblo --con más de la mitad de todos los hogares conectados a Internet (de sólo 5 por ciento en 1994), y la comunicación celular con 86 millones de suscriptores.
La vieja tecnología aún prevalece: el uso promedio en los hogares de la televisión es de siete horas, 11 minutos diarios.
Con todo esto, los sondeos de opinión registran actitudes públicas complacientes:
una reciente encuesta encontró que 94 por ciento de los estadunidenses se describe como "muy o bastante contento" y hay más tolerancia étnica y racial así como apoyo para más igualdad de las mujeres.
Hace nueve años, 77 por ciento de los estadunidenses consideraba que la homosexualidad era "mala", y hoy día sólo 58 por ciento tiene esa opinión.
También los buenos tiempos económicos han provocado un marcado cambio en las actitudes hacia los inmigrantes, y una reducción en las políticas antinmigrantes y, más, nuevas iniciativas para apoyarlos.
Según el Pew Research Center, 22 por ciento de los estadunidenses estaba "satisfecho" de como estaban las cosas en este país, ahora 51 por ciento lo está.
Sin embargo, al mismo tiempo hay otra vox populi que se expresa más silenciosamente y que vive en otro país al que se describe por algunas encuestas y sondeos.
Esa mitad del electorado que no participa está conformado por una mayoría que se define como "enajenado" o "desencantado" con el sistema político estadunidense.
Según el Proyecto de los no Votantes de Harvard University, en un sondeo realizado conjuntamente con el diario The Washington Post, 38 por ciento de los no votantes dice estar disgustado con la política electoral --casi uno de cada cuatro ciudadanos con derecho a voto-- y 44 por ciento dice no estar interesado en la política.
La mayoría de los que dicen no participar en el festejo electoral tiene entre 18 y 30 años de edad, no tienen o sólo alcanzan una educación de nivel preparatoria.
Una cuarta parte de los no votantes parece estar de acuerdo con el famoso dicho del líder y comentarista populista Jim Hightower ("si Dios deseaba que fuéramos a votar, nos hubiera dado candidatos"), al señalar que no les gusta ninguna opción entre los dos candidatos.
Por otro lado, hay otra realidad socioeconómica que prevalece en este gran momento de prosperidad. Aunque a algunos comentaristas les encanta señalar que una mitad de todos los estadunidenses son accionistas, la realidad es que la pobreza entre las familias con empleo sigue sin cambio o continúa incrementándose.
Además, algunos economistas señalan que los principales beneficiarios del auge económico de los últimos años son unas cuantas personas, y subrayan que jamás se ha visto una concentración de riqueza de esta magnitud durante el último siglo.
Por primera vez en la historia del país, el uno por ciento de la población controla 34 por ciento de toda la riqueza, más que lo que capta 90 por ciento de la población, según las cifras oficiales.
Al mismo tiempo, los programas voluntarios de alimentación para los necesitados reportan que no alcanzan a surtir a todos los que tienen hambre. Uno de cada cinco niños estadunidenses vive en la pobreza.
Aunque la tasa de desempleo está muy baja, los empleos creados son, en gran medida, aquellos que pagan los salarios más bajos, y el salario mínimo real es más bajo que el que existía en 1970.
Unos 44 millones de estadunidenses no tienen seguro de salud, la tasa de mortalidad infantil en algunas zonas urbanas del país (en Harlem, en Nueva York y en esta capital) son inferiores a las de muchas naciones en desarrollo.
Más de 20 por ciento de los residentes en Estados Unidos son funcionalmente analfabetos, y el sistema de educación sigue generando resultados muy por debajo de otros países industrializados.
Pero, como frecuentemente es el caso, los que sufren de la pobreza, la marginalización y la inconformidad no se expresan políticamente, por falta de canales políticos adecuados para hacerlo y por apatía (35 por ciento de los no votantes dice que el voto ya ni les importa).
Junto con ellos, hay millones más que no tienen o se les ha negado el derecho de expresarse "democráticamente".
Casi 4 millones de personas culpadas de un delito mayor no sólo pagan con el encarcelamiento, sino también con la pérdida de su derecho al sufragio.
Como resultado de lo anterior, uno de cada tres negros en Florida no tiene derecho a voto. Junto con ellos, el pueblo de Puerto Rico no tiene voz en la política del país que determina la vida en la isla.
En esta capital, los cerca de 600 mil residentes de Washington pueden expresarse electoralmente, y tienen voz y voto en la elección presidencial, pero sus representantes en el Poder Legislativo sólo tienen voz pero no voto.
El demos de la democracia indispensable del mundo tuvo hoy el derecho de optar sólo entre dos candidatos para la presidencia (a pesar de que existen más de 200, aunque casi todos son invisibles en el monopolio político de los dos principales partidos nacionales) y cientos de legisladores ofrecidos por dos partidos. Para algunos, esta democracia se parece a otra cosa.
Para Gore Vidal, el reconocido autor considerado como uno de los principales intelectuales del país, lo que se ofrece es más bien "un solo partido con dos alas derechas, los demócratas y los republicanos".
Por lo tanto, no todos aquí están festejando la celebración de la democracia.