EU: LA ELECCION CONFUSA
Los comicios presidenciales que se celebran hoy en Estados
Unidos son la culminación de campañas políticas anodinas,
en las cuales los dos aspirantes con posibilidades reales de suceder a
Bill Clinton --el republicano George W. Bush y el vicepresidente Al Gore,
demócrata-- parecen haber extraviado, en la disputa por los sufragios,
sus respectivos perfiles políticos. Paradójicamente, la relevancia
mundial que reviste una sucesión en el Poder Ejecutivo del país
más poderoso del mundo --en lo político, en lo económico,
en lo militar-- resulta, si se le mira localmente, una contienda de matices.
El dramatismo de la elección no está tanto
en función de las diferencias de fondo entre ambos partidos sino,
como en un evento deportivo, de la incertidumbre de los resultados: ante
el virtual empate técnico que arrojaron los más recientes
sondeos, resulta imposible hacer ejercicios de predicción sobre
los caudales de sufragios que recibirán los candidatos punteros.
Ese cuasi empate, que fue el escenario predominante a
lo largo de las campañas, obligó a demócratas y a
republicanos a pelear voto por voto. En ese contexto, las minorías
adquirieron una relevancia especial para las respectivas maquinarias propagandísticas
y fueron sistemáticamente cortejadas por ambos candidatos.
Los votantes de origen mexicano y latinoamericano no fueron
la excepción. Para ellos hubo, de ambos lados, frases en español,
expresiones de simpatía y mítines amenizados con mariachi
y música salsa. La seducción electoral, sin embargo, no se
tradujo en compromisos concretos importantes. A pesar de los vínculos
personales de Bush hijo con nuestro país y de que Gore esgrimió,
con su conocido automatismo, los cada vez más fantasmagóricos
principios demócratas en materia de programas sociales, no es mucho
lo que los llamados "hispánicos" o "latinos" pueden esperar del
próximo presidente de Estados Unidos.
Ninguno de los dos aspirantes principales al cargo propuso
al electorado, por ejemplo, remediar de raíz las sistemáticas
irregularidades y la discriminación estructural que enfrentan los
inmigrantes, o introducir cambios sustanciales en el distorsionado sistema
de procuración e impartición de justicia del país
vecino. Este último punto debiera ser de gran interés, habida
cuenta que pasado mañana, en la Texas gobernada por Bush, puede
ser sometido a la pena capital el ciudadano mexicano Miguel Angel Flores.
Convicto por crímenes ciertamente atroces y condenables,
este connacional, ahora olvidado en medio del estruendo electoral, fue
objeto de un juicio con los vicios regulares de la discriminación
judicial, violatorio de sus derechos esenciales, y que culminó con
la condena a muerte, pena que constituye una grave transgresión
de los derechos humanos. Es un caso extremo de las injusticias de las que
no habló en toda su campaña el candidato presidencial demócrata
y de las que es partidario explícito el republicano. |