Espejo en Estados Unidos
México, D.F.martes 7 de noviembre de 2000 
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Editorial
 
EU: LA ELECCION CONFUSA 

SOL Los comicios presidenciales que se celebran hoy en Estados Unidos son la culminación de campañas políticas anodinas, en las cuales los dos aspirantes con posibilidades reales de suceder a Bill Clinton --el republicano George W. Bush y el vicepresidente Al Gore, demócrata-- parecen haber extraviado, en la disputa por los sufragios, sus respectivos perfiles políticos. Paradójicamente, la relevancia mundial que reviste una sucesión en el Poder Ejecutivo del país más poderoso del mundo --en lo político, en lo económico, en lo militar-- resulta, si se le mira localmente, una contienda de matices. 

El dramatismo de la elección no está tanto en función de las diferencias de fondo entre ambos partidos sino, como en un evento deportivo, de la incertidumbre de los resultados: ante el virtual empate técnico que arrojaron los más recientes sondeos, resulta imposible hacer ejercicios de predicción sobre los caudales de sufragios que recibirán los candidatos punteros. 

Ese cuasi empate, que fue el escenario predominante a lo largo de las campañas, obligó a demócratas y a republicanos a pelear voto por voto. En ese contexto, las minorías adquirieron una relevancia especial para las respectivas maquinarias propagandísticas y fueron sistemáticamente cortejadas por ambos candidatos. 

Los votantes de origen mexicano y latinoamericano no fueron la excepción. Para ellos hubo, de ambos lados, frases en español, expresiones de simpatía y mítines amenizados con mariachi y música salsa. La seducción electoral, sin embargo, no se tradujo en compromisos concretos importantes. A pesar de los vínculos personales de Bush hijo con nuestro país y de que Gore esgrimió, con su conocido automatismo, los cada vez más fantasmagóricos principios demócratas en materia de programas sociales, no es mucho lo que los llamados "hispánicos" o "latinos" pueden esperar del próximo presidente de Estados Unidos. 

Ninguno de los dos aspirantes principales al cargo propuso al electorado, por ejemplo, remediar de raíz las sistemáticas irregularidades y la discriminación estructural que enfrentan los inmigrantes, o introducir cambios sustanciales en el distorsionado sistema de procuración e impartición de justicia del país vecino. Este último punto debiera ser de gran interés, habida cuenta que pasado mañana, en la Texas gobernada por Bush, puede ser sometido a la pena capital el ciudadano mexicano Miguel Angel Flores. 

Convicto por crímenes ciertamente atroces y condenables, este connacional, ahora olvidado en medio del estruendo electoral, fue objeto de un juicio con los vicios regulares de la discriminación judicial, violatorio de sus derechos esenciales, y que culminó con la condena a muerte, pena que constituye una grave transgresión de los derechos humanos. Es un caso extremo de las injusticias de las que no habló en toda su campaña el candidato presidencial demócrata y de las que es partidario explícito el republicano.

 

 

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