EL TEMBLADERAL DE LA MISERIA URBANA
Las estadísticas confirman de forma dramática
lo que se puede advertir a simple vista: cientos de miles de pobres urbanos
arañan a la vida su propio sustento y el de sus familias por medio
de los puestos callejeros donde. Llamado de manera eufemística "sector
informal", la economía "formal" esconde un lado oscuro: la imposibilidad
de fijarse como objetivo la desaparición del desempleo.
En efecto, las microactividades comerciales, artesanales
y de servicios no son más que resultado del empleo formal, insuficiente
y mal pagado. Y, por la cantidad de personas involucradas en ellas --que
equivale a casi la mitad de la población económicamente activa
tan sólo en la ciudad de México, es decir, de aquellos en
edad y condiciones de trabajar-- resulta imposible su absorción
por el sector en el que todavía imperan las relaciones salariales.
El sector ''informal'', por otra parte, agrava aún más las
diferencias sociales, pues las clases medias bajas, los sectores más
amplios de la población consumidora, compran productos de menor
duración y calidad que los que se venden a precios para ellos inalcanzables,
aunque sean bajos, en los comercios del sector ''formal''.
En los puestos de comercio informal que cunden por todo
el país, los consumidores, con sus magros ingresos, se acercan supuestamente
a marcas y calidades que intentan generar la ilusión de poseer originales,
los cuales son verdaderamente inalcanzables --aunque no sean de lujo--
para la mayoría de la población.
La piratería es, desde luego, condenable, pero
expresa y refleja la cruda realidad de un país de bajos salarios,
de empleos insuficientes, de desigualdad que se agrava. Mientras un disco
compacto cuesta 150 pesos en una tienda, el pirata vale 40 o 50.
La piratería genera pérdidas a los sectores
formales de la economía; sin embargo, arroja ganancias multimillonarias
a sus propulsores y satisface necesidades sociales. La relación
entre piratería y debilidad de consumo ha creado un nudo gordiano
en la economía y el ingreso mexicanos. Tan condenable es esa actividad
como las claras raíces que la alimentan y necesitan.
Si consideramos que tan sólo en el Distrito Federal
hay 670 mil personas que viven del comercio informal, tenemos que pensar
en la pérdida fiscal que eso representa. Resulta indispensable volver
causantes a esa masa comercial; mejor eso que pretender castigar aún
más la pobre economía familiar con nuevos impuestos a medicinas
y alimentos o, incluso, a los salarios. |