DOMINGO 5 DE NOVIEMBRE DE 2000

 

Ť Guillermo Almeyra Ť

El embrollo medioriental

El conflicto palestino-is-raelí es el más largo y explosivo en toda la región medioriental. Podrá pasar por treguas y distensiones momentáneas pero sólo empezará a apaciguarse si se llega a una solución de fondo al problema de Jerusalén, al de los refugiados palestinos, al de la democracia en los países árabes, al de la indemnización económica a los palestinos para que puedan construir un miniestado propio viable, y al de una educación laica y antirracista que vaya limando el temor y el odio que reina entre la mayoría de ambos pueblos. O sea, con desarrollos que no se vislumbran actualmente en el horizonte. De modo que la Intifada muy probablemente durará años y provocará serias crisis, sea en el seno de la dirección palestina, sea en Israel y en los países árabes y, naturalmente, tendrá mayores repercusiones en Líbano, Siria, Jordania y Egipto, o sea en la región que por milenios tuvo como epicentro de conflictos la Media Luna de tierra fértil hoy llamada Palestina.

Pero a ese conflicto se une hoy la sorda lucha entre Europa (principalmente Francia) y Estados Unidos y se agregan los esfuerzos de Washington por mantener débil y encadenado al oso ruso y por consolidar su dominio del petróleo árabe y también sobre el de la ex Unión Soviética. En efecto, detrás de los palestinos y tratando de tender un puente hacia los Estados árabes, está Europa, fuertemente dependiente de la importación de combustible de ese región y con una vieja tradición (sobre todo Francia) de acción política en la zona. Por supuesto, Israel depende del apoyo de Estados Unidos. Además, Washington juega la carta turca.

Turquía, en efecto, desconociendo los acuerdos internacionales sobre el uso de las aguas de los ríos que tienen varios países ribereños, amenaza con quitar el agua del Eufrates a Siria e Irak y, al mismo tiempo, establece acuerdos militares con Israel que amenazan por igual a sirios y palestinos, mientras acaricia la idea de hacer pasar el petróleo de Azerbaiján por debajo del mar Caspio y hasta su territorio en la península de Anatolia, sustituyendo así el actual oleoducto que pasa por Rusia y abastece desde allí a Europa central.

En ese marco antirruso y antieuropeo hay que situar el intento de dominar la ex Yugoslavia y de controlar Serbia y también la evolución del conflicto entre Turquía y la república grecochipriota.

Con una Grecia -por otra parte desde siempre vacilante- debilita- da por los problemas que conocen sus tradicionales aliados antiturcos en la zona (Rusia y Serbia), y también por la amenaza de la Gran Albania sobre la Macedonia griega, Chipre enfrenta una aún mayor presión turca. En efecto, las mismas Naciones Unidas han puesto verbalmente en un mismo plano a la República de Chipre y a la seudo república turcochipriota dirigida por Rauf Denktash e impuesta desde hace más de un cuarto de siglo por la ocupación turca del norte de la isla, jamás reconocida hasta ahora por el organismo internacional. Los acontecimientos en Palestina, la utilidad para Estados Unidos de la potencia militar turca en el Mediterráneo oriental, en el Bósforo y en los países árabes antes controlados por el Imperio Otomano, cambian tanto la situación de aislamiento en que se encuentra el gobierno chipriota como la actitud del cuartel general de Naciones Unidas.

De modo que al gran foco bélico palestino-israelí se añaden los muchos fuegos -en los Balcanes, en Asia Central, en Medio Oriente- que Washington estimula y, sobre todo, estimulará en el caso de una victoria republicana en las elecciones presidenciales próximas. Estados Unidos intenta mantener lejos de las negociaciones mediorientales incluso a los europeos y los rusos, para aparecer como interlocutor de los regímenes árabes. Pero si éstos, bajo la presión del efecto de la Intifada palestina sobre sus pueblos comienzan a adquirir cierta independencia de Washington, una de las primeras consecuencias será un rearme con armas europeas y rusas y un mayor y nuevo acercamiento con Irak y los palestinos. Lo cual aumentaría aún más la tensión en la zona. Si, para colmo, la economía estadunidense comenzase a perder velocidad, todas las contradicciones se agravarían.

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