Entrevista con Jorge Aceves, ganador del Premio Nacional de Ciencias


Alfabetización para magnates

Claudia Herrera Beltrán Ť El fisiólogo Jorge Aceves Ruiz, quien recibirá el Premio Nacional de Ciencias, podría pasar muchas horas hablando de las valiosas investigaciones que ha hecho en más de 40 años de carrera científica, pero no todo son sus experimentos, también está preocupado por los problemas de la ciencia mexicana, en particular por el papel de los empresarios, para quienes recomienda una campaña de "alfabetización científica".

"El problema es que los empresarios se saben todo el teje y maneje de la empresa, pero son iletrados desde el punto de vista científico. Menosprecian la ciencia, tienen la idea de que estamos divirtiéndonos haciendo cosas que no tienen aplicación. Por un lado, ellos se preguntan para qué invertir, y los que hacen ciencia no quieren saber nada de gente que está explotando a los pobres e hinchándose de dinero sin invertir nada en el país".

Estas son las opiniones del científico chiapaneco, reconocido también por su liderazgo en la formación de estudiantes del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, que en los próximos días será galardonado en el campo de Físico-Matemáticas y Ciencias Naturales.

Heredero de las enseñanzas del eminente Arturo Rosenblueth, Aceves se apega fielmente a la personalidad de lo que él define como un científico feliz: "es cuando sus ideas prenden, cuando los resultados de sus experimentos son relevantes y cuando es capaz de imaginar preguntas inteligentes y de encontrar sus respuestas".

Con esta premisa, a los 70 años ha logrado lo que pocos en nuestro país: cambiar en tres ocasiones su línea de investigación, y con resultados exitosos. Primero estudió el corazón, después el riñón, y desde hace 20 años incursionó en las neurociencias. Esto último lo ha convertido en el máximo experto nacional en neurofisiología y neurofarmacología de los ganglios de la base del cerebro, y en los mecanismos de acción de la dopamina, cuya insuficiencia acarrea enfermedades como la de Parkinson, la corea de Huntington y diversas alteraciones motoras.

Originario de Tapachula, Chiapas, el investigador nacional emérito estudió la secundaria y parte de la preparatoria en el Soconusco y en los años cincuenta se fue a vivir a la ciudad de México, donde concluyó su educación media y estudió la licenciatura en la Facultad de Medicina de la UNAM.

Se inició como investigador en el Departamento de Farmacología del Instituto Nacional de Cardiología Doctor Ignacio Chávez, y en 1964, por invitación de Rosenblueth, llegó al Departamento de Fisiología, Biofísica y Neourociencias del Cinvestav, institución en la que ha permanecido hasta la fecha.

Además ha realizado investigación en Estados Unidos e Inglaterra. En 1961 fue becado por la Fundación Rockefeller en la Universidad de Illinois; en 1970 por la Fundación Guggenheim, en la Universidad de Yale, y en 1977 por la Royal Society, en la Universidad de Cambridge. También ha sido profesor invitado en la Universidad de Oxford.

-ƑCómo nace su interés por estudiar medicina?

-Al principio fue por el prestigio social. Incluso estuve a punto de cambiar de profesión. Un día que ayudaba a curar a una niña me desmayé y el médico del pueblo me dijo que así no podía ser médico. Entonces decidí estudiar ingeniería, pero mi maestro de anatomía de la secundaria me dijo que lo reflexionara y me recomendó trabajar en la Cruz Roja para superar el miedo. Cuando comencé a estudiar medicina rápidamente me fui a la Cruz Roja, me compré mi uniforme blanco y muy orgulloso me fui a recoger heridos. Y la sangre ya no me afectaba.

-ƑY cómo fue su paso de la medicina clínica a la investigación científica?

-Mi interés por la ciencia se desarrolló cuando estuve en la Facultad de Medicina. Un libro que me influyó mucho fue Introducción a la Medicina Experimental, de Claudio Bernard. Cuando lo leí me di cuenta de que quería hacer una medicina científica y que para eso necesitaba estudiar fisiología. Por eso mi investigación consiste, primero, en entender el funcionamiento de los órganos y, segundo, en cómo actúan los medicamentos que se usan para tratar aquellas enfermedades de órganos como el corazón, el riñón y el cerebro.

-ƑLe hubiera gustado ejercer la medicina clínica?

-Siempre coqueteaba con la idea. Al inicio de mi carrera recibía sueldos muy bajos y pensaba que si esto no me daba para vivir podía ser cardiólogo. Hubiera sido un magnífico clínico porque tenía las bases fisiológicas, pero cuando estuve más comprometido con la investigación me olvidé de la clínica para siempre. Ahora no me concibo haciendo otra cosa más que ciencia. Siempre estoy pensando en diseños experimentales, en llegar al laboratorio y ver el resultado del experimento, y siempre estar planteando preguntas.

-La profesión cien- tífica no es muy comprendida por la sociedad. ƑQué pensó su familia cuando se decidió por la investigación?

-Mi papá nunca me reprochó nada, pero yo sabía que para él había sido una desilusión. El quería que yo curara enfermos y hasta me había comprado un patio para hacerme un sanatorio. Pero fue muy respetuoso y los primeros años me ayudó económicamente, porque en a-quella época no había muchas becas. 036con

-ƑAlguna vez pensó radicar fuera de México?

-Nunca pensé en abandonar el país. Creo que hacer ciencia en México no es lo mismo que en Inglaterra o en Estados Unidos, porque aquí puedes tener una trayectoria y un reconocimiento; afuera, no. En Estados Unidos o en Inglaterra yo estaría sin posibilidades de seguir investigando porque ya me hubieran quitado mi laboratorio y mis apoyos. Por ejemplo, en este momento acabo de recibir un gran apoyo de Conacyt y estoy a punto de introducir nuevas técnicas.

-Pero en otro país contaría con mejor equipo.

-No a esta edad. Puede ser que te lo den si eres más joven, pero si lo justificas.

-ƑCómo es la vida de un investigador extranjero en un país desarrollado?

-Es una vida de mucha tensión, es una carrera de ratas. Muchas veces parte de tu sueldo depende del financiamiento de tu investigación y eso es muy estresante, porque para sostenerte dependes de la renovación de ese apoyo.

-En México Ƒqué apoyos necesitan los investigadores?

-Infraestructura, becas, posibilidades de asistir a congresos, donativos del Conacyt, la posibilidad de tener estudiantes que tengan financiamiento para hacer sus estudios. Otra cosa que también se requiere es establecer la tradición científica en el país.

-ƑA qué se refiere con tradición científica?

-Por ejemplo, la tradición científica de Inglaterra es extraordinaria porque desde hace varios siglos es de primer nivel. En México no sucede así. Aparecen grandes hombres como Arturo Rosenblueth y luego no hay mucha continuidad.

-ƑPor qué no se ha dado?

-Se está comenzando, pero es lento. Quizás por la naturaleza latina; en España tampoco hubo esta tradición, a pesar de don Santiago Ramón y Cajal, que fue premio Nobel por sus investigaciones del cerebro. Hasta ahora los científicos españoles tienen un nivel de primera gracias al apoyo que reciben y que es mucho mayor que el que se da en México. También es una cosa de pesos y centavos. En nuestro país la ciencia podría mejorar si se dedica un mayor porcentaje del producto interno bruto.

-ƑEn qué se deben invertir esos recursos?

-Como se está haciendo ahora, en becas y en proyectos de investigación. Sin embargo, el problema que tenemos ahora es que formamos a la gente y no tiene trabajo. En este momento, en el Departamento de Fisiología tenemos excelentes investigadores con doctorado y estancias posdoctorales, pero no tienen dónde colocarse. Es ahí donde se tiene que invertir, en aumentar el cuadro de científicos bien preparados para que hagan investigación de frontera.

El menosprecio empresarial hacia la ciencia mexicana

-Pero habrá quien se pregunte para qué sirve la ciencia, sobre todo si no se aplica.

-En México no se da el enlace entre ciencia básica y aplicada porque no hay empresarios que nos presenten problemas para resolverlos. El empresario menosprecia a la ciencia porque tiene la idea de que los científicos nos estamos divirtiendo haciendo cosas que no tienen aplicación. Por un lado, los empresarios dicen: "para qué invertir", y por otro el que hace ciencia básica dice: "no quiero saber nada de esa gente que está explotando a los pobres y se está hinchando de dinero sin invertir absolutamente nada en el país".

"Entonces, lo que importa es tratar de establecer un enlace entre unos y otros, pero creo que sería un error terrible menospreciar a la ciencia básica pensando que debe ser aplicada.

"Por ejemplo, estoy tratando de demostrar que la enfermedad de Parkinson se puede tratar estimulando otros núcleos del cerebro de los que tradicionalmente se han estimulado. A mí y a un investigador del Instituto de Psiquiatría se nos ha ocurrido que se pueden mandar los pulsos a distancia, es decir, con un telestimulador sin necesidad de recurrir a los alambres que ahora se ponen debajo de la piel. Aquí tenemos una posibilidad de aplicación para que en México podamos desarrollar este tipo de estimulador".

-ƑEn México hay empresas que se interesen en un experimento de este tipo?

-Yo estoy en mi laboratorio y no voy a salir a preguntar a los empresarios qué les parece. Me dirían que los americanos lo están haciendo mejor que yo. El empresario mexicano es muy difícil, siempre está menospreciando la investigación que se hace en México. No se cómo se pueda romper ese círculo vicioso de "no te doy dinero".

-Pero si no hay grandes empresas mexicanas en el área de la medicina, Ƒcómo se va a dar ese vínculo?

-El Conacyt lo está intentando, pero no se ha logrado. Será hasta que demostremos que la ciencia básica en México es competitiva, que no le pide nada a la que se hace en otros países.

-ƑY cuándo lo va a demostrar?

-Lo estamos haciendo con trabajos experimentales que son trascendentes, pero esto a los empresarios no les dice nada.

-Pero la ciencia es una empresa arriesgada porque se puede perder mucho dinero

-Si tienes ganancias te puedes dar el lujo de intentarlo y si el proyecto prende puedes sacar mucho dinero.