SABADO 4 DE NOVIEMBRE DE 2000

 

Ť Luis González Souza Ť

Gallardo libre, México gallardo

Para sobrevivir a esta globalización, México necesita gallardía, mucha gallardía. Esta comienza, pero no se agota, en la gallardía de las instituciones más sólidas del país, como ha sido el Ejército popular emanado de la Revolución de 1910. Aquí y ahora, toda esa gallardía pasa por la liberación del general Gallardo.

La globalizacion en curso --si hace falta reiterarlo-- no es hermosa, pero tampoco inmodificable. Su fealdad incluye el empeño de las potencias en mercantilizarlo todo, para lo cual se busca dejar sin nación, sin soberanía y sin ejército a los países débiles. Sean débiles por su "pobreza extrema" o, como en nuestro caso, en razón de una torpeza inaudita (por decirlo suave y rápido).

Tal vez ello no sería motivo de escándalo ni de fieras resistencias como la de nuestros indígenas zapatistas o la de los globalifóbicos de Seattle, Praga, y las que vienen. No lo sería, si la actual globalización generara un mundo justo y pacífico, ya sin guerras ni necesidad de ejércitos. Lo cierto es que, con todo y "fin de la guerra fría", los conflictos se multiplican como hongos cada vez más variados, mientras que las naciones poderosas refuerzan más y más sus armas y sus ejércitos. Sin duda es el caso de Estados Unidos, país que sigue (y seguirá) pegadito al nuestro.

Tan sólo por eso, México está urgido de mucha gallardía para salir adelante: primero, para sobrevivir y de inmediato contribuir a democratizar esta globalización ya casi planeticida. Sin embargo, por historia e idiosincrasia, nuestra gallardía nada tiene que ver con la de potencias militares. Nuestra fuerza más bien se alimenta con los manantiales de la cultura, del derecho internacional, de la ética y, en suma, todo lo atinente a la dignidad. Porque mucha dignidad se ha requerido por lo pronto para sobrevivir ya un buen par de siglos a las puertas de una potencia como Estados Unidos.

En otras palabras, México sí necesita un ejército, pero un ejército especial: con mucho más fuerza moral que militar. Y esa fuerza moral requiere todo, menos actos de injusticia. Todo, menos violaciones a la ley nacional o internacional. Todo, menos temor a los derechos humanos. Todo, menos cerrazón a las críticas constructivas. Todo, menos mordazas a la libertad de expresión. En suma, esa fuerza moral requiere todo, salvo lo que injustamente mantiene preso al general Gallardo. El ejemplar ejército que México requiere más que nunca, necesita no uno sino muchos militares gallardos. Y los necesita libres, jamás presos.

Este 9 de noviembre el general brigadier José Francisco Gallardo Rodríguez cumplirá siete años de injusto encarcelamiento. Es mucho tiempo para cualquier error, contra cualquier persona. Pero sin duda lo es, en este caso, peor aún, en un tiempo internacional y nacional como el de ahora.

Uno a uno se han desvanecido los cargos contra el general Gallardo. Su verdadero "delito" fue atreverse a proponer una serie de medidas orientadas justamente a revigorizar la fuerza moral de nuestro Ejército. En especial pesó su propuesta de crear un mecanismo (ombudsman) para que los derechos humanos también fluyan a plenitud en el mundo de los militares.

Lo injusto y erróneo del encarcelamiento también ha quedado patente en el plano del derecho internacional. Tras casi dos años de litigio con el gobierno mexicano, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) emitió en enero de 1997 una resolución favorable al general Gallardo. Entre otras cosas, recomendó su "liberación inmediata" y el pago de una indemnización por "las violaciones de las cuales ha sido víctima".

Así, la liberación de este valiente y visionario general no sólo sería un acto de justicia y de respeto a las libertades propias de todo ser humano. Al mismo tiempo ayudaría a restablecer la imagen internacional de México. Además, ayudaría a redignificar a nuestro Ejército y ponerlo en línea con los imparables vientos democráticos de la época. Todo lo cual se antoja indispensable para hacer frente, buen frente, a ésta y a cualquier otra globalización.

Libertad, pues, para el general Gallardo. Libertad para que México y su Ejército caminen gallardamente por el mundo.

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